Por lo que he oído, hay quien tiene la
suerte de tener un bebé que, prácticamente desde el nacimiento, es
un auténtico reloj, y por lo general es fácil predecir a qué hora
tendrá hambre y cuándo y cuánto dormirá, lo cual facilita
tremendamente a los padres el poder organizarse. Este tipo de bebés
aceptan la rutina sin problemas, pero claro, este tipo de bebés son
la minoría.
En el caso de mi Gansi, lo mejor era
olvidarse del reloj, porque mi peque no distinguía si era de día o
de noche, si era la hora del baño, del almuerzo o de la cena, si
había que salir o quedarse en casa. Su necesidad de contacto era
constante, y sus cólicos imprevisibles, si bien era cierto que por
la tarde-noche se acentuaban.
A medida que fue creciendo, fue
desarrollando un horario que consistía únicamente en una hora fija
a la que despertarse por las mañanas. Daba igual la hora a la que se
hubiera dormido por la noche, daba igual si se había despertado 3, 5
o 20 veces, daba igual si había descansado mejor o había llorado
mucho, incluso si había pillado un resfriado, había tenido tos,
mocos o vómitos, siempre se despertaba entre las 7 y las 8 de la
mañana, y a mí casi siempre me sabía a poco (porque mi sueño era
breve e interrumpido, de no más de 1 hora seguida, y con suerte),
pero por más que lo intentaba, más allá de esa hora ya no se
volvía a dormir.
Había leído de los beneficios de los
horarios y rutinas, que aportaban seguridad a los niños y les
ayudaba a descansar mejor, pero en mi caso, por más que intenté, mi
Gansi no aceptaba más horario que el suyo. La hora de la comida era
cuando tenía hambre y la de dormir cuando fuera que tuviera sueño,
y punto. Y realmente es absurdo tratar de imponer una rutina a los
bebés pequeños, ya que la mayoría no lo van a aceptar, y en lugar
de seguridad lo que les va a ocasionar es estrés, porque ellos no
quieren esperar a que sea la hora, porque no entienden de horas,
entienden de lo que su cuerpo demanda en ese momento.
"¿Para qué será este chisme que mi madre mira tanto?"
Así que si vas a tener un bebé y
quieres intentar seguir una rutina con horarios más o menos fijos,
adelante, pero no te frustres si ves que no resulta, es de lo más
normal. Oye, que igual te va bien, lo cierto es que de las primeras
cosas que se aprenden con la maternidad es que no existen fórmulas
mágicas y universales y lo que a unos les va bien para otros es un
fracaso, y que lo que parecía que funcionaba de repente puede no dar
más resultado y hay que buscar una alternativa.
Volviendo al tema de los horarios, ya a
medida que se van haciendo mayores los niños van entendiendo por qué
se hacen ciertas cosas en ciertos momentos y con cierto orden, ya que
lo ven cada día en sus padres, repetidamente, y van desarrollando la
lógica, aunque con más de 3 años a mi peque aún le cuesta
entender por qué tiene que esperar a que esté listo el almuerzo si
su estómago le está pidiendo comida porque el desayuno lo tiene ya
en los pies, o por qué no puede merendar a las 12.30 del mediodía,
o desayunar a las 8 de la tarde. Aún me cuesta que encaje eso de la
“hora de irse a la cama”, sobre todo si no tiene sueño o aunque
lo tenga se lo está pasando bien.
Y es que los bebés y los niños
pequeños no están echos para horarios rígidos, y en ocasiones a
los propios padres no nos interesa tampoco que nuestros peques tengan
horario rígido. Es lo que ocurre con el cambio horario. En el cambio
de hora de otoño no nos importa tanto que nuestros peques se caigan
de sueño una hora antes, pero si tenían la hora de levantarse
fijada sobre las 8 (como era nuestro caso), ya no nos hace tanta
gracia que con el cambio ahora sean las 7 y nuestro peque ya esté de
buenos días. Y en primavera cualquiera era la valiente que intentaba
dormir a mi peque una hora antes.
Y eso es lo que tiene pretender seguir
un horario, que cuando cambian la hora los pobres peques se
desconciertan todavía más que nosotros y tenemos que hacerles ese
cambio lo más gradualmente posible.
Supongo que no todos los peques son
así. Yo cuando me acuesto tarde también me levanto algo más tarde,
pero mi peque tenía el don de la oportunidad. Cuando nos convenía
que durmiera siesta porque teníamos un evento (boda, bautizo,
reunión familiar...), por más que se cayera de sueño no dormía de
ninguna de las maneras en todo el día, y luego caía profundamente
sobre las 7 para que todo el mundo viera lo quejicas que éramos, con
lo bien que dormía, y yo sabía que al llegar a casa a las 12, 1 o
2, mi peque diría que ya había dormido suficiente y yo tendría que
sacar fuerzas de donde no las tenía para mantener mis párpados
abiertos.
Me sacaba de mis casillas que después
de un evento de trasnochar me llamaran a las 12 del mediodía para
preguntar: “¿ya estáis despiertos?” uffff ¡claro que estoy
despierta desde las 7.30! ¡tengo un bebé!”. Si ni me acuerdo ya
de lo que era despertarse a las 11 de la mañana.
Imagen sacada de construyendounafamilia.com (recomendado)
Y es que esto de los horarios debe ser
que se aprende igual que todo lo demás, a base de ir viendo el
ejemplo e ir entendiendo por qué se hace así. No voy a negar que el
orden y la rutina aportan seguridad, el saber qué viene a
continuación, el asociar ciertos rituales con la hora del baño o de
irse a la cama, pero para todos los peques no es igual de fácil
llegar a esas asociaciones, y si para ellos va a suponer tener que
hacer algo cuando no les apetece o no poder comer, dormir o jugar
cuando tienen ganas, al final resulta en estrés para ellos, hasta
que entienden por qué hay o no hay que hacer ciertas cosas en
determinados momentos o lugares.
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