Cuando me reanimaron, volvieron a
comprobarlo y me lo dijeron: “no hay latido”. Lo había visto en
el monitor, era como mi Gansi cuando me hice la ecografía de las 9
semanas, sólo que mi Gansi se movía. Tengo que decir que el
personal que me atendió es excelente, y en estos casos se agradece
la delicadeza, en lugar de aquellas brujas que me tocó soportar
cuando pasó lo de mi primer huevito, que quizá estaban ya al final
de su turno, hartas de todo, y me tocó a mí comerme sus malos humos
(hasta al psicólogo me llegaron a decir que me fuera, y me recetaron
una medicina sin explicarme lo que me haría ni los efectos que
tendría). Pero ahora el trato fue impecablemente profesional.
Me hablaron de programarme un legrado
para el siguiente lunes (era sábado), pero yo dije que prefería
esperar a que todo pasara en casa. Respetaron mi decisión, aunque me
dieron otra cita para legrado más adelante, por si acaso.
Me sacaron sangre, por lo visto, porque
yo no me enteré, creo que podrían haberme cortado el brazo y
tampoco me hubiera enterado.
Y ahí terminó todo, ahí se fue toda
la ilusión. ¿De verdad era cierto aquel mal presentimiento que me
venía acompañando desde hacía semanas? ¿Sólo estaba siendo
pesimista o en realidad había algo dentro de mí que me estaba
diciendo que aquello no iba a acabar bien?
No se si tuvo relación o fue
casualidad, pero aquella misma tarde caí enferma. Tenía mareos,
nauseas y mucha debilidad. La sangre iba en aumento, y yo sabía que
se acercaba lo peor, y que no faltaba mucho.
Recibí muchas críticas por no querer
hacerme legrado, pero creo que es una decisión personal y que
merecía respeto más allá de un “tú sabrás”. Al fin y al
cabo, un legrado es una intervención quirúrgica, con sus riesgos, y
sus posibles efectos adversos, y no se debería hacer tan
rutinariamente como se hace. Normalmente, a la mujer ni siquiera se
le menciona la posibilidad del “manejo expectante”, e incluso a
veces se les mete miedo, diciéndole que psicológicamente va a ser
más duro y que de todas formas pueden quedar restos y al final van a
tener que legrarlas.
Y duro es, tanto de una manera como de
otra, y dolor se pasa, pero es cierto que hay que armarse de mucha
fuerza para manejarlo sola en casa.
Si el sábado empecé a sangrar, el
mismo lunes siguiente expulsé el feto. Estaba durmiendo la siesta
con mi Gansi cuando sentí unos pinchazos y unas sensaciones muy
desagradables, fui al baño y allí pasó todo. Necesité un pequeño
empujoncito para que saliera, y ahí estaba, inconfundible, no era un
coágulo más, era el saquito con su placenta, más grande que una
nuez.
Casi me da algo cuando me dijeron que
lo tirara a la basura... ¡era incapaz de hacer eso! Me hubiera
gustado enterrarlo, pero el Ganso temía que no pudiéramos
enterrarlo con suficiente profundidad y el olor pudiera atraer
animales. Decidimos quemarlo y enterrar las cenizas, en un ritual íntimo de despedida. En realidad mi
cabeza en esos momentos no funcionaba, no daba para más. Más
adelante, cuando ya todo fue pasando, empecé a reaccionar y se me
ocurrió otra cosa que podría haber hecho, y que ya sólo puedo
dejar como sugerencia por si alguien tiene la desgracia de pasar por
algo parecido y no sabe qué hacer en esa situación. Me pareció que
hubiera sido bonito meterlo en una maceta y plantar una semilla.
Le dije a mi Gansi que mamá estaba
triste porque ya no tenía bebé en la barriguita, pero que si algún
día tenía otro que ya le avisaría. La verdad es que mi peque se lo
tomó fenomenal, creo que aún no era lo suficientemente mayor como
para ser consciente de todo lo que estaba pasando, así que lo único
que me dijo fue: “¿no tienes bebé? ¡Pues ya te va a salir la
caca!”. Eso es positividad. Su inocencia la única cosa que había
podido asociar con el bebe de la barriguita de mamá era el
estreñimiento que me estaba causando.
Y después de casi una semana de
sangrado, dolor y entuerto, todo terminó por fin (aunque seguí
manchando una semana más) y volví al médico, para que me
revisaran, y para anular todas las citas que tenía ya asignadas. ¡No
había restos! ¡No tenían que hacerme nada! Para mí era una
noticia fabulosa, porque después de lo pasado, mi consuelo era
librarme del legrado, y así fue.
Por un lado, me sentí decepcionada con
mi cuerpo, por no haber sido capaz de albergar una vida, pero por
otro estaba orgullosa de que hubiera sabido responder por sí mismo
tan bien.
También fue duro que todo pasara en
navidad. Fue horrible pasar la noche de nochebuena entre entuertos y
querer venirme arriba por mi peque, porque me necesitaba, y yo tenía
que estar bien. Y una parte de mí quería estar bien, pero otra
necesitaba llorar y soltarlo todo para poder pasar página.
Porque aunque desde el primer día una
sabe que algo puede ir mal, incluso aunque tu intuición te esté
diciendo que algo no va bien, nunca estás preparada, porque siempre
hay una parte de ti que se aferra con fuerza a esa ilusión, y
conforme van pasando los días, más aún.
Los que ya lo sabían me preguntaban
cómo estaba (¿cómo iba a estar?), me decían que soy joven, que ya
tendría más hijos, como si eso me fuera a consolar de alguna
manera. Muy pocos me dieron un abrazo y me dijeron “lo siento”.
Aún a fecha de hoy sigo frenando
felicitaciones, pero no me arrepiento de haber dado la noticia de mi
embarazo, en realidad me hubiera gustado decírselo a más gente,
porque para quien no lo sabía, aquello nunca había pasado, y sí
que había pasado, yo no me lo inventé, estuve embarazada, vi y
sentí crecer a mi bebé dentro de mí, le vi latir, y lo vi salir de
mí.
Y no, no me consuela que fuera
“pronto”, ni que me cuenten casos de mujeres que abortaron más
tarde, incluso cuando ya su bebé estaba bien formado, doy por hecho
que es otro proceso de duelo diferente, y quizá debiera sentirme
afortunada, pero no me causa alivio alguno, igual que a esas mujeres
no se lo causaría el hecho de que haya madres que pierdan a sus
bebés recién nacidos, ni a éstas que haya quien los pierda de
niños.
Sé que muchas mujeres, después de
este tipo de experiencias, enseguida se lanzan a por su “bebé
arcoiris”, sin esperar siquiera a la siguiente regla, pero en mi
caso particular necesito tiempo, necesito terminar de sanarme física
y mentalmente.
Y esta es la historia de mi tercer
huevito, que tampoco ha llegado a pollito.
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