La mayor parte de lo que aprendí sobre la lactancia, lo
aprendí por mi cuenta. Si bien es cierto que en las clases de maternidad se
habla de lactancia, en realidad no se profundiza todo lo que se debiera, y una
vez que nació mi gansi, me surgieron mil dudas y en el hospital me ofrecieron cero asesoramiento. Y para
qué hablar del saber popular, al que si hubiera hecho caso, mi peque se habría
alimentado de biberón desde que nació.
Lo primero que aprendí sobre dar el pecho es que, en la
mayoría de los casos, si se quiere se puede, aunque que los problemas con la
lactancia existen, pero casi siempre se pueden resolver, aunque a veces
requiere de un esfuerzo que no siempre está al alcance de todas.
Me explico un poco. La inmensa mayoría de las mujeres (95%
diría yo, al menos) tiene capacidad para amamantar a sus hijos durante todo el
tiempo que éstos lo necesiten. Son muy pocos los casos de mujeres que realmente
no tienen leche, y esto se suele asociar a desórdenes hormonales severos
relacionados con alguna enfermedad importante.
Partiendo de la base de que casi seguro vamos a tener leche
para nuestro bebé, ¿qué dificultades nos podemos encontrar? Pues para ampliar
información, yo me remitiría al libro “Un regalo para toda la vida” de Carlos
González, pero resumiendo, sí que es verdad que nos podemos encontrar alguna dificultad: que nuestra criatura tenga problemas de frenillo sublingual,
letargia, o que tengamos el pezón planito, etc. La gran mayoría de estos
percances se pueden solventar con el adecuado asesoramiento, y es esto precisamente
lo que suele fallar, que una madre primeriza que se topa inesperadamente con
alguno de estos baches, no cuente con personal sanitario especializado que la
ayude a solucionarlo, e incluso puede que la desanimen y le recomienden
directamente dar el biberón.
Luego están las “crisis de crecimiento”, que son momentos de
la vida del bebé durante los que tiene que comer más a menudo, o lo hace de
forma intranquila, están más irritables, se sueltan en mitad de la toma y
lloran, y es común que la madre pueda pensar “eah, pues ya me quedé sin leche”,
porque además, especialmente rondando los tres o cuatro meses, se notarán que
ya no se les llena el pecho como antes, aunque sigue habiendo leche y para
rato.
Lo ideal sería que pudiéramos contar con nuestras madres,
hermanas, amigas o vecinas, como ejemplo cuando sintamos inseguridad o dudas
ante alguna de estas dificultades, pero la lactancia materna está, por
desgracia, tan poco extendida hoy en día, que nos vemos obligadas a confiar
nuestras inquietudes a profesionales de la salud que no cuentan con la
formación apropiada a este respecto (aunque esto, por supuesto, no nos lo dicen), y que probablemente nos dará recomendaciones equivocadas que
terminarán arruinando la lactancia.
Imágen sacada del blog "A lo hecho, pecho"
Y en cuanto a mi vivencia personal, si lo pienso
fríamente, la verdad es que no me puedo quejar. Mi gansi se enganchó a su
tetita desde el primer momento como si ya tuviera experiencia, aunque eché
muchísimo en falta que me explicaran que no se quedaba con hambre, porque
lloraba muchísimo, muchísimo, vamos que era la banda sonora de la planta de
maternidad. En lugar de eso, me dijeron que le diera masajes, porque lloraría
por gases, y luego me dieron un biberón para que le diera una ayudita mientras
me subía la leche.
Ojalá hubiera tenido a alguien que me dijera: “ponte a tu
peque otra vez al pecho, aunque acabe de comer, tranquila que la leche no se
acaba, es más, cuanto más se enganche, más leche habrá”.
Porque aparte de los baches de la lactancia que ya he
comentado, es imposible lograr una lactancia exitosa si no sabes que el reloj
hay que tirarlo por la ventana, que la lactancia es a demanda siempre, durante
todo el tiempo que tu bebé esté tomando el pecho, y que en los primeros meses
es normal que el bebé pida tan a menudo que a veces sientas que se convierte en
una prolongación de tu pecho.
Otra cosa que aprendí es que las “ayuditas” de biberón son
absolutamente innecesarias. La madre tiene la capacidad de producir la cantidad
de leche que el bebé necesita en cada momento. Si en el momento de nacer, sólo
podemos darle a nuestro bebé dos gotas de calostro, es que eso es lo que
necesita su diminuto estomaguito, y cuanto más crezca y más necesite comer, más
leche produciremos, acorde a sus demandas, siempre que respondamos a éstas cada
vez que se produzcan.
Porque la leche materna se digiere rapidísimo (en una hora u
hora y media máximo). Y no tiene sentido querer ofrecer a nuestro bebé un
alimento que le pese y le llene el estómago (en otras palabras, indigesto),
para que esté más tiempo sin reclamarnos.
Lo malo es que el problema no está sólo en lo que no
sabemos, en lo que no nos cuentan, en lo que nos “ocultan”, sino que nuestro
desconocimiento está reforzado por una imagen del “bebé ideal”, que duerme todo
el tiempo y sólo se despierta para comer, cada tres o cuatro horas (vamos, que
come prácticamente con el horario de un adulto), menos por la noche, claro
está, que la duerme del tirón. Si pretendemos esto de nuestros bebés, el
fracaso en la lactancia está asegurado.
Imágen del dibujante Tony Husband
La verdad es que tuve suerte de toparme con miatrona. Y que en el hospital donde di a luz no me dijeron absolutamente nada de biberones. Pero si eres cabezota y como estupendamente dices tirar el reloj por la ventana, exito asegurado. Y tapones en los oídos. Siempre pecho e ignorar a la gente que te come la oreja. Los biberones no existen. Yo intenté darle una vez un biberón pero de mi propia leche porque le veia con la necesidad de querer comer más. Pero ni aun siendo mi propia leche estaría haciendo.lo correcto, puesto que estaría engañando a mi cuerpo y no crearía la leche necesaria para la demanda que estaba teniendo. Mucha paciencia y cabezonería, eso es todo.
ResponderEliminarSí que es verdad. La falta de información nos hace subestimar nuestro cuerpo y nuestras capacidades...
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