jueves, 19 de noviembre de 2015

Lo que aprendí sobre la hidratación en el embarazo

   Sí, lo sé, hace mil que no publico... En mi defensa diré que han sido unas semanas de locura, de esas que te vas a la cama y te quedas un rato boca a arriba como si te hubiera arrollado un tren y no sabes ni de dónde ha salido, y te quedas diciendo “¿qué ha pasao?”

   En fin que hoy quería yo darle un repaso a un tema que me venía rondando y del que hasta ahora no he hablado, que es el de la hidratación durante la etapa del embarazo y el postparto.

   Durante el embarazo es importantísimo hidratarse tanto por dentro como por fuera.

   Una adecuada ingesta de agua durante el embarazo es fundamental. No sé si alguna vez os ha dado una deshidratación, pero no se pasa nada bien. Ahora, durante el embarazo, el daño puede ser aún más grave, tanto para la madre como para el bebé, aunque seremos nosotras las que primero acusaremos los síntomas (dolores de cabeza, náuseas, contracciones en el último trimestre...).




   Además de para prevenir la deshidratación, el agua también sirve para que orinemos más (ya de por sí las embarazadas orinan más y tienen que reponer líquido) y por tanto eliminemos toxinas que no queremos que lleguen a nuestro bebé, así como para disminuir los efectos de la acidez estomacal que a veces surge durante la gestación. Por cierto, eso que dicen que si tienes ardores es que el bebé viene con mucho pelo: mentira cochina, que yo tenía muchísima acidez y mi Gansi nació con la cabeza como Caillou (no de grande, sino de pelona). También alivia la retención de líquidos que nos hinchan las piernas y nos pone los tobillos paquidérmicos (en mi caso, tobillos tamaño humano, porque los míos de por sí son tamaño pata de gallina).

   En fin, que es necesario que las embarazadas estén bien hidratadas, lo cual tampoco significa darse hartones de agua. Un consumo excesivo de agua también puede ser contraproducente. Si bien es cierto que no consumimos agua destilada, porque sabemos que es peligroso para nosotros puesto que nuestro cuerpo sufriría una pérdida importante de minerales, el agua del grifo, y sobre todo algunas aguas minerales, son de mineralización débil, con lo que tomarnos 5 ó 7 litros puede producirnos un efecto similar al agua destilada en el sentido de que nuestro cuerpo también se desmineraliza, y no olvidemos que los minerales son nutrientes esenciales.

   Las bebidas isotónicas tampoco son muy recomendables durante el embarazo (realmente no son recomendables si no estás practicando deporte), ya que contienen altos niveles de azúcares.

   Entonces ¿qué bebemos?

   Para empezar, las embarazadas han de estar atentas a las señales de su cuerpo y beber en cuanto sientan sed. Es preferible llevar siempre a mano una botellita de agua e irle dando sorbos de vez en cuando que pimplarse un litro de golpe cada 3 ó 4 horas.

   El agua que se consuma debe ser de calidad, y hay zonas en las que, si bien el agua es perfectamente potable, puede que sea demasiado ácida o alcalina, o incluso contener partículas dañinas (por ejemplo, si las cañerías son viejas o están en mal estado).

   Una vez que nos hemos asegurado de que nuestro agua es de calidad (aplicando filtros o comprándola mineral), es saludable añadir un pequeño chorrito (sin pasarse) de agua de mar para enriquecerla y mineralizarla, pero no agua de la playa, sino agua de mar de verdad, que la venden en herboristerías y algunos grandes comercios.

   Otro agua de calidad que podemos consumir es la que se toma a través de los alimentos, especialmente frutas y verduras. Tampoco es aconsejable abusar de los zumos, aunque sean naturales, ya que contienen un alto porcentaje de azúcar en comparación con los hidratos de carbono y fibra que se pierden al exprimir la fruta (distinto es si la molemos para hacer un batido).

   La leche tampoco es muy recomendable, sobre todo si la embarazada siente ascos a los lácteos (cosa muy habitual), siendo mejor en estos casos buscar fuentes alternativas de calcio como los frutos secos (nueces en particular) y verduras como el brócoli.

   Estos cuidados ni que decir tiene que deben continuar en el posparto, en especial si se da el pecho.

   Y una vez visto el tema de la hidratación interna, pasamos a abordar la externa.




   Hay que tener en cuenta la extraordinaria transformación que sufre el cuerpo de la mujer durante el embarazo, como todo se expande y se recoloca para dar cabida a un pequeño ser humano en nuestro interior. Aunque nuestra piel tiene una excelente elasticidad, ésta es limitada, y necesitamos contribuir un poco, no sólo para prevenir las antiestéticas estrías sino para ayudar a que luego todo vuelva a su sitio con mayor facilidad. Por eso se debe hidratar la piel no sólo durante el embarazo sino después. Además, alivia esos picores que a veces se producen al estirarse la dermis.

   Muchas mujeres optan por no hidratarse lo suficiente (o nada) porque piensan (o saben por experiencia en algunos casos) que por su constitución le van a salir estrías igualmente, hagan lo que hagan y se echen lo que se echen. Aunque éste sea el caso, es necesario hidratar la piel igualmente, ya que es una ayuda que le estamos dando, que puede que no nos libre de todas las estrías pero sí quizá de algunas, y no es lo mismo una estría que se ha hidratado y tratado que una que no.

   Lo primero que hay que tener en cuenta es la calidad del producto con el que nos hidratamos, ya que algunas cremas hidratantes contienen aditivos (como los parabenos) que hacen que su uso no sea adecuado durante el embarazo, puesto que estas sustancias pueden pasar a nuestra sangre a través de nuestra piel y llegar a nuestro bebé.

   Por tanto, cuanto más natural y puro sea el producto, mejor. Hay cremas de farmacia carísimas cuyo principio activo es, en comparación, muy barato. Algunas prometen su efecto por contener aceite de rosa mosqueta o aceite de almendras dulces, cuando utilizando éstos en su forma lo más pura posible (especialmente el de almendras) ahorramos y el efecto es mayor.

   Estos dos aceites son, bajo mi punto de vista, de los mejores y más efectivos para hidratar la piel de las embarazadas, aunque también existen cremas naturales a base de aceite de oliva, aceite de argán, o aceite de coco, que también son excelentes.

   Muchas mujeres han probado, y dicen que les ha ido muy bien, con la crema Nivea de toda la vida (conste que no promociono, de hecho, no fue la que yo usé).

   Para unos resultados más óptimos, se recomienda aplicar cremas o aceites hidratantes al menos dos veces al día. En mi caso lo hacía cuando me duchaba, cuando me cambiaba de ropa o me ponía el pijama, y cuando me acordaba, vaya... Y cuanto antes empecemos a hidratarnos mejor, ya que en las primeras semanas de embarazo, aunque puede que aún no tengamos barriguita, sí que es frecuente experimentar retenciones de líquidos, que se suelen acentuar durante la tarde.

   Yo puedo decir que tengo una piel con un tanto de tendencia a las estrías, de hecho, tengo en mis caderas un recuerdo del desarrollo de mi cuerpo durante la pubertad que parece que me hubiera atacado un tigre. Pero por aquel entonces yo no usaba ni gota de cremas corporales.

   Sin embargo, sí que las usé durante todo el embarazo de mi Gansi, y de aquella etapa no conservo señal alguna en mi cuerpo, más que un suelo pélvico un tanto debilitado por el tremendo desgarro y la episiotomía que me realizaron durante el parto.

   Así que personalmente, recomiendo al 100% hidratarse bien, tanto por dentro como por fuera, para un embarazo saludable y un postparto con las menores estrías posibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario