sábado, 20 de junio de 2015

Idas de olla maternales

   Siempre he sido un despiste con patas, pero con la maternidad ya es lo más. Había escuchado que el embarazo hace que una a veces esté como falta de concentración, quizá por el cansancio o por las hormonas, y hoy me gustaría compartir vuestras historias de idas de olla épicas a consecuencia del embarazo o de haber sido mamás (sobre todo recientemente), del tipo llevarte dos horas buscando las llaves del coche y encontrarlas en la nevera.

   Yo he tenido de esas a docenas...

   Uno de los vasos favoritos de mi Gansi lleva más de un año hace desaparecido y cada vez estoy más convencida de que lo debí dejar en el techo del coche mientras amarraba el cinturón del asiento de mi peque, y luego arranqué y nunca más se supo.

   Lo peor para mí fueron los primeros meses postparto, la falta total de sueño me hacía imposible el concentrarme, y sobre todo el planificar, todo tenía que ser sobre la marcha. Además, mi Gansi era un bebé imprevisible, así que no podía planear nada contando con que en ese momento durmiera o no, o con que estuviera comiendo o ya hubiera comido para esa hora, o que pudiera salir de casa o me tuviera que quedar consolando cólicos.

   Podían llegar las 13:45 del mediodía y decir, “uy... ¿y qué pongo hoy de comer?” Imagínate que quedas con alguien para ir a nadar y estás tan tranquila, sabiendo que tienes que ir a nadar sí, pero sin pensar en nada más, y cuando llega el momento te pones a prepararte y caes en la cuenta de que no tienes bañador. Pues cosas parecidas me pasaban por culpa de esa falta de capacidad de planificación.

   Me pasaba tanto creer que había hecho algo y resulta que sólo lo había hecho en mi mente, como haberlo hecho en modo robot y no recordar ni cómo ni cuándo, como si hubiera sido otra persona la responsable. Y para qué hablar de recordar eventos. Tanto al Ganso como a mí se nos pasó por completo la fecha de nuestro segundo aniversario de bodas, y nos acordamos al cabo del mes como “oye... ¿no ha sido nuestro aniversario? Pues sería...”

   También me pasaba que hacía diferentes planes para un mismo día, y cuando ese día llegaba era cuando me daba cuenta de que no podía estar en dos o tres sitios a la vez.




   Y es que había veces que me sentía tan hecha polvo que cuando veía a otra madre con un peque algo mayor sólo quería agarrarla de las solapas y gritarle entre lágrimas “¡Dime que esto se pasa! ¡Dime que en pocos meses mi bebé dormirá mejor y no llorará tantísimo! ¡Dime que pronto podré descansar!” (una vez más mis falsas expectativas me hacían creer que había algo que no iba como es debido y que pronto se pasaría).

   Pero a lo que voy, a mis despistes descomunales como salir en zapatillas o darme cuenta de que no me había peinado cuando ya estaba de vuelta hacia casa. O contarle al Ganso las mismas cosas varias veces pensando que aún no se lo había dicho, que el pobre ya temería por mi salud mental y estaría imaginándome con Alzheimer prematuro.

   Lo reconozco, se me ha ido la pinza y mucho... “¿Hemos pagado aquel recibo? ¡creo que me he dejado un grifo abierto! ¿Siguen las patatas en la freidora?”

   Ni me acuerdo de cuántos chupetes me he cargado por echarlos a un cazo de agua hirviendo para que se esterilizaran, irme corriendo a atender a mi peque y acordarme ya tarde (o por el humo o el olor delator del plástico quemado), y encontrar un pequeño charco de plástico de colores más o menos renegrido y pegado al fondo del cazo.








   Y a estas idas de olla a veces, en mi caso, ha acompañado la paranoia maternal. Dejar a mi peque por primera vez con otra persona, irme e imaginarme todos los escenarios macabros posibles, o el sentimiento de culpabilidad que te hace sentir mala madre por cualquier cosa que hagas o dejes de hacer con tu bebé. La de pesadillas que tuve antes de que empezara la guarde... ¿qué harían allí con mi pobre criaturita? Se escuchan tantas historias... ¿Soy la única que alguna vez ha pensado que le habría tranquilizado tener una conexión al móvil con cámaras del cole o la guardería y poder ver en todo momento lo que hace mi chiqui?

   Ni sé la de veces que habré salido de casa y habré tenido que volver en varias ocasiones por algo que se me había olvidado. Hasta he pensado que si hay unos ladrones pendientes de cuándo entramos y salimos para colarse en casa, los pillamos in fraganti fijo, porque si ya es difícil prever cuándo salimos, averiguar el tiempo que nos vamos a llevar fuera, que pueden ser menos de 5 minutos si se olvida algo, cosa muy habitual, pues ya ni te cuento.

   Es comprensible que tengamos la cabeza en las nubes, con las hormonas en plena ebullición, un cansancio tremendo y todas esas sensaciones y emociones nuevas que vamos experimentando. Bastante tenemos con pensar en los cuidados que requiere nuestro peque (¡y nosotras mismas!) como para tener que estar pendiente de algo más.

   Por eso creo que una madre puerpera necesita mucha ayuda. He visto a mujeres ser duramente criticadas porque después de ser madres se han ido a vivir con sus padres o sus padres (su madre al menos), se ha ido a vivir con ella, y creo firmemente que quien se puede permitir hacer esto, hace bien. Cuando una mujer es madre sólo necesita estar con su bebé y descansar, no tendría por qué ocuparse de nada más, pero en nuestra sociedad se premia a la super woman que ella solita atiende a su recién nacido y a los demás que pueda tener, tiene la casa impoluta y “¡qué narices! ¿quién necesita baja maternal? ¡me voy a trabajar y dejo a mi peque de dos semanas con la tata!”

   Y yo no digo que no haya mujeres que lleven para adelante mil cosas ellas solas y haya que ponerles un monumento, pero lo más normal del mundo es que cuando una madre reciente se quiera ocupar de algo que no sea ella misma o su peque, note que le cuesta horrores concentrarse, y que, más de una vez, se le vaya la olla...

jueves, 11 de junio de 2015

Barriguita de embarazo... ¿ocultarla o presumir?

   ¡Qué manía tenemos con hacer bandos! Que si biberón o lactancia materna, carrito o porteo, cuna o colecho, nocilla o nutella...

   Es que hay bandos para todo, y todos pueden vivir en armonía, aunque haya algunos más propensos a llevarse a la gresca en ocasiones. La vida es elegir, y cada uno toma su opción porque hay gustos para todo.

   Por ejemplo, hay embarazadas que lucen sus tripitas con orgullo, mientras que otras hacen por ocultarla hasta que les es imposible.

   En mi caso yo era de las primeras, de las que me gustaba que mi tripita se me marcara y acentuara desde el segundo 1 de mi embarazo, incluso durante esa primera fase en que la gente te mira y no sabe si darte la enhorabuena o recomendarte un centro de fitness.




   Supongo que las “ocultadoras” (eah, ya os he etiquetado, con lo poco que me gusta) ponen su empeño precisamente en esta fase, y reconozco que esas primeras semanas en las que aún no es evidente que lo que tienes no es una lorza sino una tripilla en la que hay un pequeño ser creciendo, pueden ser un poco chocantes, sobre todo para las que se pasan la vida cuidando su figura.

   Entiendo, aunque no siempre lo comparta, que haya mujeres que lleven mal ver su cuerpo cambiar y crecer, y aún peor que los demás lo noten. A mí personalmente me daba igual. Yo le decía al Ganso “¿Este vestido me hace barrigona? ¿Si? ¡Mejor!”

   Según la ropa que llevemos, podremos conseguir un efecto y otro. La verdad es que tampoco tiene mucho misterio, lo entallado marca y lo suelto oculta. También se puede jugar con el corte de las blusas o vestidos, bajo el pecho para acentuar (típico de ropa premamá) o más a la cintura para disimular. Aquí tenéis unos consejos de una vlogger (con v de vídeo, eh) de moda para las ocultadoras, o para las que prefieren esperar a que el embarazo sea evidente para presumir de tripa. 





   También puede ser útil para las que simplemente quieren disimular tripita sin estar o haber estado embarazadas, o para esa bolita que te queda después de dar a luz, de la que nadie te previene (en las películas las mujeres después de parir se les queda un vientre plano, y aquí no ha pasado nada) que a veces te miras y te preguntas si no se habrán dejado otro niño adentro.

    Y es que hay algunas mujeres que llevan peor que otras los cambios físicos que conlleva la maternidad. Se miran tristemente diciendo “¡Estoy enorme! ¡me siento gorda!” y fíjate que yo me sentía esplendorosa. No se si la gente me miraría y vería algo bello o pensaría “¡menudo zepelín!”, pero a mí me la traía al fresco. Yo veo el embarazo como algo tremendamente bello, cuando veo una mujer embarazada me parece que está más preciosa que nunca, poderosa incluso.

   Después de haber sido madre, me parece que en esta sociedad la maternidad está infravalorada. Lo que se aplaude es estar de 8 meses y que no se te note, o acabar de tener gemelos y que parezca que los ha tenido tu prima y no tú. Le damos tanta importancia a lo físico y a las apariencias que no me sorprendería que hubiese mujeres que alquilaran un vientre para poder tener hijos sin que afectara a su figura. 




 Polémicas fotos de una modelo embarazada de 8 meses


Elsa Pataki mostrando la disciplina necesaria para recuperar su figura lo antes posible tras un embarazo gemelar


   De hecho, más de una historia conozco de madres cuya razón para no dar el pecho es no estropeárselo. A ver, que eso es una decisión personal y los motivos de cada una suyos son y de nadie más, pero a mí lo que me viene a la mente (que no a la boca, por respeto) en estos casos particulares es “tú te lo has perdido”. De hecho, parece que los médicos sostienen que dar el pecho no lo estropea ni lo hace caer.

   Puede que mis pechos no estén tan firmes (también la edad y la gravedad influyen), pero para mí ha merecido la pena. Y puede que mi vientre esté fláccido y que tienda a acumular grasa (a ver si nos enteramos de una vez que esto es lo más normal y natural del mundo), puede que tenga estrías, pero no cambiaría un ápice de este cuerpo (que iba a decir roto, pero me parece más acertado decir moldeado por la maternidad), si supone perderme la experiencia de haber sentido a mi peque crecer dentro de mí.

   Esto lo tenía claro desde el instante en que me enteré de que estaba embarazada, que me la soplaba lo que pensaran los demás, yo lo que quería era admirar mi barriguita creciente todo el día.

   Puedo decir que tuve la suerte de tener un buen embarazo, sin apenas molestias, ni siquiera en las últimas semanas. Lo que más me costaba era dormir cómodamente, pero ni por eso tenía prisa por que mi peque naciera. Nació 5 días después de la fecha prevista, pero por mí como si pasaba de las 42 semanas, aunque como primeriza y poco informada, me veía llegando a esa fecha y teniéndome que provocar el parto.
Pero vamos, que yo iba con mi barrigola por delante a todas partes, ahí bien visible.

   ¿Y tú? ¿La disimulaste o la luciste?