domingo, 29 de junio de 2014

Es por tu bien

   La de veces que habré escuchado esta frase en mi vida: “Es por tu bien”. Y siempre quería decir algo que en ese momento parecía desagradable o negativo, pero que en el fondo o a la larga iba a ser positivo.


   Ya hubiera yo querido que en pleno puerperio, agotada, llena de dudas y estresada por querer atender a mi bebé y no dejar de lado ni mis estudios ni mis quehaceres domésticos, me viniera alguien y me dijera: “yo te limpio, te cocino y te hago la compra, y tú échate tranquila a dormir con tu bebé, que es por tu bien”.


   A ver, no voy a decir que no tuviera ayuda en absoluto, la verdad es que en ese sentido mi suegra se portó bastante, pero tal y como estaba de desbordada, cualquier ayuda era poca. El caso es que el “es por tu bien” nunca te lo dicen para algo que te va a gustar, y a mí me lo dijeron muchísimo, y ahora sé que quien me lo decía, aunque agradezco su preocupación, se equivocaba.


   Pues me decían que dejara de darle el pecho a mi peque “por mi bien”. Sí señoras y señores, ya cuando se aburrieron de decirme que dejara de darle teta “por su bien” (porque no le alimentaba, se quedaba con hambre, le salieron durante un tiempo engordaderas, hasta los cólicos que tuvo eran por eso..), cuando vieron que se equivocaron (o al menos espero que lo vieran, aunque no hay más ciego que el que no quiere ver), llegó el “quítale la teta, es por tu bien”.




   ¿Y qué bien podría hacerme a mí dejar de darle el pecho a mi peque? ¿Qué mal me estaba causando? Pues éstas son algunas de las razones que me daban:

  • Que no te deja dormir por la noche. Está demostrado que los bebés se despiertan por la noche independientemente de que tomen teta o biberón. Los despertares están relacionados con la maduración del cerebro y del ciclo de sueño. Sí que parece que los bebés de pecho tienen algunos despertares más, pero también se vuelven a dormir muchísimo antes y con más facilidad. Además, quitarle el pecho por la noche de golpe lo que hará será precisamente el efecto contrario, los despertares aumentarán porque el peque echará de menos su tetita, y nos costará Dios y ayuda que se duerma sin ella. A pesar de ésto, aún se escucha a muchas madres decir: “le voy a quitar la teta por la noche, es que no puedo más, necesito dormir”. Pues querida, anda prueba y luego me cuentas si es verdad que dormiste, sobre todo si tu peque ya es “mayorcito” y toma el pecho más que nada y precisamente para conciliar el sueño.
  • Que te tiene todo el día esclavizada. Pues todo depende de cómo te lo tomes. Si para dar el pecho te tienes que ir a la mecedora y poner el cuarto en penumbra, y no hacer nada más, probablemente sientas que te llevas todo el día así, pero yo con el tiempo aprendí a compaginar mi vida con las necesidades de mi peque, y le he dado el pecho en cualquier ocasión: mientras nos bañábamos, mientras comíamos en un restaurante, de compras, limpiando el polvo, haciendo un sándwich, leyendo un libro, mirando el correo, arreglándome para salir... ¿alguna vez has dado el pecho a tu peque en una situación que te parezca insólita?
  • Que se va a malacostumbrar y luego no se la vas a poder quitar. ¿Por qué la gente da por sentado que voy a querer quitarle la tetita a mi peque en algún momento? Sí que es cierto que desde que mi menstruación se dignó a reaparecer en mi vida tengo los pezones ultra sensibles y cuando mi peque mama me dan tantísimas molestias que desearía que se destetara, pero esto ha sido algo con lo que no esperaba encontrarme, yo no planeaba ni planeo un destete, aunque me lo planteo a veces, pero lo veo tan imposible que sólo rezo para que el momento llegue por sí solo.
  • Que va a ir a la universidad tomando tetita. Estamos tan poco acostumbrados a ver a un peque de más de 6 meses tomando el pecho que cuando vemos uno ya pensamos que está enviciado y no lo va a dejar nunca. Resulta difícil entender que un niño se destete sólo, que cumpla 2, 3, 4 años y deje de tomar tetita sin que nadie se lo diga, y todo porque no estamos habituados a verlo. Estas burlas, que se hacen sin aparente mala intención, resultan molestas e incluso ofensivas, sobre todo cuando a una ya es la quincuagésima vez que se lo dicen, y empiezas a buscar respuestas elocuentes, que a ser posible tengan un trasfondo de “métase usted en sus asuntos”.

  • Que te estás quedando demasiado delgada. Hay mujeres que durante la lactancia no bajan de peso, algunas incluso hasta ganan algún kilito, pero por lo general se adelgaza, porque se queman muchas calorías en la producción de leche. A mí me vino fenomenal para perder los kilos del embarazo (18 nada menos), y llegué a mi peso inicial enseguida (de hecho, no tardé ni un par de semanas en ponerme mi ropa de antes del embarazo), pero una vez llegué, seguí perdiendo y perdiendo, hasta quedarme “consumidita” (palabras de mi madre querida), aunque comía como un ogro. Tanto perdí que llegué a pesar lo que no pesaba desde antes de mi adolescencia, y que me planteé comprarme la ropa en la sección infantil porque todo me estaba enorme y los únicos vaqueros que no me hacían bolsas eran los del Bershka (esos que no sabes si son para humanos o para anguilas). Y por supuesto fui al médico y me hicieron mil pruebas, pero todo estaba normal, y es que mi peque me hacía gastar más calorías de las que era capaz de consumir. Pero no era sólo por el pecho, es que tener un hijo supone un desgaste físico aunque le des biberón, los niños corren, te piden juego, te piden que los aúpes y los dejes otra vez en el suelo, o que les lleves a caballito, te hacen levantarte por la noche (incluso si duermes con ellos te puedes tener que levantar a por agua o porque han vomitado la cama y hay que cambiar todo), te hacen correr, agacharte y sudar más que Osmin. Ya contaré más adelante cómo afronté este problema, ya que comprendía la preocupación de mis allegados, pero ahí sigue mi peque con su tetita y yo conseguí no llegar a la raspa.



   También más adelante me ocuparé de otros "por tu bienes" que les dedicamos los padres a nuestros hijos.

   De momento, lo que más ha terminado siendo “por mi bien” ha sido no hacer caso de los comentarios de los demás, y ser firme en mis convicciones. Por eso mamás del mundo, haced lo que os dicte vuestro corazón y vuestro instinto, es por vuestro bien.

domingo, 22 de junio de 2014

Caca

   Por muy escrupulosa que seas después de ser madre tu relación con la caca cambia por completo. Es como si nos volviéramos inmunes, sobre todo si se trata de las caquitas de nuestro peque. Igualmente aviso a aquellas personas especialmente sensibles que la cosa se va a poner escatológica a continuación, aunque intentaré ser lo más natural posible, sin llegar a la grosería. Y es que desde que dí a luz, ha habido una serie de “momentos caca” particularmente relevantes en mi vida.




   
   El primero de ellos tiene que ver con la primera caca de mi gansi, el meconio, esa pasta negra y pegajosa, entre nocilla y chapapote, que cuesta tanto esfuerzo terminar de retirar del culito, y que conocí en el hospital, creo que la no llegó ni a la mañana después de un parto nocturno. Ahí va un super consejo que me dieron, y que intenté llevar a cabo porque tampoco perdía nada: las primeras cacas se limpian mucho mejor con aceite de almendras dulces, aunque quizá el de oliva también valga, y oye, la verdad es que a mí me funcionó.

   Ahora viene el momento caca propia. Después del parto una no va muy sueltecita que digamos, y como me habían dado bastantes puntos, me daba miedo que se me pudiera saltar alguno si hacía fuerza, sin contar con que a cada retortijón pensaba: “ay madrecita, esto me va a doler”. Además, no podía permitirme sentarme relajada más de un par de minutos, ya que mi gansi me reclamaba con su alta demanda. Desde que soy mamá, los únicos momentos que he pasado sentada un rato tranquila en el trono han sido por la mañana cuando mi gansi estaba en la guarde, el resto de mis visitas al señor Roca han sido expresss, en apremiante compañía (“venga mami, a levantá yaaaa”), o junto al miniváter portátil (“Yo tamié caca, igua que mamá. ¿Ya salido? Yo ya...”).

   Porque eso sí, otra caca muy relevante es la primera que mi peque hizo en el váter, de forma tan natural y espontánea, y aún recuerdo su carita de felicidad y orgullo.

   Pero vayamos más atrás, a la época del pañal. Creo que habré limpiado caquitas de todos los colores y texturas. Como la “explosión mostaza”, con ese olor tan particular, y que tendía a fugarse del pañal por todas partes. La verdad es que después de haber cambiado a mi peque varias veces al día de una caca que le llegaba hasta el cuello, literalmente, se me quitaron todos los remilgos que pudiera tener (quién me iba a decir a mí que me vería con las manos, brazos y ropa llenos de caca y no me daría un patatús). A veces me preguntaba cómo podía haber salido tantísima cantidad de un cuerpo tan chiquitín. Creo que éste es el tipo de caca que más mancha la ropa, esa ropa de bebé que hay que lavar con delicadeza, y que lo único que puedes hacer cuando está muy muy sucia es volver a lavarla, tenderla al sol y cruzar los dedos.

   Otro tipo de caca era el “lodo verde”, normalmente acompañado de retortijones, muy líquida y de color verde oscuro, como si se hubiera hinchado a comer espinacas. Era ver el pañal abultado y quitarlo despacio como quien abre un regalo a ver qué sorpresas encontraba, y sobre todo, hasta donde había llegado el “desastre”.

 Imagen de http://blog.vitacost.com/baby/confessions-of-a-career-diaper-changer.html


   Cuando se introduce, y sobre todo cuando ya está bastante instaurada la alimentación complementaria, vienen las “cacaplastas”, que ya se van pareciendo a las de los mayores en olor y color, pero aún tienen poca consistencia. Mi gansi tenía el culito muy sensible, así que cada vez que podía se lo limpiaba con agüita, pero este tipo de cacas ya me costaba más, y sólo quería quitar aquello con la toallita desechable (normalmente unas cuantas) y tirarlas para no verlas más. Incluso me daba reparo usar toalliltas de tela reutilizables, para según que plastas.

   Y un día, mi peque hizo su primer mojón de mayor, y poco tiempo después empezó a tener problemas de estreñimiento, y la verdad es que todos lo pasamos fatal. Es horrible la impotencia que se siente cuando ves a tu peque llorar de dolor durante horas porque no le sale la caca, y cuando lo consigue es un monstruo que te habría dolido hasta a tí. Mi pobre gansi se hizo hasta una fisura, lo que le produjo miedo a hacer cacas, así que cada vez que tenía ganas se aguantaba, y esto empeoró su estreñimiento.

   Probamos de todo, y nos llevamos un tiempo comiendo todo integral, mucha agua, mucha verdura, mucho aceite de oliva, haciéndole masajes e intentando que se moviera mucho, aunque con la edad que tenía tampoco hacía mucha falta, ya se movía bastante aunque ni saliéramos de casa. No queríamos darle medicinas, pero en los peores momentos de desesperación recurrimos a supositorios e incluso enemas de glicerina para bebés. Lo cierto es que le fue de gran ayuda el Mobicol pediátrico en sobres, y por lo que habíamos leído era bastante inocuo, aunque si lo tomaba de forma prolongada terminaba perdiendo el control del esfínter, y se pegaba unos tremendos sofocones porque ya no llevaba pañal (ni me dejaba ponérselo) y le sentaba fatal hacerse sus cositas encima.

   Ahora por suerte ya no tiene problemas, parece que pasó lo peor, pero por si acaso seguimos vigilando mucho su alimentación, evitando que coma cosas que le puedan estreñir.

   Y la última caca relevante que yo recuerde ahora, es la que los padres usamos para decir que algo no se toca: “Eso caca”. Siempre me he preguntado si esto no confundirá a los peques, si no pensarán: ¿Cómo que eso es caca? ¿Caca no es lo que sale del culete? ¿Pero entonces la caca es mala?

   Pues no, no es mala, es algo natural que todos hacemos, y más nos vale...

domingo, 15 de junio de 2014

Y yo que creía que (11) mi peque no tendría rabietas



   “¿Mi peque? Pero si mi peque es lo más lindo y lo más bueno de este mundo. ¡Qué va a tener rabietas! Además yo tengo muchísima paciencia y todo se lo explico para que sepa que cuando quiere algo si pude ser mamá se lo dará, pero si no, no. Las rabietas las tienen los niños para llamar la atención, pero mi peque ya tiene toda la atención que necesita. Son una cosa que siempre se puede evitar. Bah, bah, rabietas...”

   No se puede ser más inocente Gansa Premamá, ¿o debería decir Pava Premamá? Un zas en toda la boca es lo que te vas a llevar cuando veas a tu angelito, normalmente de comportamiento ejemplar, haciendo la croqueta en el suelo de una tienda mientras patalea con la cara enrojecida y chilla como si le estuvieran pegando una paliza.



   
   Pues así me quedé, paralizada y ojiplática perdida, sin saber qué hacer ni dónde meterme, pensando “esta criatura del demonio no es mi dulce peque”. Y todo sucedió porque no entendió por qué razón mamá no le dejó construir un fuerte con todas las cajas de puzzles del Toysrus, por mucho que traté de explicárselo con toda la paciencia del mundo, e intenté todo tipo de tácticas de distracción y disuasión posibles y todos los trucos que se me ocurrieron.

   Así que si tienes un peque, vete haciendo a la idea de que va a tener rabietas. Podrán ser muchas o pocas, más o menos violentas, y empezar a producirse a una edad u otra, pero vendrán, tenlo por seguro. Y tienen rabietas porque son parte de su crecimiento, son la expresión descontrolada de sus sentimientos, aún en desarrollo, y en especial de la frustración.

   Todos tenemos nuestro genio, y todos pasamos por situaciones que nos desbordan y tenemos ganas de gritar y dar patadas y puñetazos buscando desesperadamente un desahogo. Lo que ocurre es que aprendemos a canalizar y controlar esos sentimientos, aunque a veces, incluso de adultos, las situaciones nos superan. Es que puede llegar a ser tan frustrante no poder conseguir aquello que deseamos...

   Y mientras nuestros peques crecen y van aprendiendo a identificar y controlar sus sentimientos, ¿qué podemos hacer nosotros, los papás y mamás, para tratar de minimizar estas rabietas? Creo que todos nos hemos hecho esta pregunta en algún momento.




   Durante una rabieta se pasa muy mal rato, los peques se sofocan y su nivel de estrés se pone por las nubes, algunos pueden incluso autoagredirse de pura furia, y los padres lo vivimos con impotencia y desconcierto.

   Yo creía que nunca me iba a pasar, pero pasó, y me pilló desprevenida. Me quedé como una estatua mientras mi mente rebuscaba a trompicones entre las diferentes estrategias que alguna vez habría oído mencionar para solucionar un conflicto rabietil. “A ver, a ver... ¿qué era lo que decían que había que hacer en estos momentos?”... pues se me ocurrían varias opciones:

   Opción a: Hacernos los suecos. “ufff ¿de quién será este moco que no para de berrear? Desde luego, a algunos no les deberían permitir tener hijos”, y alejarnos silbando y canturreando “la la la...” Evidentemente no era una opción muy acertada, y aunque no iba a solucionar nada, reconoce que a ti también se te ha pasado fugazmente por la cabeza en alguna ocasión.

   Opción b: Sacar el troglodita que llevamos dentro. Montar el espectáculo, gritar, pegar, chantajear y amenazar a nuestro peque para que todo el mundo vea que mantenemos a raya al maldito demonio que no se sabe comportar. ¿De verdad alguien piensa que esto conseguirá calmar a la criatura? Ah no, que esto es para que se calme en ese momento, es disciplina de la güena, para que la próxima vez que se le ocurra hacer algo parecido se lo piense dos veces. Mejor pensemos en otra cosa...


   
   
   Opción c: Darle lo que quiere de una vez ya para que calle. Supongo que esto debe ser de lo más confuso para los niños. No sé qué pasará por sus cabecitas en esos momentos pero o bien puede ser “vaya, esto es tan importante para mí que al final mi madre ha accedido” o bien “conque así es como me tengo que poner cada vez que me digan que no...”. Yo no me arriesgaría, además, si lo que sea que quisiera no podíamos dárselo de verdad, no va a poder ser por más que se ofusque.

  Opción d: Dejar que nos posea el espíritu de Super Nanny y decir a nuestra criatura, que ha llegado a niveles máximos de desquiciamiento, furia, tristeza, enfadado, y frustración: “pues no te voy a hacer caso hasta que no te calmes”, que su pobre cabecita, si fuera capaz de procesar algún pensamiento coherente en ese momento, pensaría “¿pero tú te crees que si me supiera calmar estaría así? ¡En todo caso seguiré berreando hasta el agotamiento!”.

   Y después de darle vueltas, la única opción respetuosa que me vino a la mente en aquel momento fue la contención. Un abrazo, unas palabras suaves, dejar unos momentos que estalle y se desahogue si me rechaza, evitar que se dañe o que dañe a alguien más, tratar de que se calmara y supiera que mamá estaba ahí para ofrecerle un consuelo, que supiera que entendía cuánto se había enfadado, y que no siempre se consigue lo que uno quiere, y es normal que eso nos enfade.

   No es fácil, no hay soluciones mágicas, sólo ensayo y error, y muchísima paciencia.

domingo, 8 de junio de 2014

Lo que aprendí sobre el parto

   Cuando era Gansa Premamá tenía un montón de ideas preconcebidas acerca del parto. Puede que fuera porque hoy en día es raro presenciar un parto natural en primera persona, a no ser que te dediques a la sanidad, y sólo podemos hacernos una idea por los testimonios de mujeres conocidas y por lo que vemos en las películas. Sí es cierto que alguna vez había intentado ver un vídeo de un parto, pero me resultaba muy difícil mirar sin que se me revolviera el estómago o me dieran mareos, no sé por qué.

   Sólo tenía una cosa clara: que cada parto es distinto (incluso en una misma mujer, con varios hijos); y por lo demás, éstas eran algunas de mis ideas:

   1. El embarazo dura 40 semanas, si el parto es antes es que el niño se ha adelantado, y si es después es que el niño no quiere salir y hay que ir pensando en provocarlo. Con respecto a esto, aprendí que la fecha probable de parto es muy aproximada, y que el niño no “se adelanta” ni “se retrasa”, sino que viene justo cuando tiene que hacerlo, cuando está listo para ello, normalmente (exceptuando los verdaderos prematuros). Uno de los motivos de que el cálculo de la fecha probable de parto sea tan aproximado, es que se hace a partir de la de la última regla, y si, por ejemplo, hemos ovulado a las 3 o incluso 4 semanas, en lugar de a las dos siguientes de nuestra regla, el cálculo nos estará dando una fecha de una o dos semanas menos de las que debería, así que aparentemente el niño “se retrasará” una o dos semanas. Lo mismo pasa si “se adelanta” un poco, no se considera que un niño es prematuro a no ser que nazca antes de la semana 37.



   2. El parto duele, es el peor dolor del mundo, insoportable, la anestesia epidural es imprescindible. Bueno, no voy a decir que el parto no duele, claro que sí, pero el cuerpo humano está diseñado para soportarlo, y nuestras hormonas actúan como anestésicos naturales. Lo más importante es estar relajadas, lo cual, en el hospital, es complicado. Cuando llegó mi pollito, yo tenía claro que iba a querer epidural, pero estaba empezando a dilatar y parecía que aquello lo aguantaba bien, así que dije que no la quería, y al poco me arrepentí muchísimo, porque se pasa un rato en el que parece que no vas a poder, que no lo soportas, que te partes por la mitad (en ese momento ya era tarde para mí, y al final parí sin epidural), pero esta sensación se pasa al cabo de un ratito, y tras el expulsivo, todo el dolor desaparece por completo, como por arte de magia. En ese momento tan duro en el que dudamos de nosotras mismas y de nuestra capacidad para parir, es importante centrarnos en que debemos ayudar a nuestro peque a venir al mundo, que nosotras podemos, que somos poderosas, y que el dolor sólo será un rato y luego se irá del todo.


 Imagen de http://filipinobook.com/3-incredible-experiences-new-dads-go-through/


   3. Durante el parto se grita, se suda, se resopla y se maldice. Creo que no he visto ningún parto en las películas que no cumpla con alguna de estas “premisas”, con la mujer gritando como posesa e insultando al marido por haberla metido en aquello. La verdad es que esto echa para atrás a cualquiera. Lo que yo recuerdo de aquel momento es estar súmamente concentrada, como en otro mundo, tanto que no me dí cuenta de que el Ganso me estaba ofreciendo su mano para que la apretara, pero yo ya estaba aferrada a las barras del potro con una fuerza que poco más y me quedo ahí soldada.



 Escena de la serie Glee

   4. Se pare tumbada, y si el niño no baja, se empuja la barriga de la madre con el codo. Pues resulta que hay otras posiciones para dar a luz, de hecho, la tumbada es la más complicada, ya que no contamos con la ayuda de la gravedad. ¿Alguna vez has intentado hacer tus necesidades tumbada? ¿Te imaginas qué incómodo? Una vez leí que las egipcias daban a luz de pie, y me pareció una barbaridad. “¿Por qué no dejaban tumbarse a esas pobres mujeres?” Pues resulta que se puede parir de pie, agachada en cuclillas, a cuatro patas y como te pida el cuerpo en ese momento. Y si el niño está alto y parece que tarda en bajar, lo peor que se puede hacer es la maniobra Kristeller, con uno o varios sanitarios hincándole el codo a la parturienta en las costillas. Esta práctica tan antigua y peligrosa está cada vez más desaconsejada, y en su lugar se recomienda dejar que la mujer de un paseo y que el bebé se ayude de la fuerza de la gravedad.


 http://www.elpartoesnuestro.es/

   5. Un parto es peligrosísimo, te juegas la vida, y por eso hay que parir en el hospital, porque puede pasar algo y tiene que haber médicos ayudándote. Cada vez se está extendiendo más, en los países desarrollados, el parto domiciliario, y es que un parto por lo general no tiene por qué tener ninguna complicación, y de haberla, pues es para eso para lo que están los hospitales. Aunque a mí me daba un poco de miedo no llegar a tiempo en caso de que la hubiera, la verdad es que me seducía la idea de un parto tranquilo y relajado, en la seguridad de mi hogar, rodeada sólo por quien yo quisiera, y lo menos instrumentalizado posible.



 Imagen de http://www.yourfonderheart.com/2012/10/women-in-labor.html

   Y tú, ¿qué ideas preconcebidas tenías sobre el momento del parto que luego comprobaste que no eran ciertas?

domingo, 1 de junio de 2014

Lo que aprendí sobre los sacaleches

   “¿Y para qué leches quiero yo un saca idem? ¿Y si al final no puedo dar el pecho? ¿Y si me tienen que hacer cesárea? ¿Y eso para qué sirve? ¿Para qué voy a querer yo sacarme mi leche?”

   Ay Gansa Premamá, mejor vete preparando la hucha para comprarte un sacaleches porque te va a hacer falta, y mucha.

   Si bien es cierto que es posible hacer una extracción manual de la leche materna, yo no me he apañado nunca con ello, y además hay que estar mucho tiempo estrujándose para sacar muy poco (sobre todo si, como yo, no le pillas el truco). Así que un sacaleches, para mí, fue algo imprescindible durante la lactancia.

   Esto lo descubrí un día que mi Gansi pasó un rato más largo de lo habitual sin pedir tetita, vete tú a saber a qué fue debido, pero el caso es que comencé a notar los pechos durísimos y muy doloridos. Al principio el dolor era soportable, pero al cabo de un rato aquello no había quien lo aguantara, y no podía ni rozarme. Tenía un desbordamiento que no había disco de lactancia lo suficientemente absorbente para retenerlo, y tuve que salir corriendo a la farmacia a comprar un sacaleches.

   Y lo hice totalmente a ciegas, sin haber mirado ni comparado marcas. Estaba tan desesperada que entré a toda prisa diciéndole a la farmacéutica “¡Dame el que tengas! ¡Me da igual!” y salí de allí con uno de marca Saro, que no es que fuera malo, pero era manual.


   En ese momento ni me lo cuestioné, visto lo que costaban los eléctricos. “¡Qué bobada! Gastar tanta pasta por no estar un ratito bombeando con la mano, y para lo que yo lo voy a usar...”. Llegué a casa y me lo enchufé, esperando que saliera un chorrazo de leche como cuando ordeñan a las vacas, pero aparte de que tardó un ratito, lo que salió fue un chorrito tan finito que apenas se veía. En ese caso, como tenía los pechos llenísimos, no tardé mucho en recopilar una buena cantidad, pero aún así se me quedó la mano un tanto cansada. Ahora bien, del alivio que me dio se me saltaron hasta las lágrimas.

   Entonces fue cuando me di cuenta de la falta que me hacía tener un sacaleches en casa, porque habría otros momentos en los que, por la razón que fuera, necesitara vaciarme los pechos. Y visto la practicidad del artilugio, me dispuse a sacarle más partido, y un día, aprovechando que mi Gansi dormía plácidamente (cosa poco habitual, por cierto), me enchufé la ventosa y empecé a darle a la palanquita.

   Mi intención era dejar un biberón bien llenito para que se lo dieran a mi Gansi mientras yo me iba a hacer un examen, pero llevaba ya media hora dale que te pego, canturreando “tengo una vaca lechera, no es una vaca cualquiera” y allí sólo había un dedito de leche, y la mano la tenía ya al borde de la tendinitis, así que me empezó a resonar en la cabeza una vocecilla pedante y chillona que me decía “¿Lo ves como merecía la pena haber invertido en un sacaleches eléctrico?”.

   Y ahí no acaba la historia. Resulta que dejé el biberoncito con mi leche (bien orgullosa de aquellos 4 dedos que había conseguido sacar), en la nevera, con instrucciones de que lo calentaran un poco al baño María antes de dárselo a mi peque, y al volver del examen, la persona que lo cuidaba me dijo: “Pues cuando fui a echar mano de la leche estaba como cortada, así que la tiré y le di un biberón de fórmula”...

   Por un lado pensaba “¡Mi preciosa leche que tanto me había costado sacar!”, pero por otro agradecía que no le hubieran dado a mi Gansi leche en mal estado. Hasta que empecé a informarme sobre la extracción de leche, y volví a llorar por mi leche derramada. Resultaba que era normal que la leche materna, al cabo de un rato en reposo, se quedara como en dos fases, y que sólo había que agitarla un poco...


 "Mi pobre cheche... estaba buena... y se fue por el desagüe..."


   Otra cosa que aprendí fue que me habría venido bien tener bolsas u otros sistemas de almacenaje de la leche, y que no estaba de más empaparme los consejos sobre cuánto tiempo aguanta la leche materna almacenada a distintas temperaturas, y la forma correcta de utilizarla. 


   Así que si alguna vez quiere venir a casa otro bebé, seguramente me haga con un sacaleches eléctrico. Incluso si me tienen que hacer cesárea, así voy estimulando la subida de la leche. No estoy muy segura de que esto funcione así, pero tampoco creo que sea malo. Y si no me va bien con el nuevo artilugio, ya tendré material para otro “y yo que creía que”.