jueves, 28 de mayo de 2015

Culpabilidad de madre

   Cuando te vuelves mamá, te encuentras de repente con un sentimiento que nunca antes habías experimentado tanto y tan a menudo: la culpabilidad, te sientes culpable por cosas que antes ni imaginabas, y lo peor es que solemos rehusar compartir esa culpa, la queremos todita para nosotras.

   Nos sentimos responsables de todo cuanto le pase a nuestros peques, de todo lo que no les pase y de cada lágrima que derramen, al fin y al cabo, les hemos puesto en este mundo y están a nuestro cuidado, toda protección es poca.


 Imagen de http://internetaula.ning.com/profiles/blogs/contra-la-sobreprotecci-n



  Quizá esto haya quien lo viva con diferente intensidad, yo voy a contar mi caso, y personalmente no es que me sintiera mal por cada cosa negativa que tuviera que experimentar mi peque, la cosa va mas allá, me sentía directamente causante de ello. Hasta el más mínimo resfrío de mi criatura lo había causado yo, por no abrigarle, por abrigarle demasiado, por haberle sacado a la calle, por haberle dejado jugar junto al niño de los mocos. Recuerdo cuando mi Gansi era bebé (qué lejos parece a veces que quede aquello), y estábamos en la consulta del médico, yo miraba a las señoras mayores que le hacían cucamonas y le sacaban la lengua a mi peque y pensaba: “seguro que me juzgan en silencio, seguro que aquella de allí piensa que ella tuvo cinco hijos y nunca le enfermó ninguno porque ella sí que los sabía cuidar”, y el caso es que de hecho siempre va a haber alguna “supermadraza” con sus nenes ya bien creciditos que presume de que sus peques nunca se cayeron o nunca se rompieron un hueso, o apenas se les ponían malitos, y claro, el mérito es todo suyo.

   Sé que esto da para otra entrada, pero hay a veces ciertas señoras mayores que son de lo peor, porque como tu estilo de crianza difiera en algo del suyo te estás equivocando porque sus hijos ya son mayores y están perfectamente. Que yo no digo que no se pueda estar “perfectamente”, por poner un ejemplo, habiendo tomado 10 minutos de cada pecho cada 3 horas exactas, cosa que al final siempre acababa derivando en la ayudita, que cada vez es más hasta que “oh, vaya, me quedé sin leche, justo a los 2, 3 o como máximo 6 meses”.

   Lo que quiero decir es que no siempre el no hacer las cosas de la mejor manera que se acaba conociendo quiere decir que vayamos a tener consecuencias desastrosas, lo más probable es que nuestros bebés crezcan bastante sanos y normales, pero esto no quiere decir que no se pudieran haber hecho las cosas mejor, o que hubieran tenido una infancia algo mejor, más relajada o más feliz, (que no quiere decir que no fuera buena tal y como fue).

   A lo que voy, que me enrollo como las persianas y me pierdo, es que las madres siempre hacemos lo que creemos que es mejor para nuestros peques, en función de nuestras propias vivencias y creencias, y de la información con la que contemos en ese momento, y si más tarde descubrimos algo que podríamos haber hecho mejor, de haber sabido lo que antes no sabíamos, nos invade una vez más la culpabilidad.

   Este sentimiento a veces lo sufrimos en silencio y otras veces rehuimos de él y nos ponemos en modo defensa, sobre todo cuando quien nos inspira la duda que nos lleva a la culpabilidad es otra persona. A ver quién es la guapa que le dice a la señora de antes que no es bueno dejar llorar a los niños, que en el mejor de los casos te contesta: “esos son tonterías modernas de ahora, porque los míos lloraron y están perfectamente”, y se indigna viva porque cree le estás insinuando que hizo algo mal con sus hijos, que no los quería lo suficiente o que no se preocupaba lo bastante como para haber sabido eso, o que no es buena madre... ¡válgame!

   Esto es lo que les pasa a muchas madres que dan el biberón cuando les dices que la lactancia materna es lo mejor, y las defensoras de la lactancia materna a veces nos extrañamos de que se reboten como si les acabaras de escupir, cuando no hacemos más que señalar una verdad científicamente demostrada. Y aquí se evidencia una vez más que es ultra importante respetar la decisión de la madre. Si te pide consejo, o está embarazada o quiere dar el pecho y tiene alguna dificultad en que le puedas ayudar, háblale de todas las bondades de la lactancia materna, pero en caso contrario, mejor callárselas, porque es probable que ya las sepa, y las circunstancias que la han llevado a no optar por ella son sólo suyas y no le debe explicaciones a nadie, y las madres ya nos sentimos bastante culpables por todo lo que se refiera a nuestros peques como para que nos estén recordando a diario que no le estamos dando a nuestro bebé el alimento más óptimo.

   Y en defensa de las señoras de antes he de decir que muchas veces no es que digan nada, o dicen menos de lo que yo interpreto, porque no sé si le pasará a otras mamás, pero a mí la culpabilidad a veces me lleva a la paranoia, a sentirme juzgada cuando nadie está juzgándome ni insinuando nada, pero eso es lo que tiene la opinilogía y el dar consejos no solicitados a alguien con las emociones a flor de piel por culpa de las hormonas y de la inseguridad de toda primeriza (aunque se ven primerizas que parecen expertas, pero de esto ya hablaré otro día).

   Así que si estás a punto de ser mamá, prepárate para sentirte culpable como nunca en tu vida, culpable si tu peque: duerme poco, duerme mucho, tiene gases (¡no le pones a eructar suficiente!), no hace caca, llora (por lo que sea), no quiere comer (¡no le gusta tu leche o la comida que preparas!), tiene mocos (¡por tu culpa se resfrió!), se ha dado un golpecito (¡con la única parte de la casa que no forraste de gomaespuma!), tuvo una pesadilla (¿qué hiciste, qué dijiste, qué le dejaste ver?), ha heredado tus orejas de soplillo (¡genética cruel!), ha tropezado (¡no le pusiste zapatos o le pusiste unos inadecuados, seguro!), le picó un mosquito, y un interminable etcétera, y será todo culpa tuya y de nadie más, tú eres su madre, es que ni al padre vamos a dejarle una migaja de culpa, toda para tí, y muchas veces pensarás: “bueno, en el fondo no es culpa mía, al menos, no sólo mía”, o “es que tiene que vivir todas estas experiencias, no le puedo meter en una burbuja”, pero en el fondo seguirás sintiendo ese pellizco.

  Lo mejor es intentar convivir con este sentimiento, aceptarlo como algo normal, una de estas cosas que vienen de regalo con la maternidad y de las que nadie te previno, y no dejar que te arrastre, intentar mantener la objetividad, y darte un respiro de vez en cuando. Recuerda que amas a tu peque con toda tu alma, y que todo lo que hayas hecho ha sido porque en ese momento creías que era lo mejor, dada la información y los medios de que disponías, que tienes derecho a cometer errores por muy atenta que quieras estar, que la sobreprotección no es buena, y hay cosas que ocurren sin que podamos evitarlas.



2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo!
    Como en las películas de juicios suena una musiquita en tu cabeza "Culpable, culpable, culpable! "
    Cuando mi Guinda era bebé me llevaba todo el día anterior su papá : ten cuidado que ya rueda no se te vaya al caer y se me cayó a mí! !!! Casi muero!
    Hay que aprender a vivir con ello pero tb aceptar que las coas pasan tb xq sí y no todo recae en nuestra culpabilidad.
    Besosss

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    1. ¡Qué rabia da cuando te pasan las cosas a pesar de tomar mil precauciones!
      Cuántos marrones nos echamos encima las madres...
      A veces biene bien que alguien venga y nos diga que no tenemos la culpa, aunque en el fondo sigamos teniendo el pellizquito.
      Y claro, hay cosas inevitables o impredecibles...

      Un besote!

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