sábado, 11 de julio de 2015

Lo que aprendí de los horarios de los bebés

   Por lo que he oído, hay quien tiene la suerte de tener un bebé que, prácticamente desde el nacimiento, es un auténtico reloj, y por lo general es fácil predecir a qué hora tendrá hambre y cuándo y cuánto dormirá, lo cual facilita tremendamente a los padres el poder organizarse. Este tipo de bebés aceptan la rutina sin problemas, pero claro, este tipo de bebés son la minoría.

   En el caso de mi Gansi, lo mejor era olvidarse del reloj, porque mi peque no distinguía si era de día o de noche, si era la hora del baño, del almuerzo o de la cena, si había que salir o quedarse en casa. Su necesidad de contacto era constante, y sus cólicos imprevisibles, si bien era cierto que por la tarde-noche se acentuaban.

   A medida que fue creciendo, fue desarrollando un horario que consistía únicamente en una hora fija a la que despertarse por las mañanas. Daba igual la hora a la que se hubiera dormido por la noche, daba igual si se había despertado 3, 5 o 20 veces, daba igual si había descansado mejor o había llorado mucho, incluso si había pillado un resfriado, había tenido tos, mocos o vómitos, siempre se despertaba entre las 7 y las 8 de la mañana, y a mí casi siempre me sabía a poco (porque mi sueño era breve e interrumpido, de no más de 1 hora seguida, y con suerte), pero por más que lo intentaba, más allá de esa hora ya no se volvía a dormir.

   Había leído de los beneficios de los horarios y rutinas, que aportaban seguridad a los niños y les ayudaba a descansar mejor, pero en mi caso, por más que intenté, mi Gansi no aceptaba más horario que el suyo. La hora de la comida era cuando tenía hambre y la de dormir cuando fuera que tuviera sueño, y punto. Y realmente es absurdo tratar de imponer una rutina a los bebés pequeños, ya que la mayoría no lo van a aceptar, y en lugar de seguridad lo que les va a ocasionar es estrés, porque ellos no quieren esperar a que sea la hora, porque no entienden de horas, entienden de lo que su cuerpo demanda en ese momento.



 "¿Para qué será este chisme que mi madre mira tanto?"


   Así que si vas a tener un bebé y quieres intentar seguir una rutina con horarios más o menos fijos, adelante, pero no te frustres si ves que no resulta, es de lo más normal. Oye, que igual te va bien, lo cierto es que de las primeras cosas que se aprenden con la maternidad es que no existen fórmulas mágicas y universales y lo que a unos les va bien para otros es un fracaso, y que lo que parecía que funcionaba de repente puede no dar más resultado y hay que buscar una alternativa.

   Volviendo al tema de los horarios, ya a medida que se van haciendo mayores los niños van entendiendo por qué se hacen ciertas cosas en ciertos momentos y con cierto orden, ya que lo ven cada día en sus padres, repetidamente, y van desarrollando la lógica, aunque con más de 3 años a mi peque aún le cuesta entender por qué tiene que esperar a que esté listo el almuerzo si su estómago le está pidiendo comida porque el desayuno lo tiene ya en los pies, o por qué no puede merendar a las 12.30 del mediodía, o desayunar a las 8 de la tarde. Aún me cuesta que encaje eso de la “hora de irse a la cama”, sobre todo si no tiene sueño o aunque lo tenga se lo está pasando bien.

  Y es que los bebés y los niños pequeños no están echos para horarios rígidos, y en ocasiones a los propios padres no nos interesa tampoco que nuestros peques tengan horario rígido. Es lo que ocurre con el cambio horario. En el cambio de hora de otoño no nos importa tanto que nuestros peques se caigan de sueño una hora antes, pero si tenían la hora de levantarse fijada sobre las 8 (como era nuestro caso), ya no nos hace tanta gracia que con el cambio ahora sean las 7 y nuestro peque ya esté de buenos días. Y en primavera cualquiera era la valiente que intentaba dormir a mi peque una hora antes.

   Y eso es lo que tiene pretender seguir un horario, que cuando cambian la hora los pobres peques se desconciertan todavía más que nosotros y tenemos que hacerles ese cambio lo más gradualmente posible.

   Supongo que no todos los peques son así. Yo cuando me acuesto tarde también me levanto algo más tarde, pero mi peque tenía el don de la oportunidad. Cuando nos convenía que durmiera siesta porque teníamos un evento (boda, bautizo, reunión familiar...), por más que se cayera de sueño no dormía de ninguna de las maneras en todo el día, y luego caía profundamente sobre las 7 para que todo el mundo viera lo quejicas que éramos, con lo bien que dormía, y yo sabía que al llegar a casa a las 12, 1 o 2, mi peque diría que ya había dormido suficiente y yo tendría que sacar fuerzas de donde no las tenía para mantener mis párpados abiertos.

   Me sacaba de mis casillas que después de un evento de trasnochar me llamaran a las 12 del mediodía para preguntar: “¿ya estáis despiertos?” uffff ¡claro que estoy despierta desde las 7.30! ¡tengo un bebé!”. Si ni me acuerdo ya de lo que era despertarse a las 11 de la mañana.


 Imagen sacada de construyendounafamilia.com (recomendado)

   Y es que esto de los horarios debe ser que se aprende igual que todo lo demás, a base de ir viendo el ejemplo e ir entendiendo por qué se hace así. No voy a negar que el orden y la rutina aportan seguridad, el saber qué viene a continuación, el asociar ciertos rituales con la hora del baño o de irse a la cama, pero para todos los peques no es igual de fácil llegar a esas asociaciones, y si para ellos va a suponer tener que hacer algo cuando no les apetece o no poder comer, dormir o jugar cuando tienen ganas, al final resulta en estrés para ellos, hasta que entienden por qué hay o no hay que hacer ciertas cosas en determinados momentos o lugares.

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