miércoles, 31 de julio de 2013

Los bebés de los Sims

   

   Los sims es el juego con el que antes de ser mamá pasaba mis horas muertas. Ahora mis horas están tan solicitadas que no tienen tiempo ni de morirse las pobrecillas.
   En pocas palabras es un videojuego de simulación en el que te construyes tu casa y tu familia. Trata de ser lo más realista posible dentro de sus posibilidades, pero lo cierto es que cuanto más absurdas son las situaciones que te encuentras y más surrealistas, más divertido resulta. Te creas un sim, le haces una casa, le buscas un trabajo, tu sim liga, se casa y tienen bebés.

   Antes de tener a mi propio bebé los hijos virtuales de mis sims no me llamaban especialmente la atención, es más, me parecía un aspecto bastante logrado del juego, pero supongo que cuando tienes conocimientos y experiencia en algo, tu visión cambia. Me imagino que sucede algo parecido cuando los médicos ven una serie sobre medicina, una persona sin su formación no verá nada raro mientras que ellos se pasarán los capítulos llevándose las manos a la cabeza por cada licencia artística que se tomen los guionistas.

   El caso es que hace un tiempo conseguí tener un ratito de relax en casa a cambio de hacer una huelga de fregonas caídas, y aprovechando una bendita siesta de mi gansi decidí desempolvar el juego que llevaba más de un año sin tocar, y empecé a cuestionarme si los creadores del juego tendrían hijos siquiera, o quizá lo que tienen es mucha guasa. Bueno, pues me lo pasé pipa y por eso quería compartirlo, porque cualquier parecido con la realidad (al menos con la mía) es pura coincidencia.

   Resulta que a las mamás sim, cuando va a dar a luz, después de dar un par de vueltas de peonza, les aparece la criatura en los brazos, luego dicen oooooh, la dejan en la cuna, y siguen con su vida como si no hubiera pasado nada.

   Una de los aspectos más tronchantes del juego es la posibilidad de dejar fluir nuestra naturaleza más sádica y hacer sufrir a los personajes, encerrándolos o quitando el baño de la casa y cosas así, pero a mí para echarme unas buenas carcajadas ese día me bastó con ver cómo mis sims se desenvolvían con su retoño.

   Deben ser éstos, entre otros, los estragos que han causado en mí la maternidad y la falta de sueño, porque cualquiera que me viera pensaría que estoy fatal de lo mío, tronchándome yo sola en el sofá, alterándome viva y señalando la pantalla mientras exclamo: “¡Pero mírala! ¡Que lleva todo el santo día sin coger al niño! ¿Pero es que a ese crío le da igual estar encerrado solo horas y horas mirando al techo? ¿Y por qué narices sólo se les puede dar biberón? ¿Para qué quieren una canguro si nada más que viene a ver la tele? ¡Menudo rollo un niño que sólo llora cuando tiene hambre o el pañal sucio!”

   Todo esto hasta que mis obligaciones me devolvieron irremediablemente al mundo real. Y es que creo que sí, que en el fondo estoy fatal de lo mío…



domingo, 28 de julio de 2013

Y yo que creía que… Los bebés dormían de noche

   Aaah aquellos tiempos en que dormía dónde, cuándo y cuánto quería… Horas y horas de sueño ininterrumpido y aparte una siesta después de la comida. Sí señor, yo era una dormilona.

   Recuerdo de cuando era gansa premamá, que los papás y mamás que conocía me decían siempre “duerme ahora que puedes” y yo asentía con la mejor de mis sonrisas, pero por dentro pensaba “qué exagerada es la gente, por favor”.

   Algo tenía entendido de que los bebés se despertaban por la noche, pero pensaba que se referían a que tenían un despertar por noche de vez en cuando si tenían alguna pesadilla o estaban malitos, y que por norma general dormían durante la noche. Sí señor, yo era una pazguata.

   Incluso cuando la matrona nos explicaba en las clases de maternidad que a los bebés que toman pecho al principio hay que darles tomas muy frecuentes, yo inocentemente pensaba que aquello no incluía la noche. Y no, no me dio por informarme, simplemente daba mis ideas por sentado y la realidad me golpeó en la cara como un balonazo.

   Al principio pensaba que me había tocado el único bebé del mundo que no dormía más de media hora seguida. A todos mis conocidos les preguntaba si aquello era normal, y me decían que cuando tuviera tres meses y se le pasara el dichoso “cólico del lactante” dormiría más, y yo me lo creía. Con el paso del tiempo la causa de los despertares pasaba de ser atribuida a los cólicos, a achacársele al brote de los dientes, o a que pasaba hambre y debía darle más de cenar, y un sinfín de posibles causas.

   Y así me pasaba la vida como un zombi, día tras día sin dormir más de dos horas seguidas el día que había suerte, con unas ojeras de Nosferatu hasta el suelo, un humor de perros y más despistada que un piojo en la cabeza de una rana. Porque además, para colmo, como yo creía que los bebés tenían que dormir en su cunita (de lo que hablaré más adelante), cada despertar suponía levantarme y estar entre 50 minutos y una hora aguantando el sueño para luego luchar por volver a caer en los brazos de Morfeo los más rápido posible, y en cuanto caía tocaba levantarse otra vez.


   Cada vez que me despertaba pensaba, ya queda menos para los x meses, pero x pasó de 3 a 4 y a 6 y siguió y siguió, hasta que ya no pude más y me puse a investigar sobre el sueño de los bebés.

   Lo primero que me encontré fue al Doctor Estivil. De hecho en mi entorno había varios padres y madres que aplicaban el método “duérmete niño” (todos mis respetos para ellos/as) y me aseguraban que no pasaba nada por dejar llorar a los niños un poco y que era por su bien (¡si hasta era bueno para los pulmones!). Y yo me sentía super mala madre porque la sola idea de dejar llorar a mi criatura un solo minuto me horrorizaba. Además me llamaba poderosamente la atención que aquellas afirmaciones tan tajantes (muchas de las cuáles me eran de lo más familiares) no tuvieran ninguna referencia seria, con lo científica que yo soy, ¿dónde estaba la bibliografía que diera apoyo a aquellas “verdades de la vida”?

   Pero me sentía tentada porque no podía seguir durmiendo como un preso de Guantánamo con el cuchillo bajo la almohada, un ojo abierto y una medio taquicardia pensando “que no se despierte, que no se despierte” y al oír el mínimo movimiento o respiración desacompasada sentir cómo me aumentaban las pulsaciones y pensar “No! No! Ahora no! Que casi me había dormido!”

   Por suerte para mi pollito, antes de poner en práctica nada de lo que había leído, quise contrastar la información y… vaya vaya! Pero lo que descubrí sobre el sueño de los bebés lo dejo para otro post. (Intriga intrigosa!)



viernes, 26 de julio de 2013

Mi primer huevito

    Mi primer huevito no llegó a pollito, se quedó por el camino cuando apenas estaba haciéndome a la idea de que estaba embarazada. No me gusta hablar de cosas tristes y soy de las que piensan que en la vida hay que saber sacar siempre el lado positivo de cada situación si no queremos terminar cayendo en una espiral de amargura que no conduce a nada. Por eso, más que hablar de la tristeza de la pérdida, quisiera hablar de la parte que recuerdo con más cariño, de esa ilusión que se siente cuando te dan la noticia de que eso que te pasa es que llevas una vida dentro.

   No obstante, de todo lo que hallé en mi periplo por Internet buscando en vano la respuesta a la pregunta ¿por qué a mí?, quisiera dejar una reseña de una de las mejores fuentes que encontré sobre el tema: 


   Y más recientemente ha llegado a mí otra experiencia personal contada como te la contaría una buena amiga:

   Por fin, sin más dilación, paso a contar la historia del primer huevito que puso la gansa.

   Realmente no buscábamos descendencia, simplemente dejamos de poner medios para impedir que llegara, pero sin darle mayor importancia, y ya se daría el caso si se tenía que dar, aunque la verdad es que no tardó mucho en darse. 
   Unos cinco días después de una regla que en nada se diferenciaba de las anteriores, empecé a sangrar un poco. Al principio creí que sería de la ovulación, ya que a veces sangro un poco ese día y otra regla no podía ser porque la acababa de tener, pero aquello no paraba, así que pensé ir a mi médico de cabecera a ver qué estaba pasando porque no creí que fuera nada importante como para acudir a urgencias o a un especialista.
   Mi querido doctor, aún menos angustiado que yo, me dijo sin examinarme siquiera: “no te preocupes mujer, eso son desajustes hormonales normales, te voy a recetar esto que te va a cortar ese sangrado, pero por si acaso te tengo que hacer una pruebita de embarazo, que no te preocupes que va a salir negativa”. 
   Así que pedí el botecito de muestras de rigor y se lo entregué a la enfermera, que se lo llevó y me cerró la puerta de la enfermería en las narices, dejándome en la sala de espera sola con mis pensamientos, que eran más o menos los siguientes “a ver qué pinto yo aquí haciéndome una prueba, que no estoy embarazada ni nada, perdiendo el tiempo cuando van a llegar unas visitas a mi casa y no voy a estar porque pensaba que esto sería una cita rápida”, cuando de repente se abrió la puerta de la enfermería y salió la señorita de la bata blanca con una sonrisa de oreja a oreja, que se le borró de inmediato al ver mi cara de desconcierto, con los ojos tan entrecerrados que podía haber pasado por asiática y la cabeza ladeada como los perrillos. La señorita carraspeó y me dijo: “¿pero tú que es lo que quieres?”, pregunta que no hizo sino descolocarme aún más, de modo que sólo acerté a titubear: “yo… yo... a mí me ha dicho el médico que tiene que salir negativo”, señorita enfermera: “pues vamos a hablar con el médico porque esto negativo no es”. Y ahí que me fui tras ella con los ojos como platos soperos y la boca como plato de ensalada. 
   En ese momento mi cabeza era un nido de avispas, pero acerté a ver a señorita enfermera enseñarle la prueba a querido doctor, que me miró sin cambiar de expresión y me soltó: “uy! Menos mal que hemos hecho la prueba!” yo sin salir de mi asombro: “pero cómo? Si acabo de tener la regla hace unos días!” querido doctor: “puede haber sido una regla falsa” mi mente: “menuda falsificación más buena y detallada” querido doctor: “De todas formas ese sangrado no es normal, vente dentro de unos días y te repetimos la prueba”.
   Era tal mi conmoción que no acerté a preguntarle si debía hacer algo, guardar reposo o lo que sea, simplemente salí de allí levitando hacia mi hogar deseosa de contarle a mi ganso todo el periplo, pero tuve que esperar pacientemente y con mi mejor cara de póker a que se fueran las visitas.
   ¿Qué quería decir aquello? ¿Estaba embarazada o no? ¿Y ahora qué? ¿Esperar varios días con semejante incertidumbre? ¡Ni hablar! Yo, que además había dejado ya de sangrar, me compré mi test de farmacia y me lo hice por la mañana, y ahí estaban esas dos rayitas tan remonísimas que por cierto aún guardo porque soy así de nostálgica de la vida. Así que miré al ganso y le dije más feliz que una perdiz “a que va a ser verdad esto…”
   Todo lo que sucede días después ya es la parte triste, así que al menos por el momento la vamos a omitir, sólo diré que esta experiencia nos marcó y nos hizo vivir la llegada de nuestro segundo huevito de otra manera, pero eso ya lo contaré más adelante.







jueves, 25 de julio de 2013

La Gansa Rosa

     ¿Y qué hago yo a estas alturas escribiendo un blog? Yo que soy tan reservada para contar mi vida, que no tengo ni tiempo para cortarme las uñas y que probablemente todo lo que me haya pasado ya le ha pasado a otra y lo ha contado con mucha más gracia y más arte (anda que me vendo bien).

     Pues sí, aquí estoy, convencida de que probablemente seré una más y pasaré desapercibida, pero aún así deseosa de compartir con el mundo todo lo que la maternidad me ha descubierto, o al menos dejar testigo escrito de ello.

     Y es que yo era una inocente criatura del Señor que vivía en los mundos de Yupi y no sabía lo que se le venía encima, que pensaba que todos los bebes eran como los de los Sims, y que cuando me vi con mi criatura en los brazos pensé que había que devolverla porque yo había pedido un Nenuco y me habían dado un Chucky el muñeco diabólico.

     Ojalá pudiera aportar algo con mis recién estrenados conocimientos, pero me conformo con arrancar alguna sonrisa y algún que otro facepalm, aunque sea a mí misma cuando me lea en el futuro, con mis gansadas, las cosas que no entendía y ahora sí y las que sigo sin entender...