Primero que nada, me disculpo mucho muchísimo por la falta
de publicación de la semana pasada, por motivos totalmente ajenos a mi
voluntad. Tuvimos problemas técnicos y parece ser que una horda de monos duende
rabiosos invadió mi ordenador dejándolo inhabilitado. Por suerte lo
solucionamos y… ¡volvemos a la carga!
Hoy quería hacer una reflexión acerca de los hermanos, que
aunque de momento mi Gansi no tiene, aún no lo descarto para un futuro.
Con la llegada de un hermanito, el hasta ahora hijo único se
convierte en el “hermano mayor”, y empezamos a decirle lo importante que es su
nuevo papel, y que tendrá que cuidar de su hermanito.
A partir de ese momento, colocamos de por vida a nuestros
hijos una etiqueta, aparentemente inocua: “el mayor” y “el pequeño”, y eso
tiene consecuencias para ambos.
Para empezar les hacemos pensar que el orden de su
nacimiento les hace diferentes, al mayor le cargamos con una responsabilidad
que no le corresponde, la de tener que cuidar de otra persona (y de hecho,
sentirá que es su deber y probablemente lo haga incluso en su vida adulta), responsabilidad
que el pequeño no tiene, él es el que debe ser cuidado, y por supuesto obedecer
lo que le diga el mayor.
Recomiendo este interesante artículo sobre la impronta deser el hermano mayor
El mayor tiene que ser maduro, responsable, porque es mayor,
y debe dar ejemplo al pequeño, y muchas veces los padres podemos olvidarnos de
que aunque sea el mayor, todavía no es mayor. Inconscientemente hacemos que
nuestro peque se sienta mayor, para bien y para mal, durante toda su vida.
No se si se habrá apreciado, pero hablo desde mi experiencia
como hermana mayor. Y por supuesto no digo que todos los padres hagan esto, doy
por sentadísimo que cada familia y cada casa es un mundo, pero más de una vez
he oído hablar a madres de su niño “el grande”, y resulta que “el grande” puede
que tenga 2 o 3 añitos, pero ya tiene encima la etiqueta de “grande”.
Por no hablar de las veces que se deja a los pequeños a
cargo del mayor, siendo muchas de esas veces un acto en el que cargamos de una
responsabilidad demasiado grande a un niño que aún no está preparado para ello.
Y llegará un momento en la vida del “grande” en que se dará
cuenta de que, tenga la edad que tenga, siempre será grande, y su hermanito,
por muy mayor que se haga, siempre será el pequeño, y eso no tiene por qué
hacerlos diferentes.
La llegada del hermanito es un hito importante en la vida de
nuestros peques, y los padres siempre pensamos en la mejor manera de conseguir
que para ellos sea un acontecimiento feliz. Queremos evitar que sientan celos,
que se sientan desplazados o destronados. Para ello, les involucramos, les
decimos la suerte que tienen, lo felices que vamos a ser todos ahora, y
queremos que sean partícipes y que se sientan importantes.
Y todo esto está fenomenal, siempre que no lo convirtamos en
una obligación para ellos, que no le digamos que “deben” cuidar al pequeño, o
que no deben “portarse mal” porque su hermanito les imitará, que “deben”
enseñarle y estar pendiente de él en casa o en el parque. Esto puede hacer que consigamos justo lo contrario de lo que pretendemos, aumentando los celos y la rivalidad entre hermanos.
Esto realmente marca a los niños, por supuesto a algunos más
que a otros, influye enormemente en la manera en que se forjan muchos aspectos de su personalidad. Yo personalmente me sentía incluso estresada, tenia tan asumido mi
papel de cuidadora que pensaba que debía ser como una segunda madre, y en
ocasiones así me comportaba.
Así que, si mi Gansi tiene un hermanito, intentaré
diferenciarlos por su nombre, en lugar de por su orden de nacimiento. Mi peque
cuidará a su hermanito no porque deba hacerlo, sino porque puede hacerlo si lo
desea, igual que hará su hermanito, porque los hermanos, y la familia en
general, se cuidan mutuamente, y para cuidarles a ambos ya está mamá. Y sabrá
que puede enseñarle muchas cosas, sobre todo buenas, pero no será responsable
de su aprendizaje, ni habrá de cohibirse a la hora de tener comportamientos
que, en realidad, son propios de su edad, sólo por el miedo a que su hermanito
haga lo mismo.
Sé que todo esto es muy fácil de decir, espero algún día tener
la oportunidad de contrastar toda esta teoría con la realidad, volver a leer
esta entrada, y quizá escribir un nuevo “y yo que creía que”.
Te entiendo, y te entiendo mucho. Como hermana menor aún sufro los celos de mi hermano mayor; siempre me ha tenido envidia y ahora cerca de los cuarenta, no se le va a pasar.
ResponderEliminarCon mi "grande" y con mi "chica" procuro no hacer distinciones, y es taaaaan difícil, porque la mayor va a darle un abrazo de amor enorme a la chica, y la chica es muy chica para ser espachurrada con tanta fuerza, y ¿que le dices?, pues "ten cuidado, que es muy chica"...y así, antes que te quieras dar cuenta ya has metido la pata...bueno, la intención está ahí...
¡Qué razón tienes! Por mucho que queramos no hacer distinciones, algo siempre se escapa. Pero si somos conscientes y tratamos de no hacerlo, ya hemos dado un gran paso adelante.
EliminarSeguro que tus peques se adoran.
¡Gracias por comentar!