Las mujeres tienen hijos por motivos
muy diversos, desde una especie de llamada de la madre naturaleza que
las impulsa a crear vida, a “porque toca”, “porque es lo que
hay que hacer cuando te casas”, “porque todo el mundo lo hace”,
“porque el señor lo manda”, o simplemente no querían pero se
presentó el bebé sin llamarlo y se lo quedaron.
Igualmente, las mujeres que no tienen
hijos también tienen sus motivos: no pueden (físicamente,
económicamente, etc), no les parece que sea el momento oportuno,
pero no lo descartan en el futuro, o sencillamente no quieren ni
ahora ni nunca, por una lista infinita de razones.
Y aquí es donde se puede iniciar el
conflicto, porque a una mujer que ha tomado la decisión firme y
consciente de que no desea ser madre, e incluso siente un profundo
rechazo hacia ello, es normal que le cueste entender que haya alguna
que sí quiera, voluntariamente, y encima lo disfrute, al igual que
esas mujeres que sienten esa fuerte “llamada a la maternidad”,
encontrarán difícil concebir que haya mujeres que no la sientan, e
incluso temerán por ellas porque pensarán que quizá no la han
sentido aún pero puede que llegue un momento en sus vidas en que la
sientan y entonces ya sea tarde para ellas.
Quien ha deseado con ansias un hijo, lo
ha recibido con amor e ilusión, y disfruta de su crianza como si
fuera la experiencia más maravillosa que se puede vivir, es posible
que piense: “¿cómo puede haber alguien que renuncie a algo que te
hace tan feliz y te hace sentir tan plena?”
Mientras que haya respeto de por medio,
la cosa se quedará en grupos de mujeres que se mirarán mutuamente
sin comprenderse, como quien ve la cosa más rara del mundo, pensando
“¿pero qué le pasará a ésta por la cabeza?”
Para no eternizarnos, dejaremos de lado
los casos de madres “porque toca”, o madres “obligadas”, que
quizá luego agradecieron en el alma que la vida les diese la
oportunidad de descubrir la maternidad, ya que una vez que la prueban
se enamoran de la experiencia, o quizá maldigan el día en que
pensaron que sería buena idea tener hijos y se arrepienten de ello
profundamente, incluso aunque amen a sus criaturas con todo su
corazón. Centrémonos en aquellas que desde siempre han sabido que
querían tener hijos (independientemente de que logren o no
tenerlos), y aquellas que están firmemente convencidas de que no los
quieren, vamos, las posturas más extremas.
Ciertamente una mujer que no concibe la
vida sin ser madre, que no imagina otra felicidad que no sea junto a
sus hijos, verá en aquella que no los tiene una existencia
incompleta, y ésta a su vez la mirará y ambas pensarán en todo lo
que la otra se está perdiendo por la decisión que ha tomado.
¿Qué lleva a una mujer a estar segura
de que no desea ser madre? ¿Cómo, cuándo y por qué se despierta
el “instinto maternal”? ¿Qué es “lo natural”? ¿Es posible
llegar a entenderse?
¿Acaso todas tenemos reloj biológico?
¿Puede una mujer que nunca ha deseado ser madre, de repente, a
cierta edad, sentir despertar su instinto? No hablo de las que lo
posponen para centrarse en sí mismas o en su carrera, sino de
aquellas que nunca lo han querido, con total seguridad.
Yo puedo decir que siempre he tenido
claro que quería tener hijos (y eso que nunca me han gustado
especialmente los niños, y siguen sin dárseme muy bien los vástagos
ajenos, pero por los míos bajo la luna si hace falta), y me
mortificaba la idea de no poder tenerlos, como una de mis peores
pesadillas. Ese deseo tan fuerte me hacía incapaz de entender cómo
podía haber mujeres que tuvieran tan claro que no querían ser
madres. Me parecía incluso injusto que pudieran existir mujeres
sanas que voluntariamente decidieran que no querían hijos habiendo
tantas que deseaban tenerlos y no podían. ¿Por qué no puede ir
siempre el instinto de la mano de la disponibilidad? Sería más
justo que la que no pudiera no quisiera y la que quisiera siempre
pudiera, pero la naturaleza a veces es así...
Pues he tenido la fortuna de que la
vida me de la oportunidad de conocer a mujeres que han decidido que
nunca van a ser madres, pero no porque no pudieran, y esto me ha
permitido entenderlas mucho mejor, y no, no sufren por ello lo más
mínimo, no están locas ni amargadas, ni tienen la casa infestada de
gatos.
También he conocido casos que me han
llenado de angustia, de mujeres que sí que querían hijos, pero sus
parejas no, o su economía no se lo permitía, o sencillamente el
bebé no llegaba nunca. Y esto es muy duro, es un sufrimiento que
sólo entiende quien lo padece, desear un hijo con toda tu alma y no
poder tenerlo.
Pero volviendo a las antes mencionadas, por
extraño que me pareciera (y seguro que a muchas otras también se lo
pude llegar a parecer), son reales, y aunque algunas te ven lidiar
con tus peques y piensan “¿pero por qué...?” , en el fondo
respetan tu decisión.
Sencillamente han tenido la mala
fortuna de que les ha tocado vivir en una sociedad en la que, por el
hecho de ser mujeres, se las juzga en base a si se casan, si tienen
pareja o si tienen hijos. Una sociedad en la que si eres hombre a
nadie le importa tu vida sentimental, ni si tienes pareja llegada
cierta edad, porque “no se te pasa el arroz”, nadie te llama
“solterón”, ni siente lástima por ti si llegas a la tercera
edad sin hijos, porque no dan por sentado que tu naturaleza sea
desearlos.
Es complicado que haya respeto cuando
no existe entendimiento, cuando miramos como a extraterrestres a
parejas que se casan y manifiestan abiertamente que no quieren
descendencia (de hecho, según la religión católica, estos
matrimonios son nulos). Si sólo podemos ver que los mueve el
egoísmo, mal vamos.
Que yo no digo que no haya de todo en
esta vida, que realmente haya personas que sólo sepan vivir por y
para sí mismas, pero no vamos a generalizar. Si realmente no desean
hijos, si no están dispuestos a criarlos y darles amor, si sólo van
a ser para ellos un obstáculo y los van a tener rodando entre
niñeras e internados, mejor que no los tengan.
El caso es que detrás de toda mujer
sin hijos no siempre hay una historia llena de dolor y frustración,
muchas veces hay una decisión consciente y respetable, una vida
dedicada a otros menesteres pero tan plena y feliz como la de
cualquiera que es capaz de alcanzar sus objetivos o que disfruta
persiguiéndolos.
Pero ante todo y lo más importante, es
que no falte el respeto. Como decía antes, las parejas con hijos
pueden llegar a ver a las que no los tienen como egoístas, pero lo
más fuerte es que también sucede al revés, que las parejas sin
hijos piensan que no puede haber nada más egoísta que decidir traer
a este mundo cruel y abarrotado a más criaturas para tu satisfacción
personal.
Y es que hay padres y padres, cada uno
con sus razones y su modelo de crianza, pero algunos todavía tenemos
la esperanza de que nuestros hijos sean los destinados a hacer de
este mundo un lugar mejor.
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