sábado, 15 de agosto de 2015

Lo que aprendí de: la estimulación

   Desde que estaba embarazada de mi Gansi siempre me tomé muy en serio el tema de la estimulación, y tenía la idea de que cuanto más y cuanto antes mejor, que así mi peque sería más inteligente e incluso se desarrollaría antes.

   Todos queremos que nuestros hijos sean inteligentes, claro que sí, pensamos que así su vida será más fácil, y como padres usamos las herramientas que tenemos a mano para fomentar su desarrollo intelectual.

   Por eso no paraba de escuchar música clásica durante el embarazo. Lo cierto es que ni a día de hoy he recopilado suficientes argumentos como para decir con seguridad si esto realmente sirve de algo o no.

   La estimulación temprana, una vez que tuve a mi peque, era el tema que más me preocupaba después de sus cólicos y la falta de sueño. Me preocupaba, de hecho, hasta el agobio. Leía e investigaba (en el poco tiempo que tenía) cómo podía hacer para estimular a mi bebé, qué hacen o deberían hacer los bebés en cada etapa de su desarrollo y cómo fomentarlo, y a qué juegan. Me inquietaba profundamente que se aburriera.

   Y cuando leí acerca de los periodos sensibles el agobio se acrecentó. ¿Y si no estaba aprovechando al máximo el momento de mayor aprendizaje de mi peque? ¿Y si estaba desaprovechando su potencial? 


 "¡Oh, nooooooooo!"

   Recuerdo que le ponía a mi Gansi cds de música para bebés, y los vídeos de Baby Einstein, y me inquietaba que no le llamaran la atención. Si bien es cierto que ahora es ver mi peque una pantalla encendida y sucumbir a su imnótico encanto (que creo firmemente que si pusiera la tele en mi casa durante todo el día mi Gansi se quedaría inmóvil en el sofá sin apenas parpadear durante horas y horas), durante un tiempo hasta más allá del primer año de su vida no le llamaba en absoluto la atención, pusiera lo que pusiera, ni dibujos especiales para bebés.

   Lo que ahora pienso que es una suerte estupenda que tuve, en su momento me pareció una maldición. “¿Cómo estimulo entonces a mi peque? ¿Cómo se va a beneficiar su intelecto de todas esas imágenes, colores, formas, números y letras con melodías de música clásica de fondo?”

   Y es que lo primero que aprendí de la estimulación en niños y bebés es que es un arma de doble filo, que una incorrecta estimulación, y sobre todo, y exceso de estimulación, puede ser contraproducente.

   Nosotros, los adultos, estamos acostumbrados a un ritmo de vida frenético, a ser bombardeados por cientos de estímulos a la vez, y esto para los bebés puede ser una sobrecarga.

   Al mirar, tocar y hablar a tu bebé ya lo estás estimulando. Al dejarle moverse con libertad, manipular objetos, llevárselos a la boca y observar el ruido que hacen al caerse, tu peque se estimula más que si le das un paseo de una hora amarrado en el carro y luego le pones delante un juguete lleno de luces que pita, habla y canta, y dice el abecedario en inglés y cantonés.


 "¿Y ahora qué hago con todo esto?"

   Pero en la inseguridad de una madre primeriza, como yo, pensaba que esto no podía ser suficiente. “¿Y si le voy enseñando ya los números y las letras?” He tirado juguetes para bebés (machacados por su uso) llenos de letritas y números que mi peque nunca será consciente de que tenían. Puedo asegurar que no contribuyeron en absoluto a que mi Gansi aprendiera antes a identificarlos.

   No siempre los fabricantes de juguetes se apoyan en la pedagogía de la forma que algunos padres querríamos, y a veces las edades recomendadas no están muy ajustadas o no las interpretamos bien. Puede que diga a partir de 18 meses porque el niño a esa edad ya sea capaz de manipularlo con seguridad e incluso disfrute con él si los padres colaboran en el juego, pero quizá aún no puede, madurativamente, sacar partido de la parte educativa del juguete, y menos por sí mismo.

   A medida que los niños van creciendo, la sobrecarga de estímulos a los que los sometemos es brutal. Los apuntamos a la máxima cantidad de extraescolares que podemos, les ponemos los dibujos animados más coloridos y ruidosos que hay, les compramos los juguetes más electrónicamente complejos, y vamos sobrecargando el estímulo visual y auditivo sobre todo, consiguiendo en ocasiones que nuestros niños se vuelvan nerviosos e hiperactivos.

   Niños movidos los ha habido toda la vida y los seguirá habiendo. Igual que hay algunos que necesitan un contacto constante durante los primeros años de su vida, hay otros más demandantes de estímulos. Pero hay otros a los que inconscientemente volvemos así, estimulodependientes por así decirlo, niños a los que les cuesta concentrarse en realizar una actividad por más de 5 minutos y necesitan cambiar constantemente de tarea.




   Yo que tenía pánico a que mi peque se aburriera, porque pensaba que estaba desperdiciando una oportunidad de que se estimulara o aprendiera algo nuevo, aprendí que el aburrimiento puede ser bueno, y es necesario que los niños se aburran de vez en cuando un rato porque esto fomenta su imaginación.

   Os recomiendo el libro “educar desde el asombro” de Catherine L’ecuyer, que ofrece una visión de la crianza desde una perspectiva más relajada, valorando los estímulos obtenidos de lo cotidiano y la importancia de enseñar a los niños a sacar sus propias conclusiones.

   Lo principal en este tema, como en muchos en lo que se refiere a la crianza, es descubrir los ritmos del niño e irlos respetando, sin saturarlos, y ser conscientes de que cosas que para nosotros son habituales y no nos suponen estímulo en absoluto, para ellos son nuevas y en exceso pueden causarle estrés, por ejemplo, una habitación llena de gente y ruidos, un supermercado, una feria…

   ¿Nunca te has preguntado por qué cuando enseñas algo nuevo a tu peque y le gusta, hay veces que lo repite incesantemente? ¿Por qué no se cansa de eso a lo que estabais jugando y que le ha gustado tanto? ¿No será que te has aburrido tú antes porque para ti que eres una persona adulta ya no supone un estímulo y te resulta incluso chocante que a tu peque le siga fascinando?

   A mi peque le encanta hacer teatrillos y representar escenas de películas conmigo. Si os digo que un día tuve que recrear una misma escena de Frozen más de 30 veces seguidas entenderéis la manía que le tengo a la película. Y mi peque tan feliz, como si lo hacemos 30 veces más… 


 "¡Ooota ves! ¡Ota ves!"


   Creo que la clave está en observar y escuchar a nuestros peques, que ellos mismos nos vayan diciendo cómo estimularlos, qué les atrae y qué les interesa.

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