domingo, 26 de enero de 2014

La llegada de mi pollito

  Hace ya un tiempo que sucedió, así que posiblemente se me escape algún detalle. Por eso quería plasmarlo por escrito antes de que el recuerdo se fuera diluyendo parcialmente con el tiempo, aunque es difícil que vaya a ser algo que no recuerde toda mi vida.

   Todo el mundo me decía que el último mes de embarazo era el peor, porque estás hinchada, pesada, incómoda, y acalorada, pero yo lo llevaba bastante bien, no tenía prisa por ponerme de parto.

   Pasaba ya la semana 40... “¡Oh Dios mio! ¿Se pasó la fecha probable de parto? ¡entonces el bebé viene tarde!” Pues sí, la gansa premamá pensaba que la fecha que te daban para el parto era cuando tenía que venir el bebé, si lo hacía antes se estaba adelantando y si lo hacía después se estaba retrasando, así que yo a esas alturas estaba ya caducada como los yogures. Ya estaba hasta calculando que me lo iban a tener que provocar porque mi bebé no iba a querer o a saber salir cuando le correspondía.

 "Señora, el pollo no sale, esto va a haber que provocarlo"


   Luego aprendí que la fecha probable de parto no es más que una estimación aproximada, pero no hay que darle mayor importancia, porque al igual que cada bizcocho tiene un tiempo de horneado, cada bebé tiene que nacer cuando esté listo para ello, tanto si es la semana 39 como si pasa la 42, por no decir que el cálculo de las semanas también puede ser inexacto.

   Así que como ya se me había pasado la fecha, empezaron a venir los consejos para hacer que aquello se pusiera en marcha, como si eso fuera necesario, y entre ellos lo que más saludable me parecía era dar paseos, por lo que cada mañanita me iba con el ganso prepapá a darnos un garbeo. Pero aquella mañana no me apetecía....

   Llevaba ya varias semanas con contracciones de Braxton Hicks, y era capaz de reconocerlas bastante bien, así que no me preocupaba si las sentía de vez en cuando. Me levanté y me puse a estudiar para el examen que tendría el mes siguiente, pero no me concentraba bien. Me sentía apática y no me apetecía salir a andar, así que le dije al ganso que nos quedáramos en casa tranquilitos, y sobre las 10 de la mañana empecé a sentir otro tipo de contracciones diferentes a las que yo había estado experimentando hasta entonces. Miré la hora, la apunté y seguí con lo mío, anotando cada vez que sentía algo, aunque a veces eran contracciones muy leves y se notaban poco.

   Un par de horas después revisé mis anotaciones y vi que las contracciones eran bastante regulares, como cada 20 ó 30 minutos al principio y un poco menos cada vez, y esto me extrañó un poco porque yo tenía entendido que al principio te daban contracciones irregulares y se regularizaban ya cuando el parto era inminente.

   Pero seguí a lo mío, aunque con una pereza tremenda, creo que conseguí estudiarme al menos otro tema entero, y a medio día le enseñé al ganso la lista de contracciones y le propuse comer y echarnos la siesta por lo que pudiera pasar a la tarde. Ambos estábamos bastante tranquilos y aunque me eché a descansar no pude dormir por las molestias que notaba.

   Sobre las 6 de la tarde vi que las contracciones eran cada 5 minutos aproximadamente, así que llamamos a mis suegros para que nos acercaran al hospital, seguros de que aquello iba para largo. Llamé a mi madre y se lo conté, y me dijo, mientras yo me doblaba de dolor al teléfono porque la cosa ya empezaba a ponerse seria, que para qué iba ya al hospital, que esperara a tener contracciones cada minuto, que lo más seguro es que hasta el día siguiente por lo menos no pasara nada (menos mal que no le hice caso). Una parte de mí pensaba que seguramente tendría razón, pero otra parte gritaba “¡mamá, por Dios, déjame colgar o se me va a salir el bebé aquí mismo!”.

   Al llegar al hospital yo creía que sería como en las películas, que entran gritando ¡esta mujer está de parto! Y todo el mundo se apresura a traerle una silla de ruedas y llevársela resoplando al paritorio. Pero en mi caso (oh mi querido hospital de la seguridad social) tuve que hacer cola como cualquier resfriado más y retorcerme de pie mientras a la ancianita de delante le tomaban la tensión.

   Una vez me atendieron y esperé pacientemente a que un celador me acompañara a la planta de maternidad, esperé una vez más a que me llegara mi turno mientras pensaba que menos mal que iba con tiempo, y que cuántas mujeres habrían dado a luz sin llegar si quiera a entrar a que las vierael médico.

   Recuerdo que pasé a revisión diciéndome “esto no es nada, se parará y me mandarán para casa”, y una vez me vieron y me pasaron a monitores, me preguntaron si vivía muy lejos, porque efectivamente me iban a mandar para mi casa, y que si tenía posibilidad de llegar en 5 minutos. No sé qué se tuvo que ir a hacer la enfermera, pero me dejó un buen rato sola en monitores, y cuando volvió miró la gráfica perpleja y me dijo, “pues te vas a quedar, que esto ha cogido ritmo”. Vamos que si me llegan a mandar para mi casa no paso del aparcamiento...

   Me dirigí a mi habitación andando como un cowboy, y con ganas ya de empujar, y sólo me dio tiempo a ponerme el camisón y vi que ya sangraba y que las contracciones me daban muy fuertes y muy seguidas. Me preguntaron si quería epidural, y dije que de momento no, que lo aguantaba, pero aquello fue a más y cuando me tenían en dilatación llamé a la matrona, que estaba sentada afuera leyendo el Pronto, y le pedí a gritos que me la pusieran, pero ya era tarde.

   Me metieron una especie de aguja de hacer punto para romperme la bolsa, y me dolió muchísimo, así que una cosa más anotada para el próximo plan de parto, si lo hubiera, y me llevaron al paritorio.

   Di unos cuantos empujones emulando a Bruce Lee, hasta que la matrona me dijo que dejara de hacer fuerza con la garganta, que me la iba a destrozar (y probablemente tenía razón porque a la mañana siguiente tenía una ronquera que parecía que venía de un concierto me Metallica), y antes de que me diera cuenta ya tenía a mi pollito sobre el pecho.

   Recuerdo que me quitaron a mi bebé en seguida, porque decían que tenían mucho que coser, y en efecto, más de una hora de sutura, en parte porque mi gansi quiso venir al mundo con el puño por delante como Superman, y en parte porque al personal sanitario no le debió parecer que aquello iba ya bastante rápido que decidieron rajarme una episiotomía (otro punto a anotar para un próximo plan de parto).

   Ahora que lo pienso veo que fue todo bastante bien, y sobre todo rápido, porque empezó a las 10 de la mañana y terminó a las 11 y media de la noche del mismo día, aunque luego vendría la tortura de la sutura. No veía la hora de que aquello acabara y me dieran por fin a mi bebé, para ponerle en mi pecho y volver a estar juntos.

   Y así llegó mi gansi.



2 comentarios:

  1. Ese día lo escribas o no, no se te olvidará ni el mas pequeño detalle. Lo recordaremos siempre como si fuera ayer. Y como algo mágico y maravilloso. Aunque en aquel día hubiera algún que otro momento que quiseras descuartizar a alguien para que supiera lo que se sentía...

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    1. Como lo sabes! Es tan magico! Y siempre surge alguna anecdota...

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