“Algunas madres es que se lo montan
fatal, siempre cansadas y ojerosas. ¡Pero si ser mamá no tiene por
qué ser cansado! Cuando yo tenga a mi bebé le acostumbraré a hacer
siempre actividades relajantes, y tendremos rutinas y horarios para
que todos descansemos...”
¡Frena Gansa Premamá! ¡Frena, que te
estrellas!
O bien no te lo vas a montar tan bien
como planeas, o ser madre es bastante más cansado de lo que tú te
crees...
Ser mamá cansa siempre, a veces mucho
y a veces muchísimo, desde que nacen nuestros bebés e incluso
antes, desde que el barrigón nos oprime los órganos y no nos deja
conseguir una postura cómoda para conciliar el sueño.
Imagino que habrá algunas mujeres que
después de dar a luz se encuentren fabulosamente y llenas de
energía, pero yo estaba exhausta. Tenía a mi bebé al pecho y
sentía que me quedaba dormida, pero reprimía este sueño porque
quería esperar a que terminara la toma y dejarle en su cunita, y
cuando lo hacía y yo por fin cerraba los ojos, mi Gansi decía que
si me había creído por un momento que se iba a quedar ahí en esa
cunita de plástico sin el calor de su mami y sin protestar.
Supongo que pensé que al llegar a casa
todo mejoraría, que mi peque se acostumbraría a no estar en brazos,
o que quizá era que ya se había malacostumbrado porque las visitas
le habían cogido mucho. Tenía la esperanza de que pronto durmieratoda la noche, pero una y otra vez me equivoqué, y para colmo estaba
el problema de los cólicos.
Me pasé meses sin dormir más de una
hora seguida, y creo que tenía ya hasta alucinaciones, y por
supuesto un humor de perros, yo que nunca decía palabrotas y ahora
me veía echando cada día sapos, culebras, rayos y truenos por la
boca.
Por si cansara poco el no dormir,
además está lo que agota el hecho de cuidar a un bebé, y añádele
que sea de alta demanda y que tenga cólicos. Aún si tienes un bebé
que duerme más que un gato y se mueve menos que un peluche, tendrás
que alimentarle, bañarle, cambiarle la ropita, mecerle, cambiarle
los pañales, salir a comprarle ropa y demás enseres, llevarle al
médico y un largo etcétera porque ahora eres responsable de una
vida que depende de ti, y todo eso (que se lleva con mucho amor, ojo) por supuesto que supone una gran
actividad física.
Pero los bebés lloran, necesitan
contacto y atención constantes, y por desgracia, a veces también
enferman, y aunque no sea más que un resfriadito sin importancia,
para una mamá, y más aún primeriza, es un sufrimiento ver a tu
criatura tan pequeñita que no respira bien por culpa de los
moquitos, o que tose a cada rato o se queja y parece como si se
retorciera de incomodidad. Quizá tu bebé duerma plácidamente a
pesar de que le suena el pechito como una cafetera, pero tú sólo de
escucharle, no pegas ojo.
A veces sentía que mi cuerpo no daba
para más, sin dormir, con los cuidados rutinarios, de repente
llegaban las peores horas del cólico,y cuando por fin se calmaba y
se dormía, y yo creía que me podía relajar, ahora resultaba que
era la hora del baño, y no me apetecía nada, lo que me apetecía
era que descansáramos y temía que mi bebé se despertara y volviera
a llorar (como al final siempre sucedía), pero es que yo creía que
debía prepararle el baño cada día a la misma hora, era rutina y
era sagrado.
Y si ser madre cansa cuando son bebés,
cuando no duermes, cuando lloran y te reclaman todo el día, la cosa
no mejora cuando crecen. Cuando empiezan a moverse, a gatear, a
curiosear y tocar todo, que lo mismo piden brazos que suelo, luego
andan, corren (y tú detrás de ellos), juegan más activamente, y
una sigue agotada, porque esto también es actividad física de la
buena.
Hay niños más tranquilos, otros algo
más movidos, y otros son torbellinos de nervios que no paran, pero
incluso los más paraditos tienen sus momentos de nervios y
excitación que parece que les hubieran echado algo en el colacao.
Cuando no trabajas fuera de casa y la
gente piensa que estás tranquila todo el día o incluso aburrida, te
empieza a salir humo por la nariz de la indignación que te entra,
porque te has levantado llena de agujetas después de un día entero
de aúpa, al suelo, carreras, juegos (saca, juega, recoge,
limpia...), canciones, rabietas y frustraciones, aparte de los
quehaceres domésticos, todo coronado con una fabulosa noche de
llantos y vómitos, de cambiar las sábanas de la cama hasta 4 veces,
de cantar, mecer y amamantar.
Y cuando trabajas fuera de casa y
llegas queriendo desconectar del curro, te esperan unas horas de
corro de la patata, chuchuguá y hacer el caballito. En mi anterior
trabajo tenía una compañera con 4 hijos que decía que para ella el
tiempo que pasaba en la oficina era casi un descanso, que le
resultaba menos estresante que cuando llegaba a casa y 8 manitas
tiraban de ella en direcciones opuestas. Por aquel entonces me
pareció que debía estar exagerando, pero ahora creo que la
entiendo.
Así que sí, ser madre es cansado, y
mucho, hagas lo que hagas y te pongas como te pongas.
Aunque el hecho de que sea agotador no
quiere decir que no sea maravilloso, que no merezca la pena terminar
cada día recordando que metiste un pie en la cama y el otro ya no te
acuerdas qué pasó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario