jueves, 10 de marzo de 2016

Mujeres que no tienen hijos

   Las mujeres tienen hijos por motivos muy diversos, desde una especie de llamada de la madre naturaleza que las impulsa a crear vida, a “porque toca”, “porque es lo que hay que hacer cuando te casas”, “porque todo el mundo lo hace”, “porque el señor lo manda”, o simplemente no querían pero se presentó el bebé sin llamarlo y se lo quedaron.

   Igualmente, las mujeres que no tienen hijos también tienen sus motivos: no pueden (físicamente, económicamente, etc), no les parece que sea el momento oportuno, pero no lo descartan en el futuro, o sencillamente no quieren ni ahora ni nunca, por una lista infinita de razones.

   Y aquí es donde se puede iniciar el conflicto, porque a una mujer que ha tomado la decisión firme y consciente de que no desea ser madre, e incluso siente un profundo rechazo hacia ello, es normal que le cueste entender que haya alguna que sí quiera, voluntariamente, y encima lo disfrute, al igual que esas mujeres que sienten esa fuerte “llamada a la maternidad”, encontrarán difícil concebir que haya mujeres que no la sientan, e incluso temerán por ellas porque pensarán que quizá no la han sentido aún pero puede que llegue un momento en sus vidas en que la sientan y entonces ya sea tarde para ellas.

   Quien ha deseado con ansias un hijo, lo ha recibido con amor e ilusión, y disfruta de su crianza como si fuera la experiencia más maravillosa que se puede vivir, es posible que piense: “¿cómo puede haber alguien que renuncie a algo que te hace tan feliz y te hace sentir tan plena?”

   Mientras que haya respeto de por medio, la cosa se quedará en grupos de mujeres que se mirarán mutuamente sin comprenderse, como quien ve la cosa más rara del mundo, pensando “¿pero qué le pasará a ésta por la cabeza?”




   Para no eternizarnos, dejaremos de lado los casos de madres “porque toca”, o madres “obligadas”, que quizá luego agradecieron en el alma que la vida les diese la oportunidad de descubrir la maternidad, ya que una vez que la prueban se enamoran de la experiencia, o quizá maldigan el día en que pensaron que sería buena idea tener hijos y se arrepienten de ello profundamente, incluso aunque amen a sus criaturas con todo su corazón. Centrémonos en aquellas que desde siempre han sabido que querían tener hijos (independientemente de que logren o no tenerlos), y aquellas que están firmemente convencidas de que no los quieren, vamos, las posturas más extremas.

   Ciertamente una mujer que no concibe la vida sin ser madre, que no imagina otra felicidad que no sea junto a sus hijos, verá en aquella que no los tiene una existencia incompleta, y ésta a su vez la mirará y ambas pensarán en todo lo que la otra se está perdiendo por la decisión que ha tomado.

   ¿Qué lleva a una mujer a estar segura de que no desea ser madre? ¿Cómo, cuándo y por qué se despierta el “instinto maternal”? ¿Qué es “lo natural”? ¿Es posible llegar a entenderse?

   ¿Acaso todas tenemos reloj biológico? ¿Puede una mujer que nunca ha deseado ser madre, de repente, a cierta edad, sentir despertar su instinto? No hablo de las que lo posponen para centrarse en sí mismas o en su carrera, sino de aquellas que nunca lo han querido, con total seguridad.




   Yo puedo decir que siempre he tenido claro que quería tener hijos (y eso que nunca me han gustado especialmente los niños, y siguen sin dárseme muy bien los vástagos ajenos, pero por los míos bajo la luna si hace falta), y me mortificaba la idea de no poder tenerlos, como una de mis peores pesadillas. Ese deseo tan fuerte me hacía incapaz de entender cómo podía haber mujeres que tuvieran tan claro que no querían ser madres. Me parecía incluso injusto que pudieran existir mujeres sanas que voluntariamente decidieran que no querían hijos habiendo tantas que deseaban tenerlos y no podían. ¿Por qué no puede ir siempre el instinto de la mano de la disponibilidad? Sería más justo que la que no pudiera no quisiera y la que quisiera siempre pudiera, pero la naturaleza a veces es así...

   Pues he tenido la fortuna de que la vida me de la oportunidad de conocer a mujeres que han decidido que nunca van a ser madres, pero no porque no pudieran, y esto me ha permitido entenderlas mucho mejor, y no, no sufren por ello lo más mínimo, no están locas ni amargadas, ni tienen la casa infestada de gatos.




   También he conocido casos que me han llenado de angustia, de mujeres que sí que querían hijos, pero sus parejas no, o su economía no se lo permitía, o sencillamente el bebé no llegaba nunca. Y esto es muy duro, es un sufrimiento que sólo entiende quien lo padece, desear un hijo con toda tu alma y no poder tenerlo.

   Pero volviendo a las antes mencionadas, por extraño que me pareciera (y seguro que a muchas otras también se lo pude llegar a parecer), son reales, y aunque algunas te ven lidiar con tus peques y piensan “¿pero por qué...?” , en el fondo respetan tu decisión.

   Sencillamente han tenido la mala fortuna de que les ha tocado vivir en una sociedad en la que, por el hecho de ser mujeres, se las juzga en base a si se casan, si tienen pareja o si tienen hijos. Una sociedad en la que si eres hombre a nadie le importa tu vida sentimental, ni si tienes pareja llegada cierta edad, porque “no se te pasa el arroz”, nadie te llama “solterón”, ni siente lástima por ti si llegas a la tercera edad sin hijos, porque no dan por sentado que tu naturaleza sea desearlos.

   Es complicado que haya respeto cuando no existe entendimiento, cuando miramos como a extraterrestres a parejas que se casan y manifiestan abiertamente que no quieren descendencia (de hecho, según la religión católica, estos matrimonios son nulos). Si sólo podemos ver que los mueve el egoísmo, mal vamos.

   Que yo no digo que no haya de todo en esta vida, que realmente haya personas que sólo sepan vivir por y para sí mismas, pero no vamos a generalizar. Si realmente no desean hijos, si no están dispuestos a criarlos y darles amor, si sólo van a ser para ellos un obstáculo y los van a tener rodando entre niñeras e internados, mejor que no los tengan.

   El caso es que detrás de toda mujer sin hijos no siempre hay una historia llena de dolor y frustración, muchas veces hay una decisión consciente y respetable, una vida dedicada a otros menesteres pero tan plena y feliz como la de cualquiera que es capaz de alcanzar sus objetivos o que disfruta persiguiéndolos.

   Pero ante todo y lo más importante, es que no falte el respeto. Como decía antes, las parejas con hijos pueden llegar a ver a las que no los tienen como egoístas, pero lo más fuerte es que también sucede al revés, que las parejas sin hijos piensan que no puede haber nada más egoísta que decidir traer a este mundo cruel y abarrotado a más criaturas para tu satisfacción personal.

   Y es que hay padres y padres, cada uno con sus razones y su modelo de crianza, pero algunos todavía tenemos la esperanza de que nuestros hijos sean los destinados a hacer de este mundo un lugar mejor.

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