domingo, 27 de octubre de 2013

Lo que aprendí de la regla tras el parto

   Pues con casi 30 años que fui madre, ni con mis conocimientos de cultura general, ni con tantos estudios como he ido acumulando, sabía qué pasaba con la regla una vez que se daba a luz, y no me explicaba cómo era esto posible. Quizá nunca me paré a pensarlo, o dí por sentado que no pasaba nada extraordinario.

   Por difícil que resulte creerlo, nadie me lo había explicado nunca, ni siquiera el tema de los “loquios”, que lo aprendí en las clases de maternidad (fuerte, ¿verdad?). Así que la gansa premamá sólo pensaba: “¡Bien! 9 mesazos sin regla, luego todo será otra vez como antes”.

   Realmente me emocionaba la idea de estar 9 meses sin tener la regla, porque toda la vida he tenido unos dolores menstruales muy fuertes, que muchas veces no se aliviaban ni con medicación, y en más de una ocasión me han dejado un día entero sin poderme mover de la cama y retorciéndome de dolor. Así que librarme de este sufrimiento durante 9 meses me parecía maravilloso.




   Y ahora tomen asiento las premamás que, como yo por aquel entonces, no sepan qué les espera tras esos benditos meses de amenorrea, porque me dispongo a exponer, con toda la franqueza y lujo de detalles que el tema merece, el proceso que experimenta esta parte de nuestra feminidad sobre la que, aún a día de hoy, existen tantos tabúes.

   “¿Y qué me va a pasar una vez que nazca mi bebé?” Pues en palabras llanas: todas las reglas de las que te has librado, las vas a tener de golpe. En realidad, tendrás lo que se conoce como “loquios” (más información), durante alrededor de 40 días (la famosa “cuarentena”).

   “¿Y luego? ¿A los 28 días otra vez mi regla fabulosamente regular?” Pues... no. La regla puede tardar en volver. “¿Cuánto?” Depende de cada cuerpo, y sobre todo, depende de si das el pecho o no.

   Si no das el pecho, puede tardar varios meses, y si lo das, lo más probable es que tarde mucho más. Aunque siempre existen excepciones, la lactancia inhibe la menstruación durante meses, o incluso años.

   Es más, se puede utilizar la lactancia como método anticonceptivo bastante fiable (aumentaremos aún más la fiabilidad si controlamos otros parámetros como la temperatura basal y el flujo vaginal, siguiendo el  método sintotérmico). Al uso de la lactancia como método anticonceptivo se le conoce como MELA.

   Aunque es complicado estimar alrededor de cuándo regresará la menstruación si damos el pecho a nuestro bebé, por comentarios con otras madres he calculado que la media debe estar alrededor de los 9 meses tras el parto, pero es perfectamente normal que tu bebé tenga más de 2 añitos y todavía no te haya venido, igual que existen casos en que, aún dando el pecho a completa demanda, tarda mucho menos en aparecer.

   Como la lactancia, por desgracia, no está hoy en día tan extendida como debería, y menos aún la lactancia después de los 6 meses de vida del bebé, muchas mujeres que se animan a dar el pecho se sorprenden, e incluso se asustan o se preocupan, cuando su regla tarda varios años en regresar.

   Si no piensas tener otro bebé aún, la amenorrea son todo ventajas. En caso contrario, la nueva búsqueda se puede volver bastante frustrante, ya que, aunque volvamos a tener la regla, es posible que los primeros ciclos sean anovulatorios.

   Una vez que vuelve, además, es probable que pase un tiempo hasta que recuperemos nuestra regularidad anterior. La parte buena es que, por lo general, suelen desaparecer las grandes molestias que algunas mujeres sufrimos durante los primeros días del ciclo. La parte mala es que, por lo general, esa primera regla suele "desbordar" nuestras espectativas. En mi caso, espero que la cantidad no sea proporcional al tiempo de amenorrea, porque a este paso voy a terminar recreando la escena del ascensor de la películo "El resplandor".

   Pues sí, a día de hoy, hace casi 33 meses desde la fecha de mi última menstruación. Confieso que estoy encantada (a mi que me parecía una maravilla librarme de ella 9 meses). Si alguna vez lo comento a alguien (aunque no es asunto de nadie), se suelen sorprender e incluso preocupar. Lo bueno es que lo puedo utilizar como escudo cuando los metomentodos me presionan para que vaya a por el hermanito (aunque debería bastar con decir que simplemente no me da la gana).

   El caso es que, aunque puede que me equivoque, todo parece indicar que pasarán meses antes de que vuelva a saber a qué huelen las nubes...



domingo, 20 de octubre de 2013

Dar el pecho en público

   Soy una persona extremadamente pudorosa, jamás de los jamases he hecho toplesss y no suelo llevar mucho escote ni transparencias, así que cuando tuve a mi bebé, me faltaban cortinas y vigilantes en el hospital para aislarme mientras le daba el pecho.


   Nunca había tenido clara la forma correcta de comportarse ante una madre que da el pecho, ya que es un espectáculo hermoso de contemplar, pero siempre había temido que las miradas incomodaran a la mamá, ya que yo no estaba muy a gusto con la idea de que me estuvieran observando las tetillas, y me parecía admirable la facilidad con la que algunas mujeres se sacaban el pecho para ofrecérselo a su criatura, con una naturalidad pasmosa.


   Cuando venían visitas (y el primer mes postparto normalmente se reciben muchísimas), lo pasaba fatal, incluso trataba de evitar alimentar a mi peque hasta que se fueran, lo que casi siempre era tarea imposible, ya que mi gansi pasaba, en cuestión de milisegundos, del plácido sueño al modo “alarma nuclear”.


   Lo que peor llevaba, sin duda, era dar el pecho delante de familiares y amigos, y aún más si no se cortaban de quedarse embobados y para colmo hacer comentarios del tipo: “¡Hey! ¡Qué buen pezón te ha sacado!”

 "Aguanta reina..."


   Y así me pasé varios meses, escondiéndome tanto en la calle como en mi casa, ya que me retiraba a otra habitación cuando tenía invitados. Incluso me indignaba que en los lugares públicos no hubiera sitios habilitados para dar el pecho, como salas de lactancia en centros comerciales. Llegué al punto de plantearme sacarme mi leche y dársela en biberón a mi peque, cuando estuviéramos en la calle...


   Hasta que un día me harté, aunque no sabría decir cuándo, e hice la siguiente reflexión: si pretendes darle el pecho a tu bebé a libre demanda, te vas a tener que sacar la tetilla allí donde te pille, cuando te pille, y el que no quiera, que no mire. Y tratando de ser lo más discreta posible, empecé a darle de mamar en la consulta del médico, en los bares, en los bancos de la calle, etc, y dejé de una vez de esconderme en el servicio, rezando porque hubiera sitio suficiente (y tapa del váter) y, sobre todo, porque estuviera mínimamente limpio, aunque por muy limpio que esté, comer en un servicio no es agradable para nadie.


   Y justo cuando estaba superando por fin mis propias barreras, me topé con otras: los prejuicios de los demás. Pues sí, resulta que hay gente a la que le incomoda, hasta el punto de parecerle una indecencia, el ver a un bebé mamando (no se sienten así si lo ven tomando biberón, claro), aunque intentes ser discreta, aunque enseñes menos que lo que se ve con un escote estándar, sólo pensar que lo que hay detrás de esa cabecita es un pecho desnudo ya hace saltar las alarmas.


   Les parece desagradable, y lo comparan con hacer de vientre en público, como si fuera lo mismo, cuando para conseguir ver algo tienen que prestar buena atención, y si se centraran en sus propios asuntos, ni siquiera se darían cuenta.


   Piensan que si lo ven sus hijos, se van a traumatizar, pero no les pasará nada si ven en una revista o en la tele a una mujer en ropa interior o prácticamente desnuda.


   Esta chica lo explica mejor que nadie, lo que siento es que esté en inglés, para quien no se maneje… 





   Y no hablemos ya cuando la criatura empieza a tener una edad que esta sociedad considera que no es adecuada para estar tomando el pecho. Si tengo que oír de mi propia madre “tan grande y tomando tetita”, qué no voy a oír de personas extrañas que gustan de meterse en las vidas ajenas.


   En más de una ocasión, he tenido que negarle el pecho a mi peque cuando me lo ha pedido, porque estábamos en la calle y no quería enfrentarme a los reproches, miradas y críticas ajenas, y me he sentido terriblemente mal por ello. ¿Cómo se lo explico cuando me mire con esa carita de “por qué no, mami”? ¿Por qué le digo que en la calle eso no se hace? ¿Porque es algo malo, quizá? ¿Hace daño a alguien, en realidad?

Parece que para poder ejercer lo que es nuestro derecho y el de nuestros hijos hemos de salir armadas con una retahíla de explicaciones y argumentos para nuestra defensa, por si nos llaman la atención, porque hay quien se permite ese lujo, incluso se creen en posesión del derecho de echar a una persona de un lugar por dar el pecho a su bebé (de nuevo me remito al ejemplo de lo que pasó en Primark).


   Podemos, como alternativa, usar lo que yo llamo “Burkas de amamantamiento”, si es que crees que tu peque va a estar cómodo así (ya te digo yo que lo más seguro es que no, ¿lo estarías tú?), y haciendo esto lo que consigues es perpetrar el estereotipo de que el amamantamiento es algo que hay que ocultar.




   
   Y es que nos enfrentamos a un gigante, hay una mentalidad de doble moral demasiado extendida en nuestra sociedad, y la práctica de dar el pecho, por desgracia, parece que se ha hecho minoritaria.


   En tanto esto no cambie, no tenemos más remedio que tener las cosas claras: Que podemos y debemos darle el pecho a nuestros hijos, cada vez que lo necesiten, da igual donde estemos, y que en más de una ocasión tendremos que sacar “nuestras armas”.


   ¿Y qué hacer si nos dicen algo? Aquí un claro ejemplo.




domingo, 13 de octubre de 2013

Lo que aprendí sobre sujetadores y discos de lactancia

   Seguramente habré comentado que cuando era gansa premamá no estaba segura de que le fuera a dar el pecho a mi peque, sólo pensaba “intentarlo”, así que no creí que un sujetador especial para lactancia fuera algo que necesitara imprescindiblemente, por no mencionar que los que había visto alguna vez me habían parecido horrorosamente feos y bastante caros. Además, muchas mujeres al quedarse embarazadas, lo primero que notan es un aumento más o menos considerable del volumen de sus pechos, y los míos estaban como si nada, así que pensé que con mis sujetadores de toda la vida me apañaría.


   Lo que sí había escuchado es que los pechos lactantes rezumaban leche, y que era recomendable usar discos de lactancia durante un tiempo. Pues bien, con lo que sabía o creía saber, recibí a mi peque metiendo en mi bolsita para el hospital uno de mis sujes push up favoritos y dos pares de discos de lactancia (facepalm).


   Iré por partes. El pecho después de dar a luz, aparte de ponerse más sensible, normalmente experimenta un considerable aumento de volumen (en algunas mujeres más que en otras), aunque no lo haya hecho durante el embarazo, cuando se produce lo que se conoce como “subida de la leche”. Yo, que soy de poquito pecho, me miraba en el espejo y no me reconocía, parecía que me acababan de poner implantes, y por supuesto no había manera de conseguir que aquellas lolas entraran en mis sujes, por no mencionar que un sujetador con aros (y/o con relleno) es incomodísimo para estos casos, y que en los primeros meses de lactancia se te puede destrozar la ropa interior, de tanto manipularla y lavarla.


   Así que, después de mi experiencia ¿recomendaría usar sujetadores de lactancia? Pues sí y no. Me siguen pareciendo feos, la verdad, aunque ya han salido al mercado algunos modelos algo más coquetos, con bordaditos y todo. Lo que sí reconozco es que son lo más cómodo, y los hay hasta con relleno, para quien aún quiera verse más pechugona, aunque en mi caso ya me veía lo bastante exuberante.



 Imagen de lacorsetera.com



   Hoy en día, se pueden encontrar fácilmente no sólo en tiendas especializadas de lencería, sino en cualquier gran superficie de ropa tipo carrefour, H&M, etc…




   En mi caso, lo que yo hice fue salir corriendo irremediablemente a surtirme de lo que descubrí que era una alternativa bastante buena: sujetadores sin aros ni relleno, de los más simples y baratuchos que encontré, y un par de tallas mayor que los que usaba normalmente. Esta alternativa es lo suficientemente cómoda, ya que permite descubrir el pecho fácilmente, y viene bien a quien no quiere o no puede gastarse tanto dinero en estos menesteres.


   En cuanto al tema de los discos, yo no diría que son necesarios, diría que son imprescindibles si no queremos terminar con la ropa chorreando. Lo que sí es cierto que probablemente no haga falta meterlos en la bolsa de maternidad, porque la subida de la leche es posible que tarde varios días, y el calostro no suele manchar la ropa.


   Mi error: Pensar que tendría suficiente comprando una sola cajita de discos. ¿Cuántos discos hacen falta entonces? Pues muchos, en realidad… Todo depende un poco de la mujer, algunas dejan de manchar los discos al cabo de dos o tres meses de lactancia, y en mi caso aún los necesitaba tras más de cinco meses. Teniendo en cuenta que se cambian a diario, y algunos días varias veces, cuando están empapados, una caja como las que yo compraba dura menos de un mes, así que echen cuentas, alrededor de 6 pavos la caja…


   ¿Hay una alternativa más económica? Pues la descubrí, por desgracia, ya demasiado tarde, pero si tengo otro bebé algún día será lo que use: discos de tela. Con dos o tres pares yo diría que es suficiente, se pueden lavar rápidamente a mano y tenderlos para tenerlos listos en poco tiempo, y además hay diseños bastante molones, por no hablar de que son ecológicos, claro, que nunca nos paramos a pensar en la cantidad de residuos que genera el puerperio...


 Imagen del blog Porteo natural






domingo, 6 de octubre de 2013

Bonus Post: El daño que pueden hacer los intereses comerciales

   Y yo que creía que la publicidad estaba regulada. Que no se podía poner cualquier cosa en un anuncio con tal de vender, y mucho menos si era mentira, y muchísimo menos si podía dañar o perjudicar a quien creyera esa mentira. Pero parece ser que hay casos en los que si no saltan las alarmas a tiempo, los intereses comerciales hacen que gente avara y sin escrúpulos quede impune ante la maldad que están causando.


   Así que los directivos de Novalac, cuando los señores de marketing les presentaron su brillante plan de publicidad, debieron pensar: si cuela, cuela, y si no me la pela.


   Pues flipen y alucinen, porque lo que van a ver es para echar espuma por la boca.





   Sí señoras y señores. Esto es real. Este “inocente” anuncio camuflado en un interesantísimo y formativo artículo, publicado en una revista médica, y al alcance de cualquier madre en un centro de salud, existe y se ha permitido.


   Menos mal que mi querida compañera bloguera Mamirami, presa de la indignación, como lo estaría cualquiera con un mínimo de conocimiento y experiencia en lactancia materna, está haciendo campaña para que estos desalmados paren de una vez de destrozar lactancias para obligar a las madres a que compren su producto. Os animo a leer su blog, en especial el post en el que analiza brillantemente esta “amena lectura” que tuvo a mal encontrar.


   Es por ello este bonus post, porque me uno, sin duda, a esta campaña de divulgación, para que todo el mundo sepa que las madres lactantes no nos vamos a quedar de brazos cruzados, y que los responsables de lo que acaban de ver no se van a ir de rositas. Si no, que se lo pregunten a los de Primark.


   Y es que si empiezo a hablar me quedo sola, pero para no salirme de mi tónica, me voy a limitar a plasmar un escenario en el que la gansa premamá llega a la consulta del doctor, lee esta revista y piensa:


   “¡Cáspitas! Pues sí que es sacrificada la lactancia. Uf, yo seguro que no tengo tiempo para eso…” (Seguro que sí que tienes tiempo para ir a comprar leche en polvo, litros de agua mineral, calentar, hervir, comprobar temperatura, contar cacitos, lavar, esterilizar…) “¡Gansa Rosa, no me interrumpas tú ahora, que estoy cavilando en un pasado hipotético, que ya es bastante complicado!” (Perdón, perdón…)


   “Ains, seguro que mi leche es de esas que no alimenta, si veo que mi peque no me aguanta las tres horitas entre tomas es que no le alimenta. ¡Menos mal que existen estas fórmulas tan modernas! ¿Me pregunto cómo lo harán en el laboratorio? ¿O será que les dan algo a las vacas? Oins, espero que no sean transgénicos, qué grima… A ver qué más dice aquí… ¿Puedo escoger el método más cómodo y flexible? ¡Pero si ya me lo estás explicando tú! Además, ¿quién se va a arriesgar a que su hijo padezca asma, diabetes, obesidad o tenga Muerte Súbita, por tal de darle el pecho? ¿Estamos locos o qué? Esto de que la leche materna es más digerible no lo entiendo muy bien, pero parece que dice algo de que no es muy bueno esto para el sistema digestivo inmaduro del bebé. ¡Ah no! Que lo que pasa es que comen… ¡cada 2 o 3 horas! ¡Madre mía! ¡Con la de cosas que yo tengo que hacer! ¿No pueden comer los bebés 5 veces al día como todo el mundo? Y para colmo me va a doler y a dar una infección, y tendré que tener cuidado con lo que como o bebo, con lo que estoy echando de menos el jamón en el embarazo… y si me pongo enferma ¿No puedo tomar medicamentos? Desde luego… ¡Hay que estar mal de la cabeza para decidir darle el pecho a tu hijo! ¡Qué miedo! Mejor le doy el biberón desde el principio, que es más cómodo y más seguro. No me quiero complicar la vida, y es lo mejor para la salud de mi bebé… ¿no?”


   Aunque parezca exagerado, os puedo asegurar que, sabiendo lo que sabía cuando era gansa premamá, esto es exactamente lo que habría pensado…


sábado, 5 de octubre de 2013

Lo que aprendí sobre lactancia

   La mayor parte de lo que aprendí sobre la lactancia, lo aprendí por mi cuenta. Si bien es cierto que en las clases de maternidad se habla de lactancia, en realidad no se profundiza todo lo que se debiera, y una vez que nació mi gansi, me surgieron mil dudas y en el hospital me ofrecieron cero asesoramiento. Y para qué hablar del saber popular, al que si hubiera hecho caso, mi peque se habría alimentado de biberón desde que nació.


   Lo primero que aprendí sobre dar el pecho es que, en la mayoría de los casos, si se quiere se puede, aunque que los problemas con la lactancia existen, pero casi siempre se pueden resolver, aunque a veces requiere de un esfuerzo que no siempre está al alcance de todas.


   Me explico un poco. La inmensa mayoría de las mujeres (95% diría yo, al menos) tiene capacidad para amamantar a sus hijos durante todo el tiempo que éstos lo necesiten. Son muy pocos los casos de mujeres que realmente no tienen leche, y esto se suele asociar a desórdenes hormonales severos relacionados con alguna enfermedad importante.


   Partiendo de la base de que casi seguro vamos a tener leche para nuestro bebé, ¿qué dificultades nos podemos encontrar? Pues para ampliar información, yo me remitiría al libro “Un regalo para toda la vida” de Carlos González, pero resumiendo, sí que es verdad que nos podemos encontrar alguna dificultad: que nuestra criatura tenga problemas de frenillo sublingual, letargia, o que tengamos el pezón planito, etc. La gran mayoría de estos percances se pueden solventar con el adecuado asesoramiento, y es esto precisamente lo que suele fallar, que una madre primeriza que se topa inesperadamente con alguno de estos baches, no cuente con personal sanitario especializado que la ayude a solucionarlo, e incluso puede que la desanimen y le recomienden directamente dar el biberón.


   Luego están las “crisis de crecimiento”, que son momentos de la vida del bebé durante los que tiene que comer más a menudo, o lo hace de forma intranquila, están más irritables, se sueltan en mitad de la toma y lloran, y es común que la madre pueda pensar “eah, pues ya me quedé sin leche”, porque además, especialmente rondando los tres o cuatro meses, se notarán que ya no se les llena el pecho como antes, aunque sigue habiendo leche y para rato.


   Lo ideal sería que pudiéramos contar con nuestras madres, hermanas, amigas o vecinas, como ejemplo cuando sintamos inseguridad o dudas ante alguna de estas dificultades, pero la lactancia materna está, por desgracia, tan poco extendida hoy en día, que nos vemos obligadas a confiar nuestras inquietudes a profesionales de la salud que no cuentan con la formación apropiada a este respecto (aunque esto, por supuesto, no nos lo dicen), y que probablemente nos dará recomendaciones equivocadas que terminarán arruinando la lactancia.




 Imágen sacada del blog "A lo hecho, pecho"

   Y en cuanto a mi vivencia personal, si lo pienso fríamente, la verdad es que no me puedo quejar. Mi gansi se enganchó a su tetita desde el primer momento como si ya tuviera experiencia, aunque eché muchísimo en falta que me explicaran que no se quedaba con hambre, porque lloraba muchísimo, muchísimo, vamos que era la banda sonora de la planta de maternidad. En lugar de eso, me dijeron que le diera masajes, porque lloraría por gases, y luego me dieron un biberón para que le diera una ayudita mientras me subía la leche.


   Ojalá hubiera tenido a alguien que me dijera: “ponte a tu peque otra vez al pecho, aunque acabe de comer, tranquila que la leche no se acaba, es más, cuanto más se enganche, más leche habrá”.


   Porque aparte de los baches de la lactancia que ya he comentado, es imposible lograr una lactancia exitosa si no sabes que el reloj hay que tirarlo por la ventana, que la lactancia es a demanda siempre, durante todo el tiempo que tu bebé esté tomando el pecho, y que en los primeros meses es normal que el bebé pida tan a menudo que a veces sientas que se convierte en una prolongación de tu pecho.


   Otra cosa que aprendí es que las “ayuditas” de biberón son absolutamente innecesarias. La madre tiene la capacidad de producir la cantidad de leche que el bebé necesita en cada momento. Si en el momento de nacer, sólo podemos darle a nuestro bebé dos gotas de calostro, es que eso es lo que necesita su diminuto estomaguito, y cuanto más crezca y más necesite comer, más leche produciremos, acorde a sus demandas, siempre que respondamos a éstas cada vez que se produzcan.


   Porque la leche materna se digiere rapidísimo (en una hora u hora y media máximo). Y no tiene sentido querer ofrecer a nuestro bebé un alimento que le pese y le llene el estómago (en otras palabras, indigesto), para que esté más tiempo sin reclamarnos.


   Lo malo es que el problema no está sólo en lo que no sabemos, en lo que no nos cuentan, en lo que nos “ocultan”, sino que nuestro desconocimiento está reforzado por una imagen del “bebé ideal”, que duerme todo el tiempo y sólo se despierta para comer, cada tres o cuatro horas (vamos, que come prácticamente con el horario de un adulto), menos por la noche, claro está, que la duerme del tirón. Si pretendemos esto de nuestros bebés, el fracaso en la lactancia está asegurado.




 Imágen del dibujante Tony Husband