jueves, 26 de noviembre de 2015

Lo que aprendí sobre el aborto espontáneo

   Se denomina aborto espontáneo a la pérdida del embarazo antes de la semana 20 de gestación, por causas no intencionadas, que en su mayoría se relacionan con problemas genéticos que dan lugar a condiciones incompatibles con la vida, y es por eso que el mayor porcentaje de casos ocurren durante el primer trimestre de embarazo, concentrándose en las semanas anteriores a la 12, ya que durante la 6 se lleva a cabo el proceso de organogénesis en el embrión, y especialmente en la 4 ó 5 si se ha producido un fallo en la implantación de éste.

   Lo primero que aprendí es que quedarse embarazada no significa que una vaya a tener un bebé. Circulan por la red vídeos preciosos en los que la mujer enseña a su pareja la prueba de embarazo positiva y ambos lloran emocionados diciendo: “Oh, Dios mío, vamos a tener un bebé... ¡vamos a ser padres!” No les oyes decir: “bueno, si todo va bien tendremos un bebé”. Porque quien no ha vivido nunca la experiencia de un aborto, no piensa que algo tenga por qué ir mal. Sí, saben que esas cosas pasan, pero no imaginan la frecuencia con la que se dan.

   Ni yo misma, que ya había sufrido una pérdida, me imaginaba que me pudiera volver a pasar, y menos tal y como ocurrió. Sabía que había mujeres con condiciones médicas que las hacían propensas a padecer abortos, como problemas de coagulación de sangre, endometriosis, desarreglos hormonales etc, y conocía casos de mujeres que habían tenido amenazas de aborto y tras un reposo absoluto todo había ido bien. Pero sinceramente me pilló totalmente desprevenida que una mujer sana, que ya ha tenido un aborto anterior (cubriendo por tanto la estadística que dice que uno de cada cuatro embarazos no llega a término), sin una amenaza de aborto ni sangrado previo, y más aún después de haber ido a la primera ecografía y haber “constatado que todo iba bien”, pudiera perder a su bebé de un día para otro, así sin más, de repente, cuando más tranquila estaba, simplemente, se paró, dejó de crecer y su corazón dejó de latir.




   Pero sí, esas cosas ocurren, y te marcan. Te marcan de tal forma que si alguna vez hay un siguiente embarazo lo vives desde el miedo. Ya no piensas que haya más probabilidades de que todo vaya bien que de que algo vaya mal, sino lo contrario. Revisas compulsivamente el papel cada vez que te limpias al ir al baño buscando el más mínimo resto de sangre, y al primer manchado te plantas en urgencias. En mi caso, ese manchado minúsculo de un restito de sangre seca significó que mi bebé ya no vivía. Y así viví ese embarazo, de una forma que nunca sabré si en el fondo intuía que algo iba mal, o era la simple paranoia generada por el miedo. Ese miedo es tan grande que cuando ves el positivo no te atreves a creértelo, no te permites hacerte ilusiones, te da reparo contárselo a la gente. Yo sentía incluso aversión a sacar mi caja de ropa premamá (de hecho fue sacarla y perder a mi bebé). Se vuelve una tan escéptica que no concibe cómo puede existir gente que tenga más de un hijo, o hasta 4 ó 5 y nunca pierda ninguno.

   Pero hay algo peor que perder esa ilusión, que perder esa inocencia de creer que todo va a ir bien, peor incluso que ver salir de tu cuerpo a tu bebé (con esa sensación de alivio similar a la que se tiene tras el parto, pero que en ese momento te sabe tan amarga), y sostenerlo en tu mano, o que te lo saquen en el hospital y lo llamen “residuo sanitario”. Peor que saber que el día antes estabas tan llena y ese día tan vacía. Lo peor de todo es que no se te permita tener un duelo.

   Las palabras de la gente: “eres joven, tendrás más... mira Fulanita que lo perdió con 6 meses, eso sí que es malo, no lo tuyo... eso es que no vendría bien... se te fastidió la cosa (sí, esto me lo dijeron a mí), ¡pero si eso es muy común!, a ver si fue por esto o aquello que hiciste, no pasa nada, mujer legrada mujer preñada etc”... Todo esto en lugar de un simple: “lo siento”. Todo el mundo quiere que te recompongas cuanto antes, que dejes ya de llorar y de hablar del tema, en lugar de dejar que te tomes el tiempo que necesites. Recuerdo las palabras de mi suegra cuando yo me aferraba a la bolsita donde había metido el cuerpecito sin vida de mi bebé: “Tira eso a la basura, olvídalo y a seguir adelante”.

   Es lógico que la gente piense que cuanto más avanzado está el embarazo, peor es el dolor, ya que al haber estado más tiempo en contacto con el bebé, al haberle visto en las ecografías, incluso saber su sexo, se da por sentado que se ha establecido una fuerte conexión con esa criatura. Es cierto que a mayor tiempo de gestación mayor probabilidad de que se haya producido esa conexión, pero hay quien no puede evitar establecerla mucho antes, especialmente si ese embarazo era muy buscado o muy esperado. Hay quien ya ama a tu bebé con toda su alma desde antes incluso de quedarse embarazada, aunque esto sea complicado de entender.

   Pero ¿en qué momento se convierte el embrión o feto en un ser querido? ¿En qué momento es socialmente aceptable que ames a tu bebé y llores su pérdida?

   Realmente hay para quien el embarazo no significa gran cosa, y no siente esa conexión hasta que éste no está muy avanzado, o incluso tras el parto, pero para muchas mujeres, perder un embarazo incluso en la semana 5 ya significa perder a un ser muy amado.

   El ejemplo que voy a poner es muy fuerte, y mucha gente se llevará las manos a la cabeza diciendo que no hay comparación posible, pero lo hago sólo para hacernos una remota idea de lo que puede llegar a sentir una mujer que acaba de sufrir un aborto, ante la falta de consideración de los demás.

   Imaginemos que Menganita llega a casa de su madre rota de dolor porque acaba de recibir la noticia de que su marido ha fallecido en un accidente de coche, y la respuesta de su madre, y de los vecinos, y demás allegados es: “¡Venga ya que no es pa tanto! Si el Señor se lo ha llevado por algo sería, no te convendría mucho. ¿Y no será por algo que tú hayas hecho? ¡Eres joven, ya tendrás otro marido! Mejor ahora que tampoco llevabais mucho tiempo casados que lo que le pasó a Sultanita que se le murió el marido y llevaban 40 años juntos. Ufff ¿pero tú sabes lo común que es eso? ¿Sabes la cantidad de personas que mueren todos los días? Mira a Fulanita de Copas que ya ha perdido 3 maridos. Ains, si es que os encariñáis demasiado pronto. Ya sabes lo que dicen: mujer enviudada, mujer casada.”

   Soy consciente de lo fuerte que es esta comparación, pero es que estas no son las cosas que alguien quiere escuchar después de perder un ser querido, por más común que sean ese tipo de pérdidas, o por poco tiempo que pudiera llevar ese ser querido en su vida. Lo que cuenta no es el tiempo, sino el amor que se tenía, que muchas veces, aunque se quiera, no se puede evitar.
 
 
   Es frecuente que las mujeres que hayan sufrido abortos traten de evitar establecer esa conexión con su bebé en el siguiente embarazo, para no sufrir de nuevo, pero hay casos en los que esto se hace especialmente difícil.

   Yo en esos momentos no quería que me dijeran que era joven. ¿Qué quiere decir joven? Que das por sentado que no tengo problemas de fertilidad, y puede que sí los tenga. No quería que me recordaran otros casos de mujeres a las que les había pasado, comparando mi dolor con el suyo, porque mi dolor es mío, y sólo mío. Tampoco necesitaba que me hicieran sentir culpable haciéndome dudar de si había sido por algo que yo hubiera hecho o dejado de hacer, o si había tenido algo que ver el hecho de que aún le diera el pecho a mi peque. No quería que dieran por sentado que mi bebé no venía bien, de hecho hasta donde yo había visto, todo parecía estar bien, ni que asumieran que me alegraría de haberme librado de un niño posiblemente enfermo o malformado. Conozco el caso de una mujer a la que practicaron una cesárea de urgencia, ella sabía que su hijo, de vivir, tendría (posiblemente para toda la vida) problemas renales, respiratorios y sanguíneos, pero no le importaba, amaba a su hijo y estaba dispuesta a entregarse a su cuidado para darle una vida plena. Y qué decir de este video de estos padres luchadores:



   Sobre todo, no quería que me dijeran que lo olvidara...

   Así que si conoces a alguien a quien le ha pasado, no trates de minimizar su dolor o deslegitimarlo, no intentes hacer que se sienta mejor (sobre todo recordándole que no es la única a la que le ha pasado), no trates de buscar las palabras adecuadas porque las únicas que hay son: “lo siento”, y tal vez: “si necesitas hablar de ello, aquí me tienes”.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Lo que aprendí sobre la hidratación en el embarazo

   Sí, lo sé, hace mil que no publico... En mi defensa diré que han sido unas semanas de locura, de esas que te vas a la cama y te quedas un rato boca a arriba como si te hubiera arrollado un tren y no sabes ni de dónde ha salido, y te quedas diciendo “¿qué ha pasao?”

   En fin que hoy quería yo darle un repaso a un tema que me venía rondando y del que hasta ahora no he hablado, que es el de la hidratación durante la etapa del embarazo y el postparto.

   Durante el embarazo es importantísimo hidratarse tanto por dentro como por fuera.

   Una adecuada ingesta de agua durante el embarazo es fundamental. No sé si alguna vez os ha dado una deshidratación, pero no se pasa nada bien. Ahora, durante el embarazo, el daño puede ser aún más grave, tanto para la madre como para el bebé, aunque seremos nosotras las que primero acusaremos los síntomas (dolores de cabeza, náuseas, contracciones en el último trimestre...).




   Además de para prevenir la deshidratación, el agua también sirve para que orinemos más (ya de por sí las embarazadas orinan más y tienen que reponer líquido) y por tanto eliminemos toxinas que no queremos que lleguen a nuestro bebé, así como para disminuir los efectos de la acidez estomacal que a veces surge durante la gestación. Por cierto, eso que dicen que si tienes ardores es que el bebé viene con mucho pelo: mentira cochina, que yo tenía muchísima acidez y mi Gansi nació con la cabeza como Caillou (no de grande, sino de pelona). También alivia la retención de líquidos que nos hinchan las piernas y nos pone los tobillos paquidérmicos (en mi caso, tobillos tamaño humano, porque los míos de por sí son tamaño pata de gallina).

   En fin, que es necesario que las embarazadas estén bien hidratadas, lo cual tampoco significa darse hartones de agua. Un consumo excesivo de agua también puede ser contraproducente. Si bien es cierto que no consumimos agua destilada, porque sabemos que es peligroso para nosotros puesto que nuestro cuerpo sufriría una pérdida importante de minerales, el agua del grifo, y sobre todo algunas aguas minerales, son de mineralización débil, con lo que tomarnos 5 ó 7 litros puede producirnos un efecto similar al agua destilada en el sentido de que nuestro cuerpo también se desmineraliza, y no olvidemos que los minerales son nutrientes esenciales.

   Las bebidas isotónicas tampoco son muy recomendables durante el embarazo (realmente no son recomendables si no estás practicando deporte), ya que contienen altos niveles de azúcares.

   Entonces ¿qué bebemos?

   Para empezar, las embarazadas han de estar atentas a las señales de su cuerpo y beber en cuanto sientan sed. Es preferible llevar siempre a mano una botellita de agua e irle dando sorbos de vez en cuando que pimplarse un litro de golpe cada 3 ó 4 horas.

   El agua que se consuma debe ser de calidad, y hay zonas en las que, si bien el agua es perfectamente potable, puede que sea demasiado ácida o alcalina, o incluso contener partículas dañinas (por ejemplo, si las cañerías son viejas o están en mal estado).

   Una vez que nos hemos asegurado de que nuestro agua es de calidad (aplicando filtros o comprándola mineral), es saludable añadir un pequeño chorrito (sin pasarse) de agua de mar para enriquecerla y mineralizarla, pero no agua de la playa, sino agua de mar de verdad, que la venden en herboristerías y algunos grandes comercios.

   Otro agua de calidad que podemos consumir es la que se toma a través de los alimentos, especialmente frutas y verduras. Tampoco es aconsejable abusar de los zumos, aunque sean naturales, ya que contienen un alto porcentaje de azúcar en comparación con los hidratos de carbono y fibra que se pierden al exprimir la fruta (distinto es si la molemos para hacer un batido).

   La leche tampoco es muy recomendable, sobre todo si la embarazada siente ascos a los lácteos (cosa muy habitual), siendo mejor en estos casos buscar fuentes alternativas de calcio como los frutos secos (nueces en particular) y verduras como el brócoli.

   Estos cuidados ni que decir tiene que deben continuar en el posparto, en especial si se da el pecho.

   Y una vez visto el tema de la hidratación interna, pasamos a abordar la externa.




   Hay que tener en cuenta la extraordinaria transformación que sufre el cuerpo de la mujer durante el embarazo, como todo se expande y se recoloca para dar cabida a un pequeño ser humano en nuestro interior. Aunque nuestra piel tiene una excelente elasticidad, ésta es limitada, y necesitamos contribuir un poco, no sólo para prevenir las antiestéticas estrías sino para ayudar a que luego todo vuelva a su sitio con mayor facilidad. Por eso se debe hidratar la piel no sólo durante el embarazo sino después. Además, alivia esos picores que a veces se producen al estirarse la dermis.

   Muchas mujeres optan por no hidratarse lo suficiente (o nada) porque piensan (o saben por experiencia en algunos casos) que por su constitución le van a salir estrías igualmente, hagan lo que hagan y se echen lo que se echen. Aunque éste sea el caso, es necesario hidratar la piel igualmente, ya que es una ayuda que le estamos dando, que puede que no nos libre de todas las estrías pero sí quizá de algunas, y no es lo mismo una estría que se ha hidratado y tratado que una que no.

   Lo primero que hay que tener en cuenta es la calidad del producto con el que nos hidratamos, ya que algunas cremas hidratantes contienen aditivos (como los parabenos) que hacen que su uso no sea adecuado durante el embarazo, puesto que estas sustancias pueden pasar a nuestra sangre a través de nuestra piel y llegar a nuestro bebé.

   Por tanto, cuanto más natural y puro sea el producto, mejor. Hay cremas de farmacia carísimas cuyo principio activo es, en comparación, muy barato. Algunas prometen su efecto por contener aceite de rosa mosqueta o aceite de almendras dulces, cuando utilizando éstos en su forma lo más pura posible (especialmente el de almendras) ahorramos y el efecto es mayor.

   Estos dos aceites son, bajo mi punto de vista, de los mejores y más efectivos para hidratar la piel de las embarazadas, aunque también existen cremas naturales a base de aceite de oliva, aceite de argán, o aceite de coco, que también son excelentes.

   Muchas mujeres han probado, y dicen que les ha ido muy bien, con la crema Nivea de toda la vida (conste que no promociono, de hecho, no fue la que yo usé).

   Para unos resultados más óptimos, se recomienda aplicar cremas o aceites hidratantes al menos dos veces al día. En mi caso lo hacía cuando me duchaba, cuando me cambiaba de ropa o me ponía el pijama, y cuando me acordaba, vaya... Y cuanto antes empecemos a hidratarnos mejor, ya que en las primeras semanas de embarazo, aunque puede que aún no tengamos barriguita, sí que es frecuente experimentar retenciones de líquidos, que se suelen acentuar durante la tarde.

   Yo puedo decir que tengo una piel con un tanto de tendencia a las estrías, de hecho, tengo en mis caderas un recuerdo del desarrollo de mi cuerpo durante la pubertad que parece que me hubiera atacado un tigre. Pero por aquel entonces yo no usaba ni gota de cremas corporales.

   Sin embargo, sí que las usé durante todo el embarazo de mi Gansi, y de aquella etapa no conservo señal alguna en mi cuerpo, más que un suelo pélvico un tanto debilitado por el tremendo desgarro y la episiotomía que me realizaron durante el parto.

   Así que personalmente, recomiendo al 100% hidratarse bien, tanto por dentro como por fuera, para un embarazo saludable y un postparto con las menores estrías posibles.