Se denomina aborto espontáneo a la
pérdida del embarazo antes de la semana 20 de gestación, por causas
no intencionadas, que en su mayoría se relacionan con problemas
genéticos que dan lugar a condiciones incompatibles con la vida, y
es por eso que el mayor porcentaje de casos ocurren durante el primer
trimestre de embarazo, concentrándose en las semanas anteriores a la 12, ya que durante la 6 se lleva a cabo el proceso de organogénesis en el embrión, y especialmente en la 4 ó 5 si se ha producido un fallo en la implantación de éste.
Lo primero que aprendí es que quedarse
embarazada no significa que una vaya a tener un bebé. Circulan por
la red vídeos preciosos en los que la mujer enseña a su pareja la
prueba de embarazo positiva y ambos lloran emocionados diciendo: “Oh,
Dios mío, vamos a tener un bebé... ¡vamos a ser padres!” No les
oyes decir: “bueno, si todo va bien tendremos un bebé”. Porque
quien no ha vivido nunca la experiencia de un aborto, no piensa que
algo tenga por qué ir mal. Sí, saben que esas cosas pasan, pero no
imaginan la frecuencia con la que se dan.
Ni yo misma, que ya había sufrido una
pérdida, me imaginaba que me pudiera volver a pasar, y menos tal y
como ocurrió. Sabía que había mujeres con condiciones médicas que
las hacían propensas a padecer abortos, como problemas de
coagulación de sangre, endometriosis, desarreglos hormonales etc, y
conocía casos de mujeres que habían tenido amenazas de aborto y
tras un reposo absoluto todo había ido bien. Pero sinceramente me
pilló totalmente desprevenida que una mujer sana, que ya ha tenido
un aborto anterior (cubriendo por tanto la estadística que dice que
uno de cada cuatro embarazos no llega a término), sin una amenaza de
aborto ni sangrado previo, y más aún después de haber ido a la
primera ecografía y haber “constatado que todo iba bien”,
pudiera perder a su bebé de un día para otro, así sin más, de
repente, cuando más tranquila estaba, simplemente, se paró, dejó
de crecer y su corazón dejó de latir.
Pero sí, esas cosas ocurren, y te
marcan. Te marcan de tal forma que si alguna vez hay un siguiente
embarazo lo vives desde el miedo. Ya no piensas que haya más
probabilidades de que todo vaya bien que de que algo vaya mal, sino
lo contrario. Revisas compulsivamente el papel cada vez que te
limpias al ir al baño buscando el más mínimo resto de sangre, y al
primer manchado te plantas en urgencias. En mi caso, ese manchado
minúsculo de un restito de sangre seca significó que mi bebé ya no
vivía. Y así viví ese embarazo, de una forma que nunca sabré si
en el fondo intuía que algo iba mal, o era la simple paranoia
generada por el miedo. Ese miedo es tan grande que cuando ves el
positivo no te atreves a creértelo, no te permites hacerte
ilusiones, te da reparo contárselo a la gente. Yo sentía incluso
aversión a sacar mi caja de ropa premamá (de hecho fue sacarla y
perder a mi bebé). Se vuelve una tan escéptica que no concibe cómo
puede existir gente que tenga más de un hijo, o hasta 4 ó 5 y nunca
pierda ninguno.
Pero hay algo peor que perder esa
ilusión, que perder esa inocencia de creer que todo va a ir bien,
peor incluso que ver salir de tu cuerpo a tu bebé (con esa sensación
de alivio similar a la que se tiene tras el parto, pero que en ese
momento te sabe tan amarga), y sostenerlo en tu mano, o que te lo
saquen en el hospital y lo llamen “residuo sanitario”. Peor que
saber que el día antes estabas tan llena y ese día tan vacía. Lo
peor de todo es que no se te permita tener un duelo.
Las palabras de la gente: “eres
joven, tendrás más... mira Fulanita que lo perdió con 6 meses, eso
sí que es malo, no lo tuyo... eso es que no vendría bien... se te
fastidió la cosa (sí, esto me lo dijeron a mí), ¡pero si eso es
muy común!, a ver si fue por esto o aquello que hiciste, no pasa nada, mujer legrada mujer preñada etc”...
Todo esto en lugar de un simple: “lo siento”. Todo el mundo
quiere que te recompongas cuanto antes, que dejes ya de llorar y de
hablar del tema, en lugar de dejar que te tomes el tiempo que
necesites. Recuerdo las palabras de mi suegra cuando yo me aferraba a
la bolsita donde había metido el cuerpecito sin vida de mi bebé:
“Tira eso a la basura, olvídalo y a seguir adelante”.
Es lógico que la gente piense que
cuanto más avanzado está el embarazo, peor es el dolor, ya que al
haber estado más tiempo en contacto con el bebé, al haberle visto
en las ecografías, incluso saber su sexo, se da por sentado que se
ha establecido una fuerte conexión con esa criatura. Es cierto que a
mayor tiempo de gestación mayor probabilidad de que se haya
producido esa conexión, pero hay quien no puede evitar establecerla
mucho antes, especialmente si ese embarazo era muy buscado o muy
esperado. Hay quien ya ama a tu bebé con toda su alma desde antes
incluso de quedarse embarazada, aunque esto sea complicado de
entender.
Pero ¿en qué momento se convierte el
embrión o feto en un ser querido? ¿En qué momento es socialmente
aceptable que ames a tu bebé y llores su pérdida?
Realmente hay para quien el embarazo no
significa gran cosa, y no siente esa conexión hasta que
éste no está muy avanzado, o incluso tras el parto, pero para
muchas mujeres, perder un embarazo incluso en la semana 5 ya
significa perder a un ser muy amado.
El ejemplo que voy a poner es muy
fuerte, y mucha gente se llevará las manos a la cabeza diciendo que
no hay comparación posible, pero lo hago sólo para hacernos una
remota idea de lo que puede llegar a sentir una mujer que acaba de
sufrir un aborto, ante la falta de consideración de los demás.
Imaginemos que Menganita llega a casa
de su madre rota de dolor porque acaba de recibir la noticia de que
su marido ha fallecido en un accidente de coche, y la respuesta de su
madre, y de los vecinos, y demás allegados es: “¡Venga ya que no
es pa tanto! Si el Señor se lo ha llevado por algo sería, no te
convendría mucho. ¿Y no será por algo que tú hayas hecho? ¡Eres
joven, ya tendrás otro marido! Mejor ahora que tampoco llevabais
mucho tiempo casados que lo que le pasó a Sultanita que se le murió
el marido y llevaban 40 años juntos. Ufff ¿pero tú sabes lo común
que es eso? ¿Sabes la cantidad de personas que mueren todos los
días? Mira a Fulanita de Copas que ya ha perdido 3 maridos. Ains,
si es que os encariñáis demasiado pronto. Ya sabes lo que dicen:
mujer enviudada, mujer casada.”
Soy consciente de lo fuerte que es esta
comparación, pero es que estas no son las cosas que alguien quiere
escuchar después de perder un ser querido, por más común que sean
ese tipo de pérdidas, o por poco tiempo que pudiera llevar ese ser
querido en su vida. Lo que cuenta no es el tiempo, sino el amor que
se tenía, que muchas veces, aunque se quiera, no se puede evitar.
Es frecuente que las mujeres que hayan
sufrido abortos traten de evitar establecer esa conexión con su bebé
en el siguiente embarazo, para no sufrir de nuevo, pero hay casos en
los que esto se hace especialmente difícil.
Yo en esos momentos no quería que me
dijeran que era joven. ¿Qué quiere decir joven? Que das por sentado
que no tengo problemas de fertilidad, y puede que sí los tenga. No
quería que me recordaran otros casos de mujeres a las que les había
pasado, comparando mi dolor con el suyo, porque mi dolor es mío, y
sólo mío. Tampoco necesitaba que me hicieran sentir culpable
haciéndome dudar de si había sido por algo que yo hubiera hecho o
dejado de hacer, o si había tenido algo que ver el hecho de que aún
le diera el pecho a mi peque. No quería que dieran por sentado que
mi bebé no venía bien, de hecho hasta donde yo había visto, todo
parecía estar bien, ni que asumieran que me alegraría de haberme
librado de un niño posiblemente enfermo o malformado. Conozco el
caso de una mujer a la que practicaron una cesárea de urgencia, ella
sabía que su hijo, de vivir, tendría (posiblemente para toda la
vida) problemas renales, respiratorios y sanguíneos, pero no le
importaba, amaba a su hijo y estaba dispuesta a entregarse a su
cuidado para darle una vida plena. Y qué decir de este video de
estos padres luchadores:
Sobre todo, no quería que me dijeran
que lo olvidara...
Así que si conoces a alguien a quien
le ha pasado, no trates de minimizar su dolor o deslegitimarlo, no
intentes hacer que se sienta mejor (sobre todo recordándole que no
es la única a la que le ha pasado), no trates de buscar las palabras
adecuadas porque las únicas que hay son: “lo siento”, y tal vez:
“si necesitas hablar de ello, aquí me tienes”.