Hay quien debe pensar que desde el
mismo instante en que te conviertes en madre pierdes todo derecho a
emitir la más mínima queja. Porque tú sabrás EXACTAMENTE dónde
te has metido y TODO a lo que has renunciado.
Si protestas porque ves que te es
difícil compatibilizar tu maternidad con tu vida laboral, o sientes
que los escasos 4 meses de baja laboral que te dan se quedan
increíblemente cortos y te duele el corazón sólo pensar en tener
que dejar a tu peque en la guardería tan pronto, “aaaaaah, pues no
haberlo tenido”. ¡Claro que no! La solución no es tratar de
cambiar las cosas para que las madres no tengan que elegir entre sus
hijos y su carrera profesional, nooooo, la solución es no tener
hijos.
Y es que desde que te vuelves madre ya
no te puedes quejar por nada, las madres no se quejan, las madres son
abnegadas y deben vivir de forma que todo el mundo la verlas exclame
“no puede ser, me pregunto cómo llegará a todo” y todo ello sin
chistar.
Como si la llegada de tu bebé te
convirtiera en biónica, una autómata que ya ni siente ni padece,
que no tiene necesidades vitales ni sentimientos (salvo amor
incondicional por su retoño), porque todo ello lo debe anteponer a
su criatura.
Muchas veces nuestras “quejas” son
llamadas de atención, gritos de socorro, peticiones de ayuda
indirectas porque nos sentimos incapaces de pedirla directamente, y
en lugar de esa ayuda lo que recibimos son críticas y frases como
“aaaah, pues no tengas hijos”.
¡Exacto! Si protestas lo más mínimo,
aunque sea para desahogarte, es que no estás preparada para ser
madre, porque las madres no se quejan, las madres se despiertan la
veces que haga falta por la noche y por la mañana están de buen
humor.
Y ay de ti si se te ocurre rememorar
aquella época en la que no tenías hijos, o compararte con parejas
de amigos o conocidos que no los tienen. ¡Noooo! ¡En ningún
momento debes echar de menos aspecto alguno de tu anterior vida o
utilizar a tus hijos como excusa por las cosas que ya no puedes
hacer!
¿Que ser madre agota? ¡Te aguantas o
no tengas hijos!
El origen de esta reflexión que
despierta un tanto mi ira, proviene de un vídeo que hace tiempo
publicó una vlogger que me encanta, en el que, como hace en muchos
de sus vídeos, retrata con humor algunos de los aspectos más
agotadores y desquiciantes de la maternidad, en esta ocasión en
forma de carta a sus amigos sin hijos, con frases como “perdona si
no te he contestado antes tu mensaje del móvil, pero en los 10
segundos que me lleva hacer eso mi hija ha sacado un paquete de queso
rallado del frigo y lo ha esparcido por el suelo de la cocina”.
Cuando este vídeo fue publicado más
allá del canal para madres donde fue subido, algunos de los
comentarios que recibió fueron del tipo “menuda quejica”, “pues
que no tenga hijos”.
El vídeo en cuestión es éste:
Juzguen ustedes a la quejica, y vean si
en algún momento emite señal alguna de no adorar con toda su alma a
sus hijos a pesar de lo agotador que es criarlos, o si cambiaría por
un sólo segundo algunas de esas cosas a las que es consciente que
está renunciando, por no haber tenido a sus peques.
Porque si decides tener hijos, no te
quejes, ni de broma (o al menos, que no lo parezca), no señales ni
en tono de humor todas esas cosas que ya no haces, no vaya a ser que
alguien piense que las echas tanto de menos que te arrepientes de
haber tenido hijos.
Pues yo amo a mi peque, no cambiaría
ser madre por nada del mundo, y a veces me quejo, sí. A veces me
siento desbordada, perdida, insegura y necesito desahogarme,
estallar, sentirme apoyada y comprendida, compartir con otras madres
las dificultades que tiene la maternidad real, no la que a veces nos
quieren pintar. Hablando de esto último, aquí va un plus, en
realidad es un anuncio, pero en parte refleja la diferencia entre la
maternidad “idealizada” y la que una se encuentra.
Que el instinto maternal hay cosas para
las que no llega, que mi peque vino sin manual de instrucciones (y
mira que se lo buscamos). Quien diga que ser padres es fácil no
tiene ni idea. Ser mamá es extremadamente gratificante (al menos lo
es para mí) pero también es increíblemente duro, y si todas estas
dificultades se las toma una con humor, se hacen mucho más
llevaderas.