Siempre he procurado mantenerme en el
mayor de los anonimatos posibles. No digo mi verdadero nombre, no
publico fotos mías ni de mi peque, y cuando hablo de mi Gansi lo
hago en tono neutral, ni siquiera he mencionado si era niño o niña.
Lo hago así porque es la elección
personal que he tomado, porque este anonimato me ayuda a abrir mi
corazón y contar mis experiencias y opiniones lo más sincera y
honestamente posible. Es lo que a mí me funciona y con lo que me
siento cómoda. Por supuesto que respeto a quien lo haga de forma
diferente, porque creo que cada uno es dueño de su intimidad y tiene
derecho a decidir qué cuenta, hasta dónde cuenta y a quién se lo
cuenta. Y yo hasta ahora he decidido hacerlo así.
Pero para la siguiente entrada necesito
desvelar que mi Gansi es niña, y desde que supe que iba a serlo no
dudé ni un segundo que iba a llevar pendientes. No dudé, claro,
hasta el mismo instante en que se los fui a poner.
En este país es algo totalmente normal
que las niñas desde bebés lleven pendientes, y así lo había visto
yo siempre. De hecho muchas veces para reconocer si un bebé es niño
o niña en lo primero que nos fijamos es en si lleva pendientitos. Ni
nos paramos a pensar que en otros países, con culturas muy similares
a la nuestra, esto es una aberración tan grande como ponerle a tu
bebé un piercing en la nariz. De hecho, un pendiente aunque sea en
la oreja es un piercing al fin y al cabo.
Hay muchas mujeres que no llevan
pendientes o que deciden no ponérselos a sus hijas, y lo curioso es
que aquí esto sea lo raro cuando en otros países te podrían hasta
quitar la custodia por ocurrírsete perforarle las orejas a tu bebé.
Así que si vas a tener una niña,
quizá te apetezca hacer una reflexión. Yo te cuento mi experiencia,
y luego tú decides.
Como decía, yo lo tenía clarísimo.
Niña = pendientes, ni me planteaba otra cosa. Pero... ¿cuándo y
dónde ponérselos?
Hay opiniones para todos los gustos.
Algunos se los ponen nada más nacer o a los pocos días, en el
centro de salud o en una farmacia (no, no hay que ir a un garito de
tatuajes), y otros aconsejan esperar un mes al menos. Por un lado,
cuanto más pequeñas son nuestras nenas, más tierno está el
lóbulo, supuestamente menos vascularizado, y menos les duele, desde
luego parece que se quejan menos. Por otro lado, al esperar un mes el
lóbulo ha crecido y puede que haya cambiado un poco de forma, con lo
cuál si esperamos nos arriesgamos menos a que les puedan quedar
torcidos.
Pues bien, creyéndonos perfectamente
informados, tomamos la decisión de esperar al menos un mes y
llevamos a nuestra Gansi a una farmacia especialmente recomendada en
la que supuestamente eran expertos y te hacían un trabajo fino
filipino.
Inocente de mí, pensé que mi peque
apenas se enteraría, o sería un momento, como una inyección, y en
un rato estaríamos en casa. Pero fue una de las experiencias más
traumáticas de mi vida. Mi peque lloró muchísimo con el primer
agujero, tanto que a punto estuve de decir que no le hicieran el
otro. Me sentí horriblemente mal, como si la estuviera traicionando.
Ella confiaba en mí, yo era su seguridad, se suponía que debía
protegerla, y la había llevado conscientemente a un sitio donde le
estaban haciendo mucho daño sólo por vanidad.
Pero ahí no queda todo. Después de
esperar un mes para que no le fueran a quedar los pendientitos
torcidos, e ir al sitio recomendado chachi piruli, ¿adivináis qué?
¡Le quedaron torcidos!
Así que me vi en la disyuntiva de
dejar a mi peque con los pendientes torcidos de por vida (y se notaba
bastante), o hacerla pasar por el calvario otra vez. Fue una decisión
muy dura. Era como un castigo, ahora me iba a tocar vivir la
pesadilla dos veces, y mi pobre peque lo iba a pagar.
En efecto, le quitamos el pendientito
más torcido, le dejamos unos días para que se cerrara bien (no
tardó y quedó perfecto, ni una señal, eso sí), y la volvimos a
someter a esa tortura.
Me quedé tan traumatizada que deseé
que si alguna vez tenía otro bebé no querría que fuera niña sólo
para no tener que tomar la decisión de si ponerle pendientes o no.
No creo que mi peque recuerde nada,
aunque no puedo asegurar que no haya quedado nada raro rondando por
su subsconsciente, y ahora es una feliz niña con pendientitos para
demostrarlo. Ya la puedo rapar y vestirla con un chándal de las
tortugas ninja que nadie va a cuestionar que es una niña.
Y por si fuera poco todo esto, una vez
pasado el mal rato les toca a los papás llevarse unos días
ejerciendo los cuidados pertinentes a la orejita de la nena:
asegurarse de que esté limpia y no se infecte, darle vueltecitas al
pendiente para que no se encarne (a mi peque esto le molestaba
bastante y me empujaba la mano con su manita), y algunos recomiendan
que la madre le frote los dedos mojados en su saliva en ayunas en el
lóbulo.
Por cierto, si necesitas aún más
datos a considerar para tomar tu decisión, déjame decirte que si no
quieres gastar mucho puedes ponerle a tu nena pendientes de poca
calidad por menos de 5 euros (los hay monísimos, de muñequitos de
todos los colores), aunque te arriesgas a que puedan causarle
dolorosas infecciones. Mi peque tuvo una, y se suponía que eran
pendientes buenecitos los que llevaba por entonces Desde luego,
cuando ves la orejita de tu bebé hinchada, enrojecida y chorreando
pus (literalmente), dejas de escatimar. Los pendientes de plata, y
sobre todo de oro (que son los que más se les pone al final) cuestan
una pasta gansa, y te duele el riñón cada vez que los pierden, y
hay niñas (como la mía) que tienden a perderlos mucho, sobre todo
los primeros años de vida.
Y para terminar, aquí os dejo unos
enlaces interesantes para completar la reflexión:
También vale así ¿no?