Cuando era gansa premamá me ponía de
los nervios que alguien dijera la frase “son cosas de niños”. Me
parecía una manera absurda de justificar el mal comportamiento y la
mala educación de los hijos de los demás. Realmente ¿existen las
“cosas de niños”?
Pues personalmente creo que sí, que hay
determinados comportamientos que son propios de las diferentes fases
de madurez por las que se atraviesa en la infancia, y que ya no son
tan esperables cuando se va alcanzando cierta edad, y es papel de los
padres el actuar y atender la necesidad que el peque esté expresando
en ese momento, en lugar de mirar para otro lado y al que le moleste
decirle “es que son cosas de niños”.
Pienso que hay que tener la mayor
empatía posible con nuestros hijos, y tratar de encontrar la causa
de su actitud, sin dar por sentado que simplemente “se está
portando mal” y hay que corregir eso, ni desentenderse del
perjuicio ajeno que se puede estar causando.
A veces parece que tendemos a esperar
que los niños se comporten como pequeños adultos, y que entiendan
lo antes posible las normas de convivencia. Que no toquen, que no
ensucien, que no interrumpan las conversaciones, que no levanten la
voz... Pero esto requiere un grado de madurez que nuestros pequeños
muchas veces no tienen.
¿Cómo podemos esperar que un bebé
entienda que en ciertos sitios se espera que esté callado y quieto,
o que ese objeto brillante y colorido que está al alcance de su
manita no se debe tocar?
“Pues mi peque será el más bueno
del mundo. Yo le explicaré todo con cariño y cuando vaya a visitar
a alguien se sentará en silencio, sonriente, y no tocará nada sin
pedir permiso”... Ya, claro, se convertirá en un muñeco de trapo
y volverá a cobrar vida al llegar a casa ¿no? Ayyyy, gansa
premamá...
Si tratamos de forzar a los niños para
que tengan comportamientos de adulto antes de estar preparados para
ello, ¿lo van a entender? ¿Van a saber qué es lo que han hecho
mal, por qué se han enfadado papá y mamá o por qué no puede hacer
ciertas cosas?. ¿No corremos el peligro de coartar el desarrollo del
niño?
Los niños, para aprender y para
desarrollarse, necesitan moverse, tocar, experimentar, jugar, reír,
gritar, correr, caerse, saltar... El conflicto aparece cuando estos
actos se dan en situaciones impropias, que pueden ocasionar una
molestia para los demás, y ahí es cuando debería entrar en acción
el papel mediador de los padres, desviando la actividad de los niños
para que no perturbe la armonía convivencial, sin coartar su libre
desarrollo, hasta que estén preparados para entender y asumir las
normas de convivencia.
Pero esto no es tan sencillo, sobre
todo para una primeriza, que se puede encontrar con que su precioso
angelito se ha puesto en modo “gremlim recién mojado” en el
momento más inoportuno, y mira con cara de poker a su alrededor,
para encontrar miradas de desaprobación que no hacen más que
aumentar su inseguridad.
Y así me he visto yo en más de una
ocasión, preguntándome “¿y ahora qué hago?” mientras mi gansi
se retorcía como la niña del exorcista. Y como todavía me queda
muchísimo que aprender, voy a relatar algunas situaciones típicas,
para ver si alguien me puede dar algún consejo sobre cómo actuar en
esos momentos.
Situación 1: comida en grupo. Nunca me
ha importado que mi gansi meta las manos en la comida y se embadurne.
Problema: pretende “guarrear” con la comida de los demás y lo
pone todo perdido en su intento de autonomía a la hora de comer. Lo
que yo hago es asegurarme de que tiene a su alcance su propia ración
de “comida embadurnable”, y si esto falla, pruebo con otras
maniobras de distracción, a la vez que intento limpiar lo antes
posible el desastre que va armando. Una buena idea es usar baberos que
protejan la mayor superficie de ropa posible, y poner a su alrededor
unas especies de mantelitos desechables, donde vayan cayendo todos
los restos de comida, facilitando su recogida. He de aclarar, por
supuesto, que con el tiempo cada vez guarrea menos.
Situación 2: visita a una casa ajena o
establecimiento comercial. En mi casa intento que todo lo que hay a
su alcance se pueda tocar, pero claro, en las casas ajenas no es
fácil conseguir que no quiera experimentar con algo que le llama la
atención, y la frasecita “se mira, pero no se toca”, no es apta
para edades tempranas. Así que intento darle algo llamativo que sí
pueda tocar o centrar su atención en algo que le pueda parecer
interesante y sí esté permitido, aunque reconozco que se genera bastante
estrés.
Situación 3: hiperactividad en lugar
en que se espera silencio, como una consulta médica o una reunión.
Lo más probable es que el chsssst no surta efecto, así que
abandonamos la sala, ya que supongo que si mi peque se cansa o se
aburre, obligarle a seguir allí en silencio puede ser toda una
tortura.
¿Qué otras situaciones conflictivas
se os ocurren y cómo las habéis solucionado? Con muchísimo gusto
tomo nota.
La verdad es que de momento no he tenido mucho problema, será que es tranquilote y poca cosa se le mete en los pantalones por no decirte nada... como dices, para mi es solo cuestión de distraer y de hacerle olvidar lo que estaba haciendo en otro momento. El atiende mucho a las palabras, y si me pongo a decirle cosas al oido se queda callado atendiendo (esto me sirve cuando tiene que estar un poco mas en silencio), buena opción salirse del lugar. Incluso cantarle alguna cosilla al oído. Tener algún juguetillo a mano, que no haya visto hace tiempo o que especialmente le guste.
ResponderEliminar¡Me lo apunto todo! No está mal tener un manual de actuación "en caso de emergencia".
EliminarPrecisamente hace poco me perdí, con todo el dolor de mi corazón, una interesante charla de Romina Alfieri (la puedes buscar en internet, y si quieres te paso el pdf de la charla) sobre cómo tener a los niños tranquilos...