Un día, charlando con los padres y
madres del parque, comentaba lo mal que lo estaba pasando mi bebé
con los cólicos. Algunos me decían que lo entendían, otros creían
haber pasado por ahí, pero ni se imaginaban lo que es realmente, y
otros me miraban como los perros cuando no te entienden y ladean la
cabeza. Al decirle a uno de estos últimos padres que mi bebé no se
consolaba con nada cuando le estaba dando el cólico, me contestó:
“¿Ni comiendo?”..... Mi cara de póquer no tenía precio...
Entiendo, por una parte, que diera por
sentado que no hay malestar que la teta no le cure a un bebé, pero
en el fondo pensé “¿dónde están esos bebés que sólo lloran
por hambre? ¿De verdad el tuyo sólo llora cuando tiene hambre?”...
Con la de cosas por las que lloran los niños...
Y es que los niños lloran hasta por
cosas que a los adultos nos pueden parecer absurdas e inimaginables,
desde que son bebés hasta que casi son adultos (que los adolescentes
también tienen miga), porque su mundo es otro y para ellos tienen
una importancia increíble cosas que para nosotros no son importantes
en absoluto. Por no mencionar que cuando son bebés no saben hablar y
la única forma que tienen de comunicar cualquier cosa que sienten,
que quieren, que no les gusta, que les incomoda etc, es a través del
llanto.
Cuando crecemos vamos aprendiendo lo
que tiene verdadero valor, y nos entristecemos ante cosas
verdaderamente graves, desgracia, sufrimiento etc, pero para un peque
la peor de las desgracias que imagina puede ser que otro niño toque
sus juguetes, o símplemente que se le caiga el peluche al suelo.
Todos los bebés lloran, unos más y
otros menos, pero toooodos lloran. Y me puedo creer que haya bebés
que sólo lloran cuando tienen hambre (aunque lo ideal sería no
esperar a que lloraran para alimentarlos, porque llegados a este
punto es que están que se desmayan del hambre), pero los bebés
normales lloran por multitud de motivos, aunque algunos sean más
sensibles que otros.
Un bebé puede llorar porque está
incómodo (por su ropa, porque tiene el pañal sucio, por la
temperatura...), porque se ha asustado, porque necesita contacto o
atención, porque está cansado o tiene sueño (con lo fácil que
parece echarse a dormir sin más), porque está hiperestimulado,
porque no se encuentra bien (tiene mocos, tos, fiebre, dolor,
malestar general...). O también pueden llorar sin un motivo aparente
(como en el caso de los “cólicos”), aunque siempre lo debe
haber, pero hay veces que a los padres nos es imposible descifrar qué
es lo que está angustiando tanto a nuestra criaturita.
"Mi papá se llevó mi nariz..."
Hace poco tuvimos con Gansiki una
experiencia desagradable. Empezó a llorar de repente y muy
enérgicamente a las 5 de la mañana. No era su hora de cólicos
habituales, y además ya hacía unos días que no le daban y teníamos
la esperanza de que una vez cumplidos los 3 meses ya no le dieran
más. Como no paraba, cuando llevaba así unas 5 horas (caía
rendido, al poco despertaba y volvía a empezar y así
sucesivamente), lo llevamos a urgencias porque además le estaba
dando fiebre y llevaba muchas horas sin querer comer, y no le
encontraron absolutamente nada. Aún no sabemos qué tuvo, el caso es
que sobre las 2 del mediodía empezó a hacer caca como una bestia y
al quinto pañal ya estaba feliz como si no hubiera pasado nada.
Podría haber tenido una obstrucción intestinal que le estuviera
incomodando o incluso doliendo a rabiar, y lo único que podía hacer
era llorar, y nosotros volvernos locos intentando interpretar su
llanto.
Sí que es cierto, al menos yo así lo
he notado, que una acaba interpretando el tipo de llanto de su bebé
y distinguiendo cuándo es llanto de dolor, de sueño, de hambre, de
frustración o de reclamo de atención. No me sorprende que así sea,
si terminé por interpretar el maullido de mi gato que a poco le
contesto maullando yo también, ¿no voy a acabar entendiendo el
llanto de mi bebé? Aunque siempre hay veces en que una no acierta.
A medida que crecen los niños a esta
lista de razones por las que lloran se le van sumando cosas como que
se lastiman, que se sienten impotentes porque no alcanzan un objeto,
que quieren expresar algo y no los entendemos, que las cosas no les
salen como ellos quieren, que quieren algo y no puede ser etc...
Todos estos motivos pueden parecer comprensibles, justificados, pero hay que prepararse porque muchas
veces nuestros peques van a llorar por cosas que nos van a parecer
absurdas, de forma que nuestra primera reacción va a ser troncharnos
de la risa (a veces, incluso enfadarnos con ellos), pero oye que para
ellos será un asunto muy serio.
También es muy común que, cuanto más
cansados estén, más sensibles, de forma que llega un momento en que
ya parece que lloran por cualquier cosa.
Mi Gansi ha llegado a llorar como si se
acabase el mundo porque ya se ha hecho de noche, porque sin querer se
ha dormido, porque se le ha roto una galleta, porque quería ordenar
los libros de su cuarto de una forma tan original que no se
aguantaban en la estantería, porque sus amigos al salir del cole se
han ido a sus casas a comer, porque hoy no se ha encontrado con el
gato callejero que solemos ver frente a casa, porque se ha despertado
en mitad de la noche y era de noche...
Una piensa “pobrecillos”, pero en
el fondo se está descacharrando por dentro de la risa con algunas de
las “razones” por las que nuestros peques llegan a llorar.
En este enlace tenéis un recopilatorio
de razones tronchantes por las que lloran los niños
Pero tras estas aparentemente
injustificadas razones subyace un auténtico malestar para ellos, un
deseo frustrado o un sentimiento que no son aún capaces de
gestionar, y esto (aunque por dentro nos riamos) hay que
respetárselo, tratando de empatizar con ellos, explicarles las cosas
y que poco a poco vayan entendiendo que esas cosas igual no importan
tanto como pensaban...