Se utiliza el término “enmadrado”
para referirse, de forma despectiva, a niños que tienen “demasiado”
apego con su madre. Yo misma, cuando era Gansa Premamá y veía a
algún niño que, bajo mi punto de vista, se pegaba a su madre más
de lo que yo consideraba normal, ya pensaba que algo andaba mal, o
con el niño (que estaría muy mimado) o con sus padres, que lo
sobreprotegían o algo estarían haciendo mal para que su criatura no
fuera como los demás niños.
Pero desde que fui madre, empecé a
conocer las necesidades reales de los niños, que cada uno es diferente, y a ser consciente de
las falsas expectativas que se nos generan a los padres, y entonces
me empezó a parecer un término de lo más injusto. Ahora opino que
el término “enmadrado” revela desconocimiento y falta de empatía
por parte de quien lo emplea.
Imaginemos una reunión, un día en el
parque, o una fiesta de cumpleaños, en la que todos los niños
juegan y se divierten, todos menos uno, que no se separa de su madre.
¡Está enmadrado! Bueno pues, ¿y si resulta que ese día estaba
enfermo o se encontraba mal y simplemente no le apetecía jugar? ¿Y
si es el único que no conoce a nadie y se siente inseguro? Con
certeza el lugar más seguro que conozca sea junto a su madre. ¿Y si
es un poco tímido al principio y sólo necesita algo de tiempo para
soltarse? No lo sabemos, no sabemos nada sobre el niño, ni sobre su
situación, quizá es incluso la primera vez en nuestra vida que lo
vemos, pero parece que nos molesta verlo arrebujado en la falda de su
madre y enseguida nos apresuramos a juzgar.
Imagen de http://psicologialasrozas.com
Además es un término del que yo creo
que hoy en día se abusa demasiado. No sólo se lanza muy a la
ligera, sin conocimiento de causa, sino que se emplea en niños cada
vez más pequeños, incluso en bebés.
Un bebé que llora y sólo se deja
coger en brazos por su madre, con la que únicamente se calma, ya
decimos que está enmadrado. Es normal que cuando un bebé pierda de
vista a su madre se ponga nervioso o llore, es tan pequeño que no
sabe que su madre (su fuente de alimento y la garante de su seguridad
y de su vida) va a volver.
Yo lo tuve que sufrir en mis carnes con
mi Gansi, y me revolvía por dentro. Si por ejemplo íbamos a casa de
algún familiar con niños, éstos estaban felices, jugaban y se
movían (¡digo!, como que estaban en su propia casa), pero mi peque
no se me despegaba, y si por algún casual me perdía de vista un
instante, se ponía a llorar y llamarme, así que no tardó en sonar
la voz de “¡uuuuuh, qué enmadramiento tieneeeee!”. He de decir
que mi chiqui apenas tenía un año, y al parecer, ya se esperaba que
deambulara felizmente sin su madre en un sitio que le resultaba
extraño y que se relacionara abiertamente con personas que, aunque fueran familia, le parecían
extrañas porque les veía poco. Y para postre supongamos que se
acercaba la hora a la que solía dormir, y ya estaba pidiendo tetita
y calorcito para cerrar los ojos.
Pero queremos que los niños sean
independientes, y cuanto antes empiecen a serlo mejor, y pensamos
erróneamente que cuanto más dependientes y apegados sean de
pequeños, más lo serán conforme vayan creciendo, cuando es
justamente lo contrario.
Los bebés dependen por completo de su
madre, es lo normal, es para lo que están genéticamente
programados. Ellos no distinguen si están a salvo en una mullida
cunita o en medio de la selva tropical, no saben si su madre está al
otro lado de la puerta o a un kilómetro, no saben si van a estar
solitos un minuto o para siempre, ni siquiera son conscientes de que
otra persona que no sea su mamá puede proporcionarles alimento y
cobijo.
Cuanto más intentamos que se
“acostumbren” a estar solos, más alimentamos esa inseguridad. De
hecho, hay estudios que respaldan que aquellos niños a los que más
se les ha satisfecho su necesidad de apego en edades tempranas, luego
son los más independientes, porque son los más seguros. Recomiendo
este interesante artículo de crianza autorregulada sobre el apego,
así como sus referencias.
Me gusta especialmente cuando hace
mención a la independencia real y ficticia, porque a veces pensamos
que los bebés son más independientes si se duermen solos, si se
calman solos, o hasta si sujetan el biberón solos (“eah, un
trabajo menos para la madre”).
"Hasta me cambio el pañal solita..."
Creo que la clave está en saber
reconocer la dependencia natural de los niños, en tratar de ponerse
en su lugar, de entender por qué actúan como lo hacen.
Más enlaces de interés sobre apego:
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que muchas veces nos olvidamos de que son bebés o niños y los queremos tratar cómo adultos, bss!
ResponderEliminarEs así, por desgracia... Un poco más de comprensión y empatía de vez en cuando no vendría mal, solo que a veces se hace tan duro... Me da una penita cuando me doy cuenta de que espero cosas de mi peque que por su edad aún no le corresponden... ains...
EliminarMuchas gracias por comentar!
Besitos!