martes, 2 de febrero de 2016

Mi cuarto huevito

   Mi cuarto huevito fue la sorpresa más inesperada y bonita que he recibido nunca.

   Desde lo de mi tercer huevito andaba con las reglas tan descolocadas que incluso llegué a pensar que quizá iba a tener (me veía todos los síntomas) una menopausia prematura.

   Y lo curioso es que el hecho de pensar que tal vez no iba a poder darle a mi Gansi un hermanito nunca, me hacía desearlo aún más. Llegué a plantearme la adopción, pero en nuestras circunstancias no era viable, así que con el paso del tiempo me fui resignando, a pesar de que todo el mundo me dijera que aún era joven, reproductivamente no me sentía así.

   Hacía muchísimo que habíamos abandonado la búsqueda activa de un embarazo, de hecho lo más parecido que hicimos a una búsqueda activa fue cuando vino nuestra Gansi. Desde entonces, descubrí la planificación familiar natural, y la seguíamos con mayor o menor rectitud dependiendo de lo importante que fuera para nosotros en según qué época evitar un embarazo.

   De hecho, me quedé embarazada de mi tercer huevito por arriesgarnos un día de probabilidad baja de fertilidad, que sería baja, pero desde luego no nula, aunque como tampoco nos cerrábamos tajantemente pues de vez en cuando nos arriesgábamos días así, y uno de los días pues sucedió que nos llevamos la sorpresa, aunque en este caso no tuvo final feliz.

   Cuando el Ganso me hablaba de prevenir un embarazo (él no se sentía preparado) me hacía hasta gracia. Pensaba “pero si de todas formas no va a venir...” Así que si alguna vez traté de “evitarlo” fue por él, porque yo sí lo deseaba, y pensaba que aunque lo buscáramos no tendríamos suerte.

   Después de años sin menstruación tras el parto de mi Gansi, y por tanto, sin necesidad de utilizar ningún método preventivo, una vez que mi cuerpo se reactivó alcancé un conocimiento bastante preciso de mis ciclos. Sabía, sin necesidad de utilizar test de ovulación, el día exacto en que ovulaba, mis días de mayor y menor fertilidad, y los ciclos en los que no ovulaba. O eso creía yo...

   Como decía, desde que perdimos a nuestro tercer huevito, mis reglas habían comenzado a ser irregulares, tendiendo a acortarse mucho, tanto en días de fase lútea como de folicular (lo cual, dentro de lo irregular, es bastante irregular), y había ciclos en que ovulaba y otros en que no, vamos, totalmente incompatible con la sola idea de buscar una concepción.

   Y los ciclos en que ovulaba no había la menor duda, el patrón de flujo era imposible de obviar, y más imposible lo eran las punzadas que me daban el día de la ovulación, que a veces me molestaba cada paso que daba al andar, como si me estuvieran estrujando los ovarios.

   Pues ese ciclo concreto, empecé a ver signos de que no iba a ovular, y para confirmarlo me hice un test de ovulación el día antes de aquel en que esperaba ovular, el mismo día y el posterior, y todos salieron negativos. No estábamos muy seguros de si podíamos arriesgarnos, así que cuando surgió, surgió (una sola vez para ser más exactos).

   Los días antes de la regla solía tener unos días de manchado (lo cual según algunos ginecólogos es algo normal, y según otros es un signo de infertilidad), a veces me venía la regla durante un día, se cortaba otro día entero y luego reanudaba, y ese mes ni rastro de manchado. Pensé que quizá por fin empezaran a venir mis reglas como antes, o que quizá como no había ovulado, hasta que no ovulara no me iba a venir.

   Pero una vocecita me decía que igual la respuesta era otra, a lo que otra vocecita le contestaba “¿no serán las ganas tuyas?”

   Me negaba a hacerme un test de embarazo. ¡Era imposible! Ya comenzaba incluso a notar las punzadas en los riñones que a veces me dan antes de que me vaya a venir la de rojo. Pero sólo para acallar esa vocecita que no me dejaba en paz todo el día con el “¿y si...? ¿y si...? ¿y si...?”, al final, el día en que supuestamente esperaba mi regla, me hice el dichoso test.

   Era un test de alta sensibilidad, así que para entonces se supone que debería ver con claridad y sin lugar a dudas una línea en caso de positivo, pero la única línea que aparecía era la de control. Así que la otra vocecita de mi cabeza (esto de oír voces ya creo que me lo voy a tener que hacer mirar), proclamó “¿ves so pava? ¡Si sabes que no has ovulado! ¿ya te has quedao tranquila?”

   Y con las mismas tiré el test al cubo de la basura y seguí con mi rutina mañanera. Pero cuál no sería mi sorpresa cuando, al abrir el cubo para tirar la cáscara del plátano que me acababa de desayunar, me parece que una segunda línea muy tenue me saluda. Caí al suelo de rodillas y juro que casi me desmayo.

   ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De dónde había salido ese óvulo ninja que había escapado de mis expertas previsiones y de los test?

   Sin terminar de creérnoslo, esperamos varios días y fuimos haciendo test sucesivos, observando una clara progresión. No había dudas.

   Dudas no, pero miedo muchísimo. Miedo a creérmelo, miedo a hacerme ilusiones, miedo a volver a perderlo.

   En otras circunstancias hubiera ido inmediatamente al médico, pero esperé a estar de más de 5 semanas para que la confirmación que me hicieran no dejara lugar a dudas. Me negué a hacerme más ecografías de las estrictamente necesarias, y menos aún vaginales. No quería verlo antes de la semana 12 (¿para qué, para que nos dijeran que todo estaba bien como la última vez y nos lo creyéramos?), no queríamos decírselo absolutamente a nadie hasta entonces.

   Esperamos, guardando el secreto, cubriendo mi tripa incipiente con ropas holgadas y abrigos, sin llevar prácticamente otra prenda aparte de chándals. No quería ni pensar en sacar la caja de la ropa premamá.

   No lo contamos a los más allegados hasta la semana 12, y al resto empezamos a comentárselo a partir de la 17. Y ahora os lo cuento a vosotr@s, aún con el miedo en el cuerpo. Siempre pensando “cuando pase de la semana X se me quitará el miedo”, pero nunca se terminaba de quitar. Ni cuando vimos a nuestro peque en la eco y nos dijeron que todo parecía ir de maravilla. Ese miedo ya no se va, sólo se mitiga un poco cuando creo sentir sus movimientos, cada vez más claros.

   Es horrible que la paranoia no te deje disfrutar de tu embarazo. Revisar el papel cada vez que te limpias en el baño y desear tener a mano un cromatógrafo para determinar si ese flujo es normal, oscuro, amarronado o sanguinolento. Tocar y revisar tu tripita a diario pensando “¿estará creciendo bien? ¿debería notarse más?” Pensar que a pesar de que lo acabas de ver en una ecografía y estaba perfectamente, se puede parar en cualquier momento. Pasarte el día esperando sentir sus movimientos...

   Y aún me preguntaba la gente si preferíamos que fuera niño o niña. Lo único que queremos es que se quede con nosotros y que tenga salud, ver su carita, verle crecer, ver la ilusión de mi Gansi por el nuevo integrante de la familia. Lo único que queremos es que esta historia sí tenga final feliz...



2 comentarios:

  1. Felicidades!!!! Pero si somos dos Huevos Kinder y yo sin saberlo!! Ayyyyy que contenta estoy amiga virtual, que me gustaría ahora mismo abrazarte!!
    Ojalá algún día!
    Me alegro infinito. Entiendo perfectamente tu paranoia, yo me llevé el primer trimestre mirándome el papel del pipí porque con la primera manché.
    Disfruta todo ,o que pueda una vez más, ENHORABUENA!
    Besos

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    1. Recibo tu abrazo desde aquí y te devuelvo un achuchón jejeje
      Muchas gracias amiga huevo Kinder!
      Trato de disfrutarlo pero se me hace muy difícil. Agradezco cada día que puedo disfrutar de este precioso regalito.
      Cuidate que ya estarás rondado el tercer trimestre! Guau!
      Un beso enoooorme!

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