Si acerca de pegar a los niños como
forma de disciplinarlos hay un gran debate, el tema del “cachetito”
ya es hilar más fino. Hay quien está en contra de pegar a los
niños, y sin embargo no ve nada malo en darles un cachetito en el
culete en momentos puntuales, y la principal fuente de disparidad de
opiniones es si esto lo consideramos o no violencia.
Porque el hecho de pegar, todos
estaremos de acuerdo en que es una forma violenta de educar a
nuestros hijos. Ahora bien, en lo que no nos ponemos de acuerdo es el
punto en que esa violencia se considera maltrato. Algunos piensan que
si apenas les hace daño no es maltrato, y otros que cualquier forma
de violencia lo es.
"Y me duele más a mí que a tí..."
Desde luego la fuerza bruta es una
forma eficaz de conseguir que nuestros hijos nos obedezcan en un
momento dado, eso es innegable, otra cosa es que sea la forma más
correcta de actuar. Somos más fuertes que ellos y podemos
doblegarlos si queremos, hasta el día que ya no lo seamos, porque
llegará un día en que nuestros hijos verán que nos pueden, y
cuando no hagamos su voluntad podrían emplear con nosotros los
mismos medios persuasivos que hemos empleado con ellos.
Pero ¿y un cachetito en el culete? ¿es eso
violencia? ¿es maltrato quizá? Pues he aquí mi humilde opinión.
En mi familia teníamos la costumbre
de, a veces, saludarnos dándonos una palmada en el trasero. Cuando
nos vemos, nos abrazamos y lo mismo nos damos una palmadita en la
espalda que más abajo, y cuando nos despedimos también. Es algo
totalmente inocente y cariñoso, y ahora lo hace mi Ganso esposo
cuando llego a casa, y yo se lo hago a él y a mi Gansi. Y hay
veces que nos pasamos de efusivos, yo la primera. Ha habido ocasiones
en que he pillado a mi Gansi, le he dicho “¡ayyyyy como te
quieroooo!” y le he dado una sonora palmada que me he preguntado
si no le habrá dolido un poco. Pero su respuesta siempre ha sido
reírse y devolverme el achuchón (también bien fuerte), porque el
contexto era positivo.
Y para mí eso es lo que importa, el
contexto. Un cachete disciplinario, por muy suave que sea, es una
imposición, un acto negativo, incluso humillante, y eso para mí es
violencia. Porque hay muchos tipos de violencia, y algunos se pueden
aplicar sin necesidad siquiera de contacto físico.
Así que sí, un cachete disciplinario,
un grito e incluso una mirada enfurecida, son para mí actos
violentos. Debate aparte sería si esa violencia
está justificada, si “se lo merecían”, si es “como mejor
aprenden”, o si sentimos que no nos han dejado otra alternativa.
Todos tenemos una parte irracional, una
parte que responde con violencia ante la adversidad, la parte que nos
impulsa a golpear el teclado del ordenador cuando nos sale el
pantallazo azul. Y muchas veces esta parte nuestra es difícil de
controlar, e incluso sale antes siquiera de que nos de tiempo a
darnos cuenta.
Cuando mi Gansi se rebela, no se porta
como a mí me gustaría, me desobedece o no me hace caso (vamos, lo
que hacen todos los niños en algún momento), muchas veces me
enfurece tanto que lo que me sale del alma sería darle un tortazo.
Es normal tener estos pensamientos, no hay que sentirse culpable por
ello porque es parte de nuestro ser, nuestra parte más primitiva, lo
importante es cómo actuemos finalmente. Porque también tenemos una
parte racional, la que nos dice que ese bichito que tenemos delante y
que nos está volviendo locas es la cosita que más queremos en el
mundo. Esta parte racional es la que nos dice que los adultos somos
nosotros, y que además somos su ejemplo.
Educar a un niño no es fácil, y no
siempre encontramos la forma no violenta de conseguir que nuestros
hijos entiendan lo que está bien y lo que no, lo que se espera de su
comportamiento, o simplemente que aquello que quieren o como o cuando
lo quieren no puede ser. Muchas veces sabemos que existe otra
alternativa, pero sencillamente no hay tiempo de probarla, o nos
puede la desesperación porque todo lo que hemos probado hasta ahora
no ha funcionado.
Conseguir que tu hijo haga lo que tú
quieres por su propia voluntad es, sobre todo en algunas ocasiones,
muy complicado, y quien diga lo contrario no ha tratado con niños el
suficiente tiempo. Muchas veces siento que estoy harta de estar
teniendo que convencer y persuadir a mi Gansi para todo, y me asaltan
los pensamientos de “qué pesado tener que estar dando tantas
explicaciones, tantas maniobras de evitación y distracción, con lo
fácil que sería darle un sopapo”.
Incluso la persona más paciente y
empática se va a encontrar en situaciones en las que se siente
desbordada, y va a pensar “¿de verdad tiene sentido tratar de
razonar con mi peque, con lo rápido y fácil que es darle un bofetón
y tirarle del brazo para que arree?”
Si nos ponemos a pensar, en la vida nos
vamos a encontrar con muchas personas que no hacen las cosas como
queremos y que nos sacan de quicio con su actitud, y sabemos que lo
correcto no es enzarzarnos y liarnos a mamporros (aunque hay quien
lo hace). A mí el Ganso muchas veces también me desespera, y no le
tiro la babucha (aunque ganas no me faltan).
Muchas veces se oye aquello de “antes
estaba bien visto que el marido pegara a la mujer, y eso está igual
de mal que pegar a los niños”. Es cierto que si el marido pega a
la mujer o viceversa se considera maltrato, si alguien ve a un hombre
darle un coscorrón a su mujer por la calle se escandalizaría, pero
si lo hace con su hija lo vemos como algo normal. Sin embargo, no hay
que olvidar que los miembros de la pareja no son responsables de la
educación del otro, pero sí lo son de la de sus hijos.
No pretendo en absoluto justificar a
los padres que utilizan métodos violentos para educar a sus hijos,
sólo comprenderlos, porque quiero pensar que todos los padres hacen
siempre aquello que creen que es mejor para sus hijos, dentro de sus
conocimientos y sus convicciones. Aunque muchas veces, pensando que
hacemos lo mejor para ellos, nos equivocamos, y nos pasa a todos, no
nos libramos ninguno, nadie es perfecto.
Mi opinión personal, mi decisión con
respecto a la educación de mi peque, porque creo que es lo mejor
(aunque quizá me equivoque, espero que no), es no utilizar ningún
tipo de violencia posible. Buscar siempre métodos alternativos y
respetuosos para corregir y encauzar el comportamiento de mi Gansi,
aunque a veces me resulte complicado y se me escape un grito, y
aunque a veces no sepa qué hacer.
Si le palmeo el culete, que sea de
cariño, y si estrujo alguna parte de su cuerpecito, que sea por un
abrazo.