domingo, 8 de diciembre de 2013

Mis "affaires" con el biberón

   A pesar de que tuvimos una lactancia bastante exitosa, debo confesar que mi peque también sabe lo que es un biberón. Todo comenzó en el hospital, cuando, después de que la casualidad quisiera que me tocaran dos compañeras de habitación con “niños marmota”, empecé a pensar que algo malo le pasaba a mi bebé, que lloraba cada hora, o cada media hora, y con una intensidad que le hacía ser la banda sonora de la planta de maternidad.

   Por aquel entonces, yo no sabía ni muchísimo menos lo que sé ahora sobre lactancia ni sobre alimentación y necesidades infantiles, porque en mi entorno no se daba el pecho y no tenía referentes, y en las clases de maternidad no se llega a profundizar en el tema. Pensaba que mi bebé comería cada dos o tres horas, que mis pechos se llenarían de leche si dejaba pasar un tiempo, y si la toma era antes estarían vacíos. Y por supuesto pensaba que mi bebé tenía que estar en mis brazos el tiempo justo de comer, y luego zumbando a la cunita para que no se acostumbrara.

   Y muerta de sueño como estaba, con ese cansancio que te deja el parto, me esforzaba enormemente por tener los ojos abiertos mientras mi peque hacía sus interminables tomas, en lugar de aprovechar esa sensación de relajación que da la lactancia y descansar, pero bueno, esto es tema aparte. Con el cuerpo “destrozaito” y envidiosa perdida de mis compañeras, cuyos bebés apenas se oían en toda la noche, tal era mi desesperación que llamé a una enfermera y le dije: “no sé qué le pasa a mi bebé, no para de llorar y hace muy poco que le he dado el pecho, creo que se queda con hambre”.

  Cada vez estoy más convencida de que una adecuada formación en asesoramiento a la lactancia debería ser condición imprescindible para trabajar en el área de maternidad, pero este no es el caso en absoluto.

   Lo que me podrían haber dicho: “Tú ponte a tu bebé al pecho, no importa las veces ni el tiempo, tranquila, que tienes la leche exacta que necesita, túmbate y relájate, descansaréis ambos, puede que lo único que tu peque precise sea tu contacto, y olvídate de que se vaya a acostumbrar a los brazos, que eso no son más que tonterías. Calma su llanto en cuanto empiece, porque si no lo haces cogerá gases y llorará aún más”.

  Lo que me dijeron: “A lo mejor no tiene hambre, si le has dado de comer hace sólo media hora, lo que tendrá son gases, dale masajitos y levántale las piernecitas”.

   Y como, por supuesto, esto no funcionó, acabé suplicando que me prepararan un biberón, para que mi peque dejara de llorar. Así que, con su pequeño estomaguito del tamaño de una habichuela, preparado para recibir de forma casi constante gotitas de calostro, y ahora lleno a rebosar con 30 ml de mejunje indigesto, mi peque se echó a dormir de puro hartazgo, y de puro cansancio de tanto que había llorado, y lo que yo interpreté fue que había dado con la solución del problema.





   Lo que salvó mi lactancia en este caso no fue más que la pura suerte, porque mi bebé, al que ya cogí la costumbre de ofrecerle el bibe después de la toma del pecho, empezó a no tomárselo entero y hasta a rechazarlo (por fortuna pensaría que como su tetita, nada).

   Pero claro, fue llegar a casa y el desconocimiento volvió a hacerme dudar. Menudas nochecitas de llanto incesable. Mi bebé debía pensar “¿Pero qué le pasa a la pava de mi madre? ¿Por qué no me da más tetita?”, y yo que creía que como hacía un ratito que se la había dado, no podía tener leche aún, así que intentaba calmar a mi peque meciéndole, cantándole, dándole masajes, ofreciéndole manzanillas, y todo esto desembocó en el dichoso cólico del lactante, del que ya hablaré más adelante.

   Tan desesperada estaba que hubiera hecho lo que fuera por calmar a mi criatura, así que volvieron a caer los biberones. En este caso, sólo se los daba en casos de “emergencia”, cuando no había forma alguna de acallar el llanto de mi bebé, y solía funcionar, así que ya tenía a todo el mundo a mi alrededor cuestionando la calidad de mi leche, y por supuesto a mí misma.

   Suerte que esto fue pasajero, suerte que, en contra de lo que podía haber pasado, mi bebé no se acostumbró a no tener que esforzarse en la succión, y suerte que mi producción de leche no disminuyó. Al final triunfó la tetita y los biberones fueron cayendo en el olvido, pero digo suerte una y mil veces, no sólo por este triunfo, sino porque si mi peque hubiera tenido que alimentarse a base de biberón, mal lo hubiéramos llevado, porque soy un desastre con patas.

   Me esforcé lo que pude para que esos biberones que mi peque se llegó a tomar fueran contados, pero los que se tomó me parecieron un verdadero engorro, tanto que no entendía cómo podía haber gente que lo prefiriera a dar el pecho, o que lo considerase más cómodo.

   Con lo desastre que soy, se me olvidaba cuántos cacitos llevaba, no sabía calcular el tiempo que tenía que estar calentándose el agua, siempre estaba o muy caliente o muy fría, y lo más engorroso de todo era tener que lavar y esterilizar el dichoso biberón cada vez que lo usaba, con todas esas partecitas tan pequeñas, y mientras hacía esto no podía atender a mi bebé, que no esperaba, pasaba del sueño profundo al “enchúfame AHORA”.

   La última vez que fui a echar mano del biberón, vi que estaba agusanado (como lo oyen), así que a la basura fue (por mí le hubiera metido fuego con un lanzallamas, del asquito que me dio) y nunca más volvió.



2 comentarios:

  1. Sí, por desgracia es la falta de profesionalidad. Son médicos, enfermeras... personas que como profesión es su deber actualizarse e informarse. Es una carrera que precisa un estudio constante... es un tema que dejan totalmente de lado como si no tuviera importancia alguna, y tienes derecho a creer lo que te dicen, hasta que ves que no han tenido razón y que lo has estado haciendo de una forma que para ti no era la correcta, y ha sido a causa de un mal asesoramiento. Se mezcla la falta de profesionalidad con sus creencias y tradición de su familia, es como algo así...
    La verdad es que bastante difícil de creer que a alguien le resulte más cómodo el biberón que dar el pecho. Yo he oído a madres decirme super orgullosas "yo le doy el biberón a mi niñ@, y sé que he hecho lo mejor para el/ella", esto es algo que se han dicho ellas una y otra vez para auto convencerse.
    Yo he tenido la suerte de no darle ni un solo bibe a mi peque, bueno, intenté darle un par con leche materna y gracias que no lo quiso, porque aunque hubiera sido leche materna hubiera tenido que estar dándole ese biberón extra seguramente durante bastante tiempo. Es o que tiene ser primeriza, qué se le va hacer, jajaja.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me imagino tu cara cuando esa madre te dijo eso, "te habras quedao a gusto hija mia"¬_¬ ¿como va a ser mejor algo que fabrica tu propio cuerpo y que no sabes ni lo que lleva, que la maravilla que fabrica la industria farmacéutica? En fin...
      Pero es que esta muy extendido aquello de que el pecho es muy esclavo, y de verdad que hay muchísimas mujeres que piensan que el bibe es mas comodo, y una de las razones es que al ser la leche mas indigesta el niño desde el primer dia hace las tomas mas espaciadas y en menos tiempo, pero de ahi a decir que es lo mejor...
      En mi caso es que con lo desastre que soy para preparar biberones me hubiera agobiado muchisimo, para mi es un engorro, pero solo es mi opinion personal...

      Eliminar