“¿Mi peque? Pero si mi peque es lo
más lindo y lo más bueno de este mundo. ¡Qué va a tener rabietas!
Además yo tengo muchísima paciencia y todo se lo explico para que
sepa que cuando quiere algo si pude ser mamá se lo dará, pero si
no, no. Las rabietas las tienen los niños para llamar la atención,
pero mi peque ya tiene toda la atención que necesita. Son una cosa
que siempre se puede evitar. Bah, bah, rabietas...”
No se puede ser más inocente Gansa
Premamá, ¿o debería decir Pava Premamá? Un zas en toda la boca es
lo que te vas a llevar cuando veas a tu angelito, normalmente de
comportamiento ejemplar, haciendo la croqueta en el suelo de una
tienda mientras patalea con la cara enrojecida y chilla como si le
estuvieran pegando una paliza.
Pues así me quedé, paralizada y
ojiplática perdida, sin saber qué hacer ni dónde meterme, pensando
“esta criatura del demonio no es mi dulce peque”. Y todo sucedió
porque no entendió por qué razón mamá no le dejó construir un
fuerte con todas las cajas de puzzles del Toysrus, por mucho que
traté de explicárselo con toda la paciencia del mundo, e intenté
todo tipo de tácticas de distracción y disuasión posibles y todos
los trucos que se me ocurrieron.
Así que si tienes un peque, vete
haciendo a la idea de que va a tener rabietas. Podrán ser muchas o
pocas, más o menos violentas, y empezar a producirse a una edad u
otra, pero vendrán, tenlo por seguro. Y tienen rabietas porque son
parte de su crecimiento, son la expresión descontrolada de sus
sentimientos, aún en desarrollo, y en especial de la frustración.
Todos tenemos nuestro genio, y todos
pasamos por situaciones que nos desbordan y tenemos ganas de gritar y
dar patadas y puñetazos buscando desesperadamente un desahogo. Lo
que ocurre es que aprendemos a canalizar y controlar esos
sentimientos, aunque a veces, incluso de adultos, las situaciones nos
superan. Es que puede llegar a ser tan frustrante no poder conseguir
aquello que deseamos...
Y mientras nuestros peques crecen y van
aprendiendo a identificar y controlar sus sentimientos, ¿qué
podemos hacer nosotros, los papás y mamás, para tratar de minimizar
estas rabietas? Creo que todos nos hemos hecho esta pregunta en algún
momento.
Durante una rabieta se pasa muy mal
rato, los peques se sofocan y su nivel de estrés se pone por las
nubes, algunos pueden incluso autoagredirse de pura furia, y los
padres lo vivimos con impotencia y desconcierto.
Yo creía que nunca me iba a pasar,
pero pasó, y me pilló desprevenida. Me quedé como una estatua
mientras mi mente rebuscaba a trompicones entre las diferentes
estrategias que alguna vez habría oído mencionar para solucionar un
conflicto rabietil. “A ver, a ver... ¿qué era lo que decían que
había que hacer en estos momentos?”... pues se me ocurrían varias
opciones:
Opción a: Hacernos los suecos. “ufff
¿de quién será este moco que no para de berrear? Desde luego, a
algunos no les deberían permitir tener hijos”, y alejarnos
silbando y canturreando “la la la...” Evidentemente no era una
opción muy acertada, y aunque no iba a solucionar nada, reconoce que
a ti también se te ha pasado fugazmente por la cabeza en alguna
ocasión.
Opción b: Sacar el troglodita que
llevamos dentro. Montar el espectáculo, gritar, pegar, chantajear y
amenazar a nuestro peque para que todo el mundo vea que mantenemos a
raya al maldito demonio que no se sabe comportar. ¿De verdad alguien
piensa que esto conseguirá calmar a la criatura? Ah no, que esto es
para que se calme en ese momento, es disciplina de la güena, para
que la próxima vez que se le ocurra hacer algo parecido se lo piense
dos veces. Mejor pensemos en otra cosa...
Opción c: Darle lo que quiere de una
vez ya para que calle. Supongo que esto debe ser de lo más confuso
para los niños. No sé qué pasará por sus cabecitas en esos
momentos pero o bien puede ser “vaya, esto es tan importante para
mí que al final mi madre ha accedido” o bien “conque así es
como me tengo que poner cada vez que me digan que no...”. Yo no me
arriesgaría, además, si lo que sea que quisiera no podíamos
dárselo de verdad, no va a poder ser por más que se ofusque.
Opción d: Dejar que nos posea el
espíritu de Super Nanny y decir a nuestra criatura, que ha llegado a
niveles máximos de desquiciamiento, furia, tristeza, enfadado, y
frustración: “pues no te voy a hacer caso hasta que no te calmes”,
que su pobre cabecita, si fuera capaz de procesar algún pensamiento
coherente en ese momento, pensaría “¿pero tú te crees que si me
supiera calmar estaría así? ¡En todo caso seguiré berreando hasta
el agotamiento!”.
Y después de darle vueltas, la única
opción respetuosa que me vino a la mente en aquel momento fue la
contención. Un abrazo, unas palabras suaves, dejar unos momentos que
estalle y se desahogue si me rechaza, evitar que se dañe o que dañe
a alguien más, tratar de que se calmara y supiera que mamá estaba
ahí para ofrecerle un consuelo, que supiera que entendía cuánto se
había enfadado, y que no siempre se consigue lo que uno quiere, y es
normal que eso nos enfade.
No es fácil, no hay soluciones
mágicas, sólo ensayo y error, y muchísima paciencia.
Vaya, tomo nota porque mi hija aún es pequeña pero es un tema que me preocupa un poco.
ResponderEliminarEspero saber capear bien el temporal cuando llegue el momento!
Toma nota toma nota! Jejeje es algo inevitable, aunque podemos esforzarnos por minimizarlas. Yo por ejemplo ya he visto que llevar a los peques a las tiendas, en especial a jugueterias, no es muy buena idea. Imaginate un sitio lleno de juguetes nuevos y preciosos y que no puedan jugar con ellos ni tocarlos, pobres, que tortura.. .
EliminarTe recomiendo el libro de Rosa Jove: ni rabietas ni conflictos ;)
Gracias por comentar!
No es fácil, no, pero tu lo solventaste muy bien :-)
ResponderEliminarTu comentario lleva más de 2 años en mi bandeja de spam! Y yo que creía que al spam iba sólo spam jajaja fíjate
EliminarIgualmente muchas gracias corazón!
Un abrazo!