sábado, 5 de octubre de 2013

Lo que aprendí sobre lactancia

   La mayor parte de lo que aprendí sobre la lactancia, lo aprendí por mi cuenta. Si bien es cierto que en las clases de maternidad se habla de lactancia, en realidad no se profundiza todo lo que se debiera, y una vez que nació mi gansi, me surgieron mil dudas y en el hospital me ofrecieron cero asesoramiento. Y para qué hablar del saber popular, al que si hubiera hecho caso, mi peque se habría alimentado de biberón desde que nació.


   Lo primero que aprendí sobre dar el pecho es que, en la mayoría de los casos, si se quiere se puede, aunque que los problemas con la lactancia existen, pero casi siempre se pueden resolver, aunque a veces requiere de un esfuerzo que no siempre está al alcance de todas.


   Me explico un poco. La inmensa mayoría de las mujeres (95% diría yo, al menos) tiene capacidad para amamantar a sus hijos durante todo el tiempo que éstos lo necesiten. Son muy pocos los casos de mujeres que realmente no tienen leche, y esto se suele asociar a desórdenes hormonales severos relacionados con alguna enfermedad importante.


   Partiendo de la base de que casi seguro vamos a tener leche para nuestro bebé, ¿qué dificultades nos podemos encontrar? Pues para ampliar información, yo me remitiría al libro “Un regalo para toda la vida” de Carlos González, pero resumiendo, sí que es verdad que nos podemos encontrar alguna dificultad: que nuestra criatura tenga problemas de frenillo sublingual, letargia, o que tengamos el pezón planito, etc. La gran mayoría de estos percances se pueden solventar con el adecuado asesoramiento, y es esto precisamente lo que suele fallar, que una madre primeriza que se topa inesperadamente con alguno de estos baches, no cuente con personal sanitario especializado que la ayude a solucionarlo, e incluso puede que la desanimen y le recomienden directamente dar el biberón.


   Luego están las “crisis de crecimiento”, que son momentos de la vida del bebé durante los que tiene que comer más a menudo, o lo hace de forma intranquila, están más irritables, se sueltan en mitad de la toma y lloran, y es común que la madre pueda pensar “eah, pues ya me quedé sin leche”, porque además, especialmente rondando los tres o cuatro meses, se notarán que ya no se les llena el pecho como antes, aunque sigue habiendo leche y para rato.


   Lo ideal sería que pudiéramos contar con nuestras madres, hermanas, amigas o vecinas, como ejemplo cuando sintamos inseguridad o dudas ante alguna de estas dificultades, pero la lactancia materna está, por desgracia, tan poco extendida hoy en día, que nos vemos obligadas a confiar nuestras inquietudes a profesionales de la salud que no cuentan con la formación apropiada a este respecto (aunque esto, por supuesto, no nos lo dicen), y que probablemente nos dará recomendaciones equivocadas que terminarán arruinando la lactancia.




 Imágen sacada del blog "A lo hecho, pecho"

   Y en cuanto a mi vivencia personal, si lo pienso fríamente, la verdad es que no me puedo quejar. Mi gansi se enganchó a su tetita desde el primer momento como si ya tuviera experiencia, aunque eché muchísimo en falta que me explicaran que no se quedaba con hambre, porque lloraba muchísimo, muchísimo, vamos que era la banda sonora de la planta de maternidad. En lugar de eso, me dijeron que le diera masajes, porque lloraría por gases, y luego me dieron un biberón para que le diera una ayudita mientras me subía la leche.


   Ojalá hubiera tenido a alguien que me dijera: “ponte a tu peque otra vez al pecho, aunque acabe de comer, tranquila que la leche no se acaba, es más, cuanto más se enganche, más leche habrá”.


   Porque aparte de los baches de la lactancia que ya he comentado, es imposible lograr una lactancia exitosa si no sabes que el reloj hay que tirarlo por la ventana, que la lactancia es a demanda siempre, durante todo el tiempo que tu bebé esté tomando el pecho, y que en los primeros meses es normal que el bebé pida tan a menudo que a veces sientas que se convierte en una prolongación de tu pecho.


   Otra cosa que aprendí es que las “ayuditas” de biberón son absolutamente innecesarias. La madre tiene la capacidad de producir la cantidad de leche que el bebé necesita en cada momento. Si en el momento de nacer, sólo podemos darle a nuestro bebé dos gotas de calostro, es que eso es lo que necesita su diminuto estomaguito, y cuanto más crezca y más necesite comer, más leche produciremos, acorde a sus demandas, siempre que respondamos a éstas cada vez que se produzcan.


   Porque la leche materna se digiere rapidísimo (en una hora u hora y media máximo). Y no tiene sentido querer ofrecer a nuestro bebé un alimento que le pese y le llene el estómago (en otras palabras, indigesto), para que esté más tiempo sin reclamarnos.


   Lo malo es que el problema no está sólo en lo que no sabemos, en lo que no nos cuentan, en lo que nos “ocultan”, sino que nuestro desconocimiento está reforzado por una imagen del “bebé ideal”, que duerme todo el tiempo y sólo se despierta para comer, cada tres o cuatro horas (vamos, que come prácticamente con el horario de un adulto), menos por la noche, claro está, que la duerme del tirón. Si pretendemos esto de nuestros bebés, el fracaso en la lactancia está asegurado.




 Imágen del dibujante Tony Husband






2 comentarios:

  1. La verdad es que tuve suerte de toparme con miatrona. Y que en el hospital donde di a luz no me dijeron absolutamente nada de biberones. Pero si eres cabezota y como estupendamente dices tirar el reloj por la ventana, exito asegurado. Y tapones en los oídos. Siempre pecho e ignorar a la gente que te come la oreja. Los biberones no existen. Yo intenté darle una vez un biberón pero de mi propia leche porque le veia con la necesidad de querer comer más. Pero ni aun siendo mi propia leche estaría haciendo.lo correcto, puesto que estaría engañando a mi cuerpo y no crearía la leche necesaria para la demanda que estaba teniendo. Mucha paciencia y cabezonería, eso es todo.

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    1. Sí que es verdad. La falta de información nos hace subestimar nuestro cuerpo y nuestras capacidades...

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