Si eres madre, más de una vez vas a
escuchar esta frase, y más de un millón de veces vas a decirla.
Y no sé qué me da más rabia, si que
me manden a tener cuidado con mi peque, como si yo no estuviera lo
bastante atenta ya (aunque un despiste lo puede tener cualquiera,
vaya), o descubrirme haciendo lo que me propuse no hacer, mandando a
mi peque a tener cuidado.
Es inevitable, en cuanto nuestros
peques empiezan a moverse, a querer explorar, tocar y trepar por
todos sitios, nos sale, aunque sea sin querer, ese “¡Ay,
cuidado!”, que más de uno pensará “¿y qué malo hay en
decirles esto a los niños?” pero no es que haya algo malo
necesariamente, sino que para nuestros peques no es tan beneficioso
como pensamos.
Los niños necesitan adquirir
confianza, tienen que tropezarse y caerse para desarrollar su
equilibrio, y los padres tenemos que estar cerca para evitar que se
maten o que se hagan mucho daño, pero eso, estar cerca y pendientes,
no sentarse a lo lejos y estar todo el rato “cuidado con esto”,
“cuidado con aquello”, “no corras”, “no te subas ahí”,
porque así lo único que conseguimos es mermar la confianza de
nuestro peque.
Si le decimos a un niño todo el rato
“te vas a caer”, al final seguro que se cae. Es preferible dejar
que desarrollen su agilidad, que se suban donde quieran siempre que
estemos ahí para evitar que se dañen.
Y predicado esto, que nadie se sienta
mal si no lo cumple porque a mí misma me cuesta, y ni llevo ya la
cuenta de las veces que le he dicho a mi peque el típico “cuidado”,
en ocasiones completamente inespecífico, que los peques al oírlo se
deben quedar un poco locos pensando “pero ¿cuidado con qué? ¿qué
es lo que estoy haciendo mal? ¿qué tengo que hacer ahora?” porque
lo soltamos así a secas.
Pero llevamos el chip puesto, quizá
porque es lo que hemos vivido en nuestra infancia, o igual es una
parte de nuestro instinto protector que no sabemos gestionar, y vemos
a nuestro peque haciendo equilibrios en un bordillo y en vez de ir a
su lado y explicarle que si estira los brazos a los lados irá mejor,
o que debe fijarse muy bien dónde apoya los pies, lo que nos sale es
“¡bájate de ahí que te vas a caer!”
"¡Yosuaaaaa! ¡Sálete del agua ahora mismo que como te ahogues te mato!"
Si nuestro peque es un Usain Bolt en
potencia y nos preocupa que se deje las rodillas y los incisivos en
el suelo, mejor llevarle a trotar a un sitio donde no se pueda hacer
tanto daño, como la playa o un parque con arena, o césped blandito,
que no estar todo el rato con el corazón en un puño rezando para
que no tropiece o prohibiéndole correr.
Y aunque lo sepamos, lo vamos a seguir
diciendo, doy fe. Es como que nos quedamos más tranquilos. “Eah,
le he dicho que tenga cuidado, ahora ya no se hará daño, he
conseguido que esté atento a lo que hace”, y a lo mejor no, a lo
mejor lo que he conseguido es que el peque vaya más inseguro y al
final pase lo que tememos que pase.
Y es que la palabra “cuidado” para
un niño, es tremendamente inespecífica. Le decimos que tenga
cuidado pero no le decimos cómo tiene que tener cuidado (a veces ni
con qué), qué tiene que hacer para que no le pase eso de lo que le
estamos advirtiendo, o que tememos que le pase pero ni le se lo
aclaramos.
Imagina que ves a tu peque cogiendo un
cuchillo para cortar un trozo de comida. ¿Qué haces?
A) Se te desorbitan los ojos y chillas
“¡cuidado!” apuntando al cuchillo como si fuera a explotar
B) Te aguantas el exabrupto pero le
retiras con una sonrisa nerviosa el cuchillo y le cortas tú lo que
sea
C) Le pides que te de el cuchillo, le
explicas que no debe utilizar cuchillos que cortan hasta que aprenda
cómo hacerlo (no le especificas realmente cuándo va a ser eso para
que no se impaciente), y le dices que practique con uno de postre de
punta redonda de esos que no tienen ni filo (mi Gansi los llama “de
los que no hacen sangre”) y te quedas a su lado mientras lo
intenta.
Si has contestado A, no te preocupes
que es de lo más habitual, es lo primero que nos sale a todas. Si B,
estás en ello, bien, pero aún te falta confianza para fomentar la
autonomía de tu peque. Y si C pues ole tú, que ya me gustaría a mí
que me saliera siempre así.
Y respecto a esas personas que parece
que viven con más estrés que una perdiz, que saltan como los gatos
cuando van en tensión y se asustan, y te dicen que tengas cuidado
con tu peque porque le parece que está haciendo algo súmamente
peligroso o a lo mejor te ve cara de despiste, pues sonrisa, muchas
gracias, no se preocupe usted (que le va a dar algo), ya estoy al
tanto, y apretar los dientes si procede.
Aunque hay muchas formas de decir las
cosas, si realmente nos preocupa el bienestar de la criatura, que
siempre se puede dar el caso de que el progenitor se haya distraído
un momento y el peque vaya directo a la carretera sin mirar que pasan
coches. Diferente es llamar la atención de una madre que parece
distraída si vemos que su peque está en peligro, a decirle “ay,
cuidaito” cuando vemos que está activamente al lado de su hijo,
pero en estos casos lo dicho, sonrisita y para adelante.
Si se entiende mejor, pondré el
ejemplo de cuando mi peque empezó a subir escalones. Yo dejaba que
lo intentase sola pero me quedaba a su lado preparada por si perdía
el equilibrio o tropezaba. Pero como hubiera alguien más alrededor
no faltaba el “¡ay! ¡esa niña tan chica subiendo solita por las
escaleras! ¡ten cuidao (“alma triste” implícito)!” O cuando
aprendió a andar pero a veces aún se caía de culete, me miraba, se
reía y se volvía a levantar, pero si alguien la veía y chillaba
“¡ayyy! ¡que sa caido!” la pobre se pegaba un susto que igual
hasta lloraba.
Así que esta frase no sabría si la he
dicho más veces de las que la he oído, pero cada vez intento que,
cuando me salga, al menos tratar de especificarle a mi peque a qué
me refiero, o intentar sustituirla por frases positivas en lugar de
negativas: “hazlo mejor así” (en lugar de “así no”), “ve
más despacio que el suelo puede resbalar” (en lugar de “no
corras que te vas a resbalar”).
"¿cuidao con queee?"
La verdad es que yo sí le digo a veces a mi hijo "ten cuidado", pero lo hago sobre todo por evitar eso de "te vas a caer" que creo que está mucho más extendido y provoca el efecto pigmalión, es decir, que basta que se lo digas para que pummm se caiga... Y sí, alguna vez me ha pasado que en el metro le diga alguna señora "te vas a caer..." y echarle yo una mirada y reprimirme un "tenga Vd cuidado de no caerse" pero llegar a decirle no se preocupe, yo soy su madre y si se cae es mi problema...
ResponderEliminarAsí es amiga. Es que nos sale queramos o no, yo aunque me intente reprimir, cuando me doy cuenta ya le he soltado el "cuidado", aunque ahora procuro al menos ser más específica :)
EliminarY esto ya es para toda la vida, me temo, cuando vayan a salir solos con sus amigos de noche, les diremos un "ten cuidado" en el que irán implícitas muchas cosas, entre ellas "por favor, vuelve".
Ains....
Muchas gracias por comentar
Un beso
Ah y pasando de entrometid@s. Lo haces genial!