Cuando veo a algunos padres describir
ojipláticos los progresos de su peque y decir con orgullo “a lo
mejor es superdotado”, lo que pienso es que está muy bien que se
alegren pero a mí me recorrería una gotita de sudor por la espalda,
y es que ser padres de un niño de altas capacidades no es tan fácil
como algunos se imaginan.
Algunos imaginan a los niños de altas
capacidades como niños que aprenden solos, que no hace falta ni
ayudarles con los deberes, vamos que a poco más y se cambian solitos
los pañales, y por supuesto esto les garantiza que triunfen en la
vida.
Pero no hay que olvidar que
pedagógicamente, tanto los niños de altas capacidades como aquellos
que van por detrás de la media están catalogados como niños con
necesidades educativas especiales. Sí, un superdotado tiene
necesidades especiales que no se refieren a que haya que comprarle
más libros ni ponerle música clásica o documentales, y hay que
cubrírselas. No, no se mueren si no se las cubrimos, igual que los
niños con otros tipos de necesidades educativas especiales tampoco
se mueren, pero hay consecuencias en ambos casos.
Hay quien asocia la alta demanda con
las altas capacidades, ya que en muchas ocasiones estos niños
especiales ya vienen sabiendo cómo reclamar su correcta
estimulación, pero ni todos los niños de alta demanda son
superdotados (son simplemente eso, más demandantes de lo habitual),
ni todos los niños que desarrollarán capacidades por encima de la
media son altodemandantes.
Ser padres de un niño con cualquier
tipo de necesidad especial es una gran responsabilidad, y un niño
con alta capacidad no sólo es un niño “más listo que los demás”,
ni siquiera garantiza que sea el que va a sacar mejores notas o el
que va a encontrar trabajo enseguida y de ministro para arriba.
“¿Hay que preocuparse? ¿Debemos
temer acaso que nos salga un niño así?” Pues tampoco. Y tampoco
hay que obsesionarse con la estimulación en general, sino observar
aquellos aspectos en los que nuestro peque sobresale y centrarnos en
ellos, pero de forma tranquila y respetando su ritmo.
“¿Pero y eso cómo y cuándo se
sabe?” No te preocupes, lo sabrás, puede que haya un momento en
que lo sospeches y al final no sea, pero si resulta que lo es, lo vas
a saber, y en el cole mismamente te lo podrán confirmar. Pero si no
puedes con la intriga y necesitas confirmarlo, hay una serie de
claves para detectar a un superdotado
Lo más probable es que si tienes un
peque así, llegue un momento en que te sobrepase y necesites ayuda,
o por lo menos orientación, para darle todo lo que necesite y
evitar, sobre todo, que se frustre y que desarrolle problemas de
conducta negativos (que son algunas de las consecuencias de la
incorrecta atención de sus necesidades especiales).
También aclarar que no siempre altas
capacidades y superdotado son conceptos equivalentes. Se puede
sobresalir de la media sin llegar a ser superdotado.
Y hoy, sobre todo, me querría centrar
en cómo me sentiría como madre si alguno de mis peques estuviera
diagnosticado como de capacidades especialmente altas. En primer
lugar ¿lo desearía? ¿desearías tú que tu peque sobresaliera de
la media? Yo sinceramente diría que me es indiferente, que aceptaría
a mis peques tal y como son independientemente de cómo fuera su
inteligencia con respecto a los demás, tanto si van por delante como
por detrás, como en el mismo punto medio, y me centraría en
dedicarles el máximo tiempo que me fuera posible dentro de mis
circunstancias, para disfrutar de ellos y conocerles lo más
profundamente posible, saber qué les gusta, qué les hace felices,
qué les resulta difícil, en qué les puedo ayudar o estimular,
transmitirles toda mi experiencia, y sobre todo, que sientan que
nunca les va a faltar el amor y la comprensión por parte de sus
padres.
Porque es fácil que los niños
especiales se sientan incomprendidos, aburridos y sobreexigidos, que
se retraigan y se aíslen del mundo.
“¿Se debe coartar que sobresalgan?
¿Es preferible tener un peque más normalillo y que se integre mejor
en la sociedad? ¿Acaso es esto posible?” Realmente, hagamos lo que
hagamos, no vamos a “bajar el nivel” de nuestro peque aunque
queramos, lo único que podemos conseguir es generarle cuanto menos
ansiedad, rechazo a sí mismo y baja autoestima. Habrá quien piense
que nadie en su sano juicio querría hacer algo así, pero hay
personas para las que es más importante que su peque se integre con
la media y sea un niño “normal”, que sea como los demás, que
haga lo mismo que la mayoría, que no destaque, ya que piensan que
así serán más felices, porque, por desgracia, en nuestra sociedad,
lo diferente muchas veces genera rechazo, y ninguno queremos que
nuestro peque sea el rechazado, el paria, el “rarito”, el
“empollón”, el que incluso sufre bulling. Y por lo que debemos
empezar es por enseñar a nuestros hijos a amar y aceptar la
diversidad, y esto en mi opinión es tarea compartida de los centros
escolares y los padres, pero el peso de esta labor debe recaer
siempre en los padres o tutores, sobre todo a través del ejemplo.
Al fin y al cabo, lo que queremos todos
los padres, sin ir más lejos, es la felicidad y el bienestar de
nuestros peques.
Mi consejo es no obsesionarse con
tratar de definir el coeficiente intelectual de nuestros hijos para
detectar cuanto antes sus capacidades, simplemente disfrutar de
nuestros peques tal y como son, sin compararles, y si llega el caso
de que descubrimos que sus necesidades son tan especiales que ya nos
sobrepasa intentar cubrirlas, pedir ayuda y orientación, y sobre
todo, que sientan que les damos todo el apoyo y la aceptación que
podamos.
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