domingo, 16 de febrero de 2014

Lo que aprendí sobre alimentación infantil

   “Hay algunos niños que es que son muy malos para comer, hay que estar muy encima y obligarles un poquito, pero mi bebe no será así, mi bebé sí comerá...¿verdad? ¿verdad?”... Ayyyy, puedes estar tranquila gansa premamá, que tu gansi va a engullir como los pavitos, mejor dicho como los gansitos, y no tendrás que “obligarle”...


   Me siento tremendamente afortunada porque mi gansi tenga ese apetito voraz, y la razón de esto es que ya ha sido bastante dura la lucha con mi entorno por defender nuestra lactancia como para que encima, los comentarios sobre que mi peque lloraba porque se quedaba con hambre o que mi leche no le alimentaba porque era agüilla sucia, se hubieran visto de alguna manera respaldados por poco aumento de peso o un percentil bajo.


   Los dichosos percentiles, y sobre todo y su incorrecta interpretación, que pueden llevar a la obsesión y a la preocupación innecesaria a tantos padres, y que han contribuido a destruir tantas lactancias felices. Estos percentiles infantiles son unas tablas donde se ven el peso y la altura a cada edad de los niños, pero pueden llevar a pensar que existe un “peso normal” o una talla “normal” para una edad, y todo lo que esté por encima o por debajo es demasiado, o demasiado poco. Los niños menudos representan los percentiles bajos, y los grandotes los altos, y únicamente sirven para saber que, en comparación con la media de los niños de su edad, nuestro hijo es de talla y peso medios, tirando a menudillo, o tirando a grandote.



 "Nótese lo inapropiado del término normal en estas tablas de percentiles sacadas de internet"


   Cuando el peque está en la zona de percentiles altos no suele haber problema, incluso si los sobrepasa todos, creando una línea de percentil propio, como le pasaba a mi gansi, aunque aún así puede haber algún pediatra que siga recomendando la introducción temprana de papillas o cereales, o incluso suplementos con leche de fórmula (alucinantemente, me pasó). Los problemas suelen venir cuando a nuestro nene le ha tocado pertenecer al club del percentil bajo.


   Pero un niño de percentil bajo no es un niño mal alimentado ni desnutrido, simplemente es un niño pequeñín, quizá porque sus padres tampoco es que sean Pau Gasol, o quizá porque sencillamente es de constitución delgada. Y es que durante muchos años se ha visto como sinónimo de salud, un bebé rollizo y lleno de rosquitas. Un niño no está falto de nutrientes, ni hambriento, sólo porque sea de percentil 3 o menos, existen pruebas específicas para determinar la desnutrición y signos evidentes de deshidratación, que son los que el médico debe señalar, y ante los que hay que actuar, no ante un bajo percentil, ni ante la pérdida natural de peso del recién nacido.


   Pues es normal que la primera semana de vida, los bebés no solo no ganen sino que pierdan un poco de peso, y esto muchas veces alarma a las madres (y padres, claro) y las hace perder confianza en el poder de su cuerpo para alimentar a su criatura. Y es que hasta yo me obsesionaba por ir a la farmacia cada semana a pesar a mi criatura, porque pensaba que era lo que debía hacer, para llevar un control, como si eso fuera necesario, como si no se notara a simple vista el casi medio kilazo semanal que mi gansi ponía los primeros meses de su vida, y eso que se alimentaba exclusivamente de una leche materna que salía de unos diminutos pechines y que era “aguachirri”.


   Otra extraña obsesión que a veces tenemos las madres primerizas es saber exactamente la cantidad de comida que toman nuestros hijos. Yo me hubiera sacado la leche para saber cuánto era lo que mi peque me demandaba tan a menudo, a ver si era verdad que es que se quedaba con hambre. Ay si tuviéramos rayitas indicadoras en los pechos, qué tranquilas estaríamos (60 ml, 90ml, 120 ml...).


   Como si conociéramos el tamaño exacto del estómago de nuestros hijos, y el hambre que tienen en cada momento, les servimos sus platitos con la cantidad de comida que consideramos que deben comerse, ah, ¡y deben terminársela entera! Si no es que necesitan que le demos algún suplemento nutricional mágico.





   A muchas les pasará que piensen: “Pero es que mi niño de verdad que come muy poquito, de verdad que parece que se alimentara de aire, y no para quieto”. Conozco niños así, a los que sus madres los ven como “tirillas” pero que están llenos de energía y vitalidad, lo que no evita que sean perseguidos por la cuchara-avioncito, o forzados a comer más de lo que les apetece, bien a las bravas (a base de chillidos y amenazas), o bien con maniobras de distracción-hipnotismo. 


 “No se qué habrá pasado mientras estaba viendo Bob Esponja, pero estoy que no me puedo mover de la silla”



   Y es que lo que aprendí sobre alimentación infantil fue que cada niño tiene unas necesidades alimenticias particulares, que irán cambiando a medida que crezca, habiendo momentos en que se comerán hasta las piedras, y otros en los que parezca que estén en huelga de hambre.


   Para algunas madres es durísimo, especialmente para aquellas con niños menuditos, pero a veces hay que hacer un ejercicio que constituye un profundo acto de fe en la capacidad de nuestro hijo de conocer sus propias necesidades, dejar que coman la cantidad que a ellos les apetezca, y no lo que nosotros calculemos, y no tratar de ofrecerle sustitutivos, y mucho menos golosinas o comidas poco saludables. Confiar en que no se van a morir de hambre, y no pretender imponerles nuestros horarios de comida, ya que su digestión no va al mismo ritmo que la nuestra.


   Y ya sé que para mí es muy fácil decirlo, pero mi gansi, a pesar de que su estado normal es el de “me comería a mi madre por los pies”, también tiene días, e incluso rachas, en las que no come prácticamente nada. Además, conozco casos muy cercanos de niños que comen como pajarillos, y he presenciado el sufrimiento, tanto suyo como de su madre (o de la persona que en ese momento le esté dando de comer), y la tortura en que se convierte la hora de la comida, en la que cada día se repetía el mismo diálogo: “Come... come....¡come!...¡una mas!... es que no ha comido nada...”.


 "Era la última hace 5 cucharaditas, mamá..."

domingo, 9 de febrero de 2014

Pues mi niño lo hizo antes, eah

   Es normal que todos los padres sientan que sus hijos son los mejores del mundo mundial, los más guapos, los más listos y los más espabilados, pero hay algunos padres y madres que se toman los avances naturales en el desarrollo de sus criaturas, quizás un pelín demasiado en serio.

   Si una madre va al parque y comenta orgullosa que a su hija de x meses ya le ha salido el primer diente, automáticamente intervendrá otra madre que dirá que al suyo le salió a los x-3, y otra dirá que eso no es nada, que el suyo ya nació con dientes.

   Esto hace que te puedas encontrar, por un lado, padres obsesionados con que sus hijos sean los primeros en alcanzar las etapas del desarrollo, y que lo comentarán con todo el mundo henchidos de orgullo, y por otro lado, padres innecesariamente preocupados porque sus hijos aún no sean capaces de ciertas cosas con determinada edad.

   Existen niños perfectamente normales que aprenden a andar con 18 meses o a hablar a los 2 años, y los padres de esos niños probablemente hayan pasado un tiempo preocupándose en vano y siendo asediados por constantes “¿todavía no...? ¡Uy, pues llevadle al médico!”, o incluso pensando que su hijo no es lo bastante inteligente o que tiene algún problema de salud.

   Yo también observaba preocupada los progresos de mi gansi, preguntándome si estaría dentro de lo normal (y eso que mi pollito se podría considerar que está dentro del grupo de los “niños adelantados”, para muchas cosas), y si podría yo hacer algo para estimularle. Por eso me gustaría que mi aprendizaje sirviera para tranquilizar a todos esos padres y madres, especialmente primerizos, y futuros papás y mamás que, al igual que la gansa premamá, se sienten inquietos o incluso angustiados por si sus hijos harán ciertas cosas "cuando les toque".

   En primer lugar, aprendí que cada individuo se desarrolla de una manera y a un ritmo diferente, así que no se les debe comparar, y que las fases del desarrollo no se producen en momentos fijos. No existe una “edad normal” para echar los dientes, sentarse, hablar etc... El niño no es una máquina a la que mañana, que va a cumplir los 12 meses, le vaya a saltar un resorte que haga que empiece a andar de repente.

   Si bien es cierto que sí que existen enfermedades y trastornos, por ejemplo del habla, que cuanto antes se detecten más efectivos serán los tratamientos, pero no hay que dar por sentado que tu hijo los va a padecer. Se puede vigilar, pero sin preocuparse en exceso.

   Aprendí también que el hecho de se que alcance un “logro” de forma “prematura” o “tardía” no quiere decir que vaya a ser así con el resto del desarrollo. El niño que primero se pone de pie solito, puede que luego tarde muchos meses en sentirse preparado para soltarse a andar sin ayuda, o puede que tarde poco, depende exclusivamente de él.

   Mucho me costó entender y comprobar que la estimulación no es necesaria, y aunque mala tampoco es que sea, en exceso puede ser hasta contraproducente, si implica que estamos forzando al niño. He visto alguna criatura realmente agobiada por intentar comunicarle a su madre sus deseos, mientras ésta le ignora a drede y le dice “así no te entiendo, dilo bien” o “si me lo señalas con el dedito no te lo daré, me lo tienes que pedir bien”. Bueno, el tema del dedito da para mucho, sobre todo cuando a algún pediatra le da por meterse donde no le corresponde y hace creer a la madre que si hace caso a lo que su hijo le pide con el dedito, no aprenderá a hablar nunca y se comunicará con dedito toda la vida o algo así.



"Así no vas a aprender nuna E.T..."

   También sufro viendo bebés metidos en tacatás durante horas, a ver si así arrancan a andar antes, o padres convencidos de que estimulan a su hijo a tenerse erguido solo, y por tanto andar solito antes, forzándole a sostenerse sobre sus piernecitas temblorosas.

   Y todo esto os lo dice una que no es ni la más lista ni la más perfecta, que mi gansi también ha pasado sus buenos ratitos en el tacataca. He tenido y tengo muchísimas inseguridades y he cometido y cometo muchísimos errores. Sin ir más lejos, seguí el consejo de mi pediatra cuando me dijo que a los niños había que ponerles boca abajo, que así cogían fuerza y gateaban antes, pero mi gansi no lo soportaba, lloraba y chillaba, y yo cogía sus manitas y le decía con lágrimas en los ojos “tienes que aguantar, mi amor, es por tu bien”.

   Y aquí aprovecho para reafirmarme una vez más en mi máxima: Da igual si te lo dice un libro, el pediatra, tu madre o el Papa, si tu instinto de madre te dice que algo no está bien, no lo hagas.

   Otra cosa que aprendí es que el hecho de que un niño alcance un logro de forma “prematura” no es indicativo de que sea más inteligente. No se ha demostrado que ésto esté relacionado. Pero a todos los padres les hace ilusión que su hijo sea “el primero de la clase”, y piensan: “Mi hijo se sentaba solito con 4 meses, con 7 se ponía de pie y ahora con 9 meses ya anda... ¡va a ser un superdotado!”... pues miren ustedes, puede que sí, o puede que no, así que si al final es que no, por favor no se decepcione, su hijo lo notará. Y si finalmente uno termina descubriendo que su hijo, en efecto, es extremadamente inteligente, por desgracia, en esta vida, esto no le garantizará la felicidad ni el éxito.

   Y es que nuestros hijos no tienen por qué ser los mejores, ni los más listos, ni los más espabilados, ni los más exitosos, y no es justo someterles a la presión de que es esto lo que esperamos de ellos. Lo único que tendríamos que esperar de nuestros hijos es que fueran felices.


 "Pues yo con 6 meses ya hablaba 3 idiomas y bailaba El Lago de los Cisnes"

domingo, 2 de febrero de 2014

Miedos de mamá

   Desde el mismo momento en que me enteré de que estaba embarazada, nacieron en mí multitud de miedos que nunca antes había experimentado, y es que nunca antes había temido tanto por ninguna otra persona que no fuera yo. Con el paso del tiempo y la ganancia de experiencia, no puedo evitar pensar, al mirar atrás, que muchos de estos miedos eran totalmente irracionales.


   Durante el embarazo te advierten de los peligros de la toxoplasmosis, y empiezas a dejar de consumir ciertos alimentos, a pesar de que los llevas consumiendo toda tu vida y nunca jamás te has contagiado del dichoso bicho, pero por si acaso, dejas de comer jamón. En mi caso, toda precaución me parecía poca, ¡la toxoplasmosis era el coco!, así que durante todo mi embarazo no volví a pisar la casa de mi madre sólo porque tenía un gato, con el que por cierto yo había convivido varios años, estaba bien vacunado y nunca salía a la calle (toma ya).


   Aunque para mí, el principal miedo durante el embarazo, sobre todo los primeros meses, era perder a mi bebé. Esta sensación es muy común, en especial, en las mujeres que ya han tenido una mala experiencia, como yo, que terminé desarrollando un comportamiento compulsivo de revisar el papel higiénico cuando me limpiaba en el baño, por si veía algún mínimo rastro de sangre que pudiera hacer sospechar que se avecinaba lo peor.


   Por supuesto, lo primero que quiere una embarazada, por encima de tener un niño o una niña, es que su bebé venga sanito, y yo, como primeriza, me hubiera gastado todo el dinero que tenía en revisiones ginecológicas continuas que me aseguraran que todo iba bien, y todos los días (o casi todos, por si acaso esto también era malo), buscaba un momento para escuchar los latidos del corazoncito con el doppler fetal casero. Lo que hubiera dado porque me instalaran una cámara ahí dentro...


   Una vez que nació mi bebé, mis miedos evolucionaron. Ahora el coco era la muerte súbita. Aunque bromas aparte, para una madre esto puede ser realmente angustioso, pero tampoco es bueno ni saludable que se convierta en una obsesión. En mi caso, los pocos ratos que mi gansi no pasaba en mis brazos y consentía echar un sueñecito en su cunita o en el carrito, estaba siempre en la fiel compañía de un monitor para bebés. Pero no uno de los que sólo se oyen, no, que mi casa tampoco es tan grande y si lloraba lo más mínimo siempre me enteraba (entre otras cosas por ese super oído vulcaniano que desarrollamos las madres). Yo necesitaba ver a mi bebé en todo momento, asegurarme de que no había vomitado, que no se había cubierto la carita con la sábana, y contemplar como subía y bajaba su pechito al respirar.


 "He oído al niño suspirar. Será mejor que vaya a comprobar que está bien"



   Las veces que, en la noche, echaba un sueño un poco más largo de lo habitual, en lugar de aprovechar y descansar, me levantaba frecuentemente a comprobar que estuviera bien, lo que dejó de ser necesario cuando empezamos a colechar, claro. Hoy en día ya tiene más de dos años, duerme en su camita (aunque casi siempre la compartimos, al menos en algún momento de la noche) y las pocas veces que duerme toda la noche del tirón, aún me despierto y voy a ver si está bien.


   Por no hablar del escalofrío que te recorre cuando oyes un “¡atchis!” o ves colgar un moquillo, porque ya sabes lo que puede venir después (noches sin dormir, llantos inconsolables, visitas al pediatra, cuando no a urgencias...). O cuando tienes que irte y dejar a tu bebé con alguien o en la guardería, y de pronto suena el teléfono y entras en más tensión que si te hubiera llamado la niña de The Ring...


   Pero al final una se termina acostumbrando a vivir en ese constante estado de inquietud. Desde que te ponen a tu bebé en los brazos y piensas “¡madre mía! ¿cómo se coge esto? Con lo torpe que soy... ¡a que se me cae!”, o “¿estará bien alimentado? ¿tendrá suficiente abrigo, o demasiado?”, hasta que ya se hace mayor y empieza a vivir su propia vida.


   Por una parte es comprensible que una acabe casi obsesionándose y pebsando “una personita tan pequeña depende complentamente de mí, así que todo lo malo que le pase es culpa mía”, pero con el tiempo vas viendo que hay muchas cosas que escapan de tu control, y que en ocasiones cuanto más intentes controlar, más coartas el desarrollo de tu bebé.


   Y es que es normal que una madre tenga ya para toda la vida ese miedo, que en el fondo es sano, y esa preocupación por el bienestar de sus hijos, por muy mayores que ya sean.


"No te pases con el picante que ya sabes que te sienta mal (caquita sonriente)"

domingo, 26 de enero de 2014

La llegada de mi pollito

  Hace ya un tiempo que sucedió, así que posiblemente se me escape algún detalle. Por eso quería plasmarlo por escrito antes de que el recuerdo se fuera diluyendo parcialmente con el tiempo, aunque es difícil que vaya a ser algo que no recuerde toda mi vida.

   Todo el mundo me decía que el último mes de embarazo era el peor, porque estás hinchada, pesada, incómoda, y acalorada, pero yo lo llevaba bastante bien, no tenía prisa por ponerme de parto.

   Pasaba ya la semana 40... “¡Oh Dios mio! ¿Se pasó la fecha probable de parto? ¡entonces el bebé viene tarde!” Pues sí, la gansa premamá pensaba que la fecha que te daban para el parto era cuando tenía que venir el bebé, si lo hacía antes se estaba adelantando y si lo hacía después se estaba retrasando, así que yo a esas alturas estaba ya caducada como los yogures. Ya estaba hasta calculando que me lo iban a tener que provocar porque mi bebé no iba a querer o a saber salir cuando le correspondía.

 "Señora, el pollo no sale, esto va a haber que provocarlo"


   Luego aprendí que la fecha probable de parto no es más que una estimación aproximada, pero no hay que darle mayor importancia, porque al igual que cada bizcocho tiene un tiempo de horneado, cada bebé tiene que nacer cuando esté listo para ello, tanto si es la semana 39 como si pasa la 42, por no decir que el cálculo de las semanas también puede ser inexacto.

   Así que como ya se me había pasado la fecha, empezaron a venir los consejos para hacer que aquello se pusiera en marcha, como si eso fuera necesario, y entre ellos lo que más saludable me parecía era dar paseos, por lo que cada mañanita me iba con el ganso prepapá a darnos un garbeo. Pero aquella mañana no me apetecía....

   Llevaba ya varias semanas con contracciones de Braxton Hicks, y era capaz de reconocerlas bastante bien, así que no me preocupaba si las sentía de vez en cuando. Me levanté y me puse a estudiar para el examen que tendría el mes siguiente, pero no me concentraba bien. Me sentía apática y no me apetecía salir a andar, así que le dije al ganso que nos quedáramos en casa tranquilitos, y sobre las 10 de la mañana empecé a sentir otro tipo de contracciones diferentes a las que yo había estado experimentando hasta entonces. Miré la hora, la apunté y seguí con lo mío, anotando cada vez que sentía algo, aunque a veces eran contracciones muy leves y se notaban poco.

   Un par de horas después revisé mis anotaciones y vi que las contracciones eran bastante regulares, como cada 20 ó 30 minutos al principio y un poco menos cada vez, y esto me extrañó un poco porque yo tenía entendido que al principio te daban contracciones irregulares y se regularizaban ya cuando el parto era inminente.

   Pero seguí a lo mío, aunque con una pereza tremenda, creo que conseguí estudiarme al menos otro tema entero, y a medio día le enseñé al ganso la lista de contracciones y le propuse comer y echarnos la siesta por lo que pudiera pasar a la tarde. Ambos estábamos bastante tranquilos y aunque me eché a descansar no pude dormir por las molestias que notaba.

   Sobre las 6 de la tarde vi que las contracciones eran cada 5 minutos aproximadamente, así que llamamos a mis suegros para que nos acercaran al hospital, seguros de que aquello iba para largo. Llamé a mi madre y se lo conté, y me dijo, mientras yo me doblaba de dolor al teléfono porque la cosa ya empezaba a ponerse seria, que para qué iba ya al hospital, que esperara a tener contracciones cada minuto, que lo más seguro es que hasta el día siguiente por lo menos no pasara nada (menos mal que no le hice caso). Una parte de mí pensaba que seguramente tendría razón, pero otra parte gritaba “¡mamá, por Dios, déjame colgar o se me va a salir el bebé aquí mismo!”.

   Al llegar al hospital yo creía que sería como en las películas, que entran gritando ¡esta mujer está de parto! Y todo el mundo se apresura a traerle una silla de ruedas y llevársela resoplando al paritorio. Pero en mi caso (oh mi querido hospital de la seguridad social) tuve que hacer cola como cualquier resfriado más y retorcerme de pie mientras a la ancianita de delante le tomaban la tensión.

   Una vez me atendieron y esperé pacientemente a que un celador me acompañara a la planta de maternidad, esperé una vez más a que me llegara mi turno mientras pensaba que menos mal que iba con tiempo, y que cuántas mujeres habrían dado a luz sin llegar si quiera a entrar a que las vierael médico.

   Recuerdo que pasé a revisión diciéndome “esto no es nada, se parará y me mandarán para casa”, y una vez me vieron y me pasaron a monitores, me preguntaron si vivía muy lejos, porque efectivamente me iban a mandar para mi casa, y que si tenía posibilidad de llegar en 5 minutos. No sé qué se tuvo que ir a hacer la enfermera, pero me dejó un buen rato sola en monitores, y cuando volvió miró la gráfica perpleja y me dijo, “pues te vas a quedar, que esto ha cogido ritmo”. Vamos que si me llegan a mandar para mi casa no paso del aparcamiento...

   Me dirigí a mi habitación andando como un cowboy, y con ganas ya de empujar, y sólo me dio tiempo a ponerme el camisón y vi que ya sangraba y que las contracciones me daban muy fuertes y muy seguidas. Me preguntaron si quería epidural, y dije que de momento no, que lo aguantaba, pero aquello fue a más y cuando me tenían en dilatación llamé a la matrona, que estaba sentada afuera leyendo el Pronto, y le pedí a gritos que me la pusieran, pero ya era tarde.

   Me metieron una especie de aguja de hacer punto para romperme la bolsa, y me dolió muchísimo, así que una cosa más anotada para el próximo plan de parto, si lo hubiera, y me llevaron al paritorio.

   Di unos cuantos empujones emulando a Bruce Lee, hasta que la matrona me dijo que dejara de hacer fuerza con la garganta, que me la iba a destrozar (y probablemente tenía razón porque a la mañana siguiente tenía una ronquera que parecía que venía de un concierto me Metallica), y antes de que me diera cuenta ya tenía a mi pollito sobre el pecho.

   Recuerdo que me quitaron a mi bebé en seguida, porque decían que tenían mucho que coser, y en efecto, más de una hora de sutura, en parte porque mi gansi quiso venir al mundo con el puño por delante como Superman, y en parte porque al personal sanitario no le debió parecer que aquello iba ya bastante rápido que decidieron rajarme una episiotomía (otro punto a anotar para un próximo plan de parto).

   Ahora que lo pienso veo que fue todo bastante bien, y sobre todo rápido, porque empezó a las 10 de la mañana y terminó a las 11 y media de la noche del mismo día, aunque luego vendría la tortura de la sutura. No veía la hora de que aquello acabara y me dieran por fin a mi bebé, para ponerle en mi pecho y volver a estar juntos.

   Y así llegó mi gansi.



domingo, 19 de enero de 2014

Lo que aprendí sobre los test de embarazo

   En mi vida me habré hecho unos cuantos test de embarazo, en ocasiones esperando ver un resultado, y a veces otro, pero tengo que decir que, independientemente del resultado que se espere, hacerse un test de embarazo es de lo más emocionante. Y es que en lo que pueden ser los segundos más largos que hayas experimentado, esperas con el corazón desbocado a que el palito te diga si te ha cambiado la vida.


   Lo primero que aprendí sobre ellos es que existen multitud de marcas (y yo que creía que sólo había el “predictor”) y formatos, de precios tremendamente variados. Por un lado están los digitales modernos, y por otro los de toda la vida (llamémosles pues, “analógicos”). Dentro de los “analógicos”, los hay de stick o palito (el que te venden en la farmacia, por lo general), de cajita o cassette, y de tiras. 



                Test digital                                            Test de palito

 
          Test de tira                                              Test de cajita

 
   Puedes hacer pis directamente sobre ellos (menos en los de cajita, que funcionan echándoles gotitas de pipí con un cuentagotas), o meterlos unos segundos en un vasito con tu orina, y esperar de 1 a 5 minutos. A continuación deberías ver aparecer una línea (de control) que es la que te indica que el test funciona correctamente, y si el resultado es positivo, aparecerá otra línea (normalmente de menor intensidad), paralela a la primera, o perpendicular (haciendo el efecto de signo negativo o positivo).


   Y en cuanto a los digitales, son los más fáciles de interpretar, ya que te dicen el resultado en forma de palabras en una pantallita, precedido de un reloj de arena que parpadea durante un buen rato y que crea más tensión que la final de Gran Hermano. Hasta te calculan de cuántas semanas de embarazo estás.


   Otra cosa que aprendí es que las pruebas caseras ni son fiables ni merecen la pena. En el antiguo Egipto se orinaba sobre trigo y cebada, si no germinaba tenías el negativo, si germinaba trigo esperabas una niña y si germinaba cebada un niño. Se dice que en Grecia las mujeres se introducían una cebolla en la vagina y si les olía el aliento a cebolla por la mañana es que no estaban en estado. Hoy en día todavía puedes encontrar algún foro que te diga que mees a una rana y si desova es que estás preñada. Pero ahora contamos con otras alternativas para tener acceso de forma inmediata y económica a un resultado inmediato y fiable.


   Puedes adquirir test de embarazo en farmacias o parafarmacias, y gastarte entre 8 y más de 15 euros (sobre todo los digitales), o bien comprarlos por Internet, en tiendas online especializadas o hasta en ebay, y ahorrarte un dinerillo, pero tendrás que esperar hasta que te llegue el envío, que según de dónde venga puede tardar hasta 3 semanas, y a mí por lo menos me cuesta bastante esperar al día de la falta, como para esperar 3 semanas, pero una vez que los tienes en casa te da mucha tranquilidad saber que están ahí guardaditos para echarles mano cuando tengas una incertidumbre, sobre todo si eres tan obsesiva como yo (“¡Ay madre mía! ¿estaré? ¿no estaré? ¡no puedo dormir ni pensar en otra cosa hasta que no lo sepa!”)


   De hecho, por lo que te cuesta un test de los más baratos de la farmacia, puedes tener incluso un puñado de 30 test de tiras, que siempre son los más baratos. ¿Quién se queda con la duda o se anda metiendo cebollas allí donde dijimos, por no gastar un test de 30 céntimos o menos?


   Dentro de los distintos tipos de test, los hay de diferente sensibilidad, y no necesariamente cuanto más caro más sensible, de hecho los baratuchos te pueden dar el positivo hasta un par de días antes de la falta. Los más sensibles serán capaces de dar un resultado positivo días antes que los menos sensibles, ya que pueden detectar menores concentraciones de la hormona asociada al embarazo, que aumenta exponencialmente a medida que éste progresa.


   Por cierto, esta hormona es la hGC (Gonadotropina Coriónica Humana), que sólo y exclusivamente poseen las mujeres embarazadas, ya que se produce en el Corion (envoltura externa que cubre al embrión y que colabora en la formación de la placenta), por lo que no existen los falsos positivos, como yo había creído toda la vida. Positivo = embarazo, siempre. Otra cosa es que el embarazo no prospere en sus fases más tempranas (algo mucho más común de lo que yo pensaba), y parezca que simplemente habíamos tenido un retraso.


   También pueden ocurrir errores en la interpretación si se utilizan test “analógicos”, ya que en algunas marcas puede aparecer una sombra llamada “línea de evaporación” que puede llevar a confusión, pero que se puede distinguir porque es grisácea en lugar de coloreada, y la única solución en estos casos es esperar y repetir el test, a ser posible un par de días después.


   Así que si tenéis una incertidumbre que os obsesiona y no se os va de la cabeza, tanto si queréis tener un bebé como si esperáis no tenerlo, no dudéis en haceros tantos test como sean necesarios, y dejad en paz a las pobres ranas.



domingo, 12 de enero de 2014

¡'Un premio! ¡Un premioooooo!


 Esto no es entusiasmo ni es ná, comparado con la que yo he liado...


   ¡Alegría y alborozo! Y yo que creía que mi humilde blog no lo leería nadie. ¡Me han nominado a un premio! ¡Y por partida doble! Estoy que no quepo en mí de gozo.

   Lo primero dar las gracias y hacer la ola de una persona a la autora del blog la guinda del limón, que fue la primera en obsequiarme con la nominación a los premios Liebster, y por descubrirme todos esos blogs, que me faltan horas para empapármelos como se merecen, pero se sacarán de donde se vaya pudiendo. Y gracias también a mamá de un survivor por sorprenderme con una segunda nominación, que me ha hecho una ilusión tremenda.

   Muy gustosamente me dispongo a cumplir las normas del premio, que son:

1)Agradecer a la persona que te premia
2)Visitar los otros premiados
3)Contestar a las preguntas
4)Seguir la cadena y proponer 11 blogs con menos de 200 seguidores que te gusten
5)Formular 11 nuevas preguntas

   Ahí van mis respuestas a las preguntas de La Guinda del Limón. Espero que estén a la altura que merecen:
  • ¿Por qué ese nombre para el blog? Pues todo surgió a raíz de los cuentos clásicos de la madre gansa (Mother goose), que me encantan y me parecen super tiernos, y porque soy muy payasa y me gusta hacer gansadas y buscarle el lado divertido a todo.
  • ¿Cuánto tiempo inviertes en el blog diariamente? Empecé con muchas ganas, escribiendo a diario, luego cada dos o tres días, pero ahora, por desgracia, no me puedo permitir invertir más de un par de días a la semana.
  • ¿Miras el blog antes de acostarte y al despertarte? Como tengo poquitas visitas y menos comentarios, de momento mi blog se conforma con ser visitado por mí varias veces por semana.
  • ¿Qué opinas de las redes sociales? Me parece muy curioso como al mismo tiempo nos conectan y nos aíslan del mundo y de la gente que queremos. Personalmente me resultan muy útiles, pero procuro que no me roben demasiado tiempo.
  • Si pudieras tomarte un café con la persona que eligieras ¿Quien sería? Pues creo que me tomaría un cafelín con una de mis vloggers (con v) favoritas: Whatsupelle, que desborda simpatía y buena energía por todos los costados, y seguro que me acabaría llevando una inyección de buenas vibraciones.
  • ¿Qué opinas sobre que los bebes se críen con mascotas? Creo que es muy beneficioso para el desarrollo de los niños, además me encantan los bichines (me he criado con más gatos que la crazy cat lady de los Simpsons) y estoy deseando regalarle a mi gansi una mascota, pero no terminamos de ponernos de acuerdo en la especie animal en cuestión.

  • Un deseo… Que las bondades de la crianza natural se extiendan como un reguero de pólvora, se quemen todos los ejemplares de “Duérmete niño” y todos los bebés y niños del mundo sean felices (ahí es ná).
  • Si tuvieras el poder de cambiar lo que quisieras ¿Qué cambiarías? Cambiaría muchísimas cosas porque este mundo está muy mal repartido, pero para empezar un gobierno un poco más competente, mejor formado, más transparente y menos corrupto, no estaría mal.
  • ¿Qué esperas de tu blog? Conseguir entretener y ayudar a otras mamás y premamás, o por lo menos disfrutar leyéndolo el día de mañana, tanto como disfruto ahora escribiéndolo.
  • El momento de tu vida… ¿Sólo uno? Creo que por lo pronto la lista de momentos inolvidables la encabeza aquella mañana en que aparecieron no una sino dos líneas rosadas en el test de embarazo.
  • Nunca mas... Haré algo que sienta que no está bien sólo porque lo dicen los demás.

   A continuación, respondo también a las preguntas que plantea mamá de un survivor:

  1. ¿Por qué ese nombre para el blog? Me remito a la primera tanda de preguntas, para no ser repetitiva.

  2. ¿Cuáles son los temas que más te interesa leer en blogs que sigues? Pues sin duda, soy una enganchada de los blogs de maternidad, y de los que compaginan maternidad con otros temas, y dentro de éstos, los temas que más me llaman la atención son relativos a la crianza natural. 

  3. ¿Cuánto inviertes en el blog diariamente? De nuevo me remito a las preguntas anteriores.

  4. Un deseo…. Vamos a poner el mismo de arriba, para no abusar.

  5. ¿Qué te llevó a crear el blog? Tenía muchísimas´ganas de compartir con el mundo todo lo que la vida me había enseñado acerca de ser madre, todas mis experiencias y las sorpresas que me había ido llevando, y además tener un testimonio escrito de mis vivencias que me apeteciera volver a leer el día de mañana.

  6. ¿El mejor momento de tu vida? (Ver arriba, por favor)

  7. ¿Qué es lo que más te gusta de ser madre? Lo que me hace madurar como persona, lo que disfruto viendo crecer y aprender a mi peque, y lo que yo voy aprendiendo también. Y sobre todo, el amor que se siente inundar cada poro de mi cuerpo.

  8. ¿Y lo que menos? Las dudas, los miedos, la desconfianza en mí misma, y que otras personas me juzguen dando por sentado que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.

  9. ¿Cómo definirías tu vida? Cada día es una nueva aventura con mi peque, y una oportunidad para descubrir cosas nuevas, nuevas aficiones, y formas de mejorar.

  10. ¿Cómo te ves de aquí a 5 años? Cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia, pero me veo con otro peque en el mundo y por fin trabajando en lo que me gusta.

  11. Nunca más…. Lo dicho, ver arriba.

   Y ahora llega el momento de nominar (me siento como Mercedes Milá, por favor), a mis 11 Liebster Blogs, a ser posible con menos de 200 seguidores... un momento ¿¿11?? ¡Madre mía! ¿Pero cuánto tiempo tiene la gente? Bueno, he de decir que ha sido una ardua tarea porque mi intención era darle el premio a alguien que no lo tuviera ya, a blogs molones, pero humildes como el mío, aunque un poco de reconocimiento extra no hace daño a nadie, así que ahí van:
  1. La Aventura de mi embarazo. Es un blog que te engancha, porque está muy bien escrito y con las cosas muy claras. De hecho, esta muchacha fue la que me inspiró a lanzarme a mi aventura bloguera.
  2. Diario de un cacahuete. Otro blog fabulosamente escrito, que te hace reflexionar con cada post.
  3. Dolce far niente. El blog de Lady Vaga, la diva que divaga, me encanta a más no poder. Tiene un sentido del humor único. He llegado a llorar de la risa con muchos de sus posts.
  4. Mamá, estudiante y ama de casa. Un blog tan útil que es un “must” para cualquier mamá que quiera aprender a organizar mejor su tiempo.
  5. Mamirami. Un blog muy informativo y lleno de historias emocionantes. Todo lo que necesites saber sobre lactancia, colecho, porteo etc.
  6. Señorita Ruthenmeyer. Habla de vivencias maternales y personales con franqueza y, como a mí me gusta, con buen humor.
  7. De mi maternidad y otros demonios. Me siento tan identificada con muchas de sus historias, y me encanta su forma tan desenfadada de relatarlas.
  8. Mamá por bulerías. Me gusta su simpatía y su frescura, y su receta de sanjacobos (ñammm...)
  9. Mamá feliz = Bebé feliz. De lo más útil, con muchísima información sobre todo lo relacionado con la crianza natural, y siempre dispuesta a resolver cualquier duda que tengas.
  10. Diario de una volátil. El blog de la ilustradora Agustina Guerrero. Me tengo que reír con sus ilustraciones porque muchas veces me veo reflejada.
  11. Noctiluca. Todo mi apoyo a esta mamá emprendedora, que diseña y confecciona portabebés y otros productos de forma artesanal, ecológica y sostenible, que apoya el comercio justo y defiende la crianza con apego.
   
   Ahí van ahora mis preguntas. Podría proponer las mismas que me han hecho a mí, porque son muy buenas, pero es que a mí me gusta complicarme la vida un poco, así que voy a hacerles una ligera remodelación.
  1. ¿Por qué ese nombre para tu blog?
  2. ¿Escribes cada vez que te viene la inspiración o lo apuntas para cuando tengas tiempo?
  3. ¿Cuánto tiempo dedicas a “bichear” otros blogs?
  4. ¿Cuál es tu red social favorita?
  5. Si pudieras tomar un café con la persona que eligieras, ¿quién sería?
  6. Un deseo...
  7. Si pudieras cambiar lo que quisieras en este mundo, ¿qué sería?
  8. Si pudieras tener un superpoder, ¿cuál elegirías?
  9. ¿Qué esperas de tu blog?
  10. ¿Cuál es el momento más memorable de tu vida?
  11. ¿Qué fue lo último que creíste que no te atreverías a hacer y al final te atreviste?
   
   Y ahora animo a mis queridos Liebster a que continúen con esta preciosa cadena, y por supuesto agradecer una vez más a La Guinda del Limón y a mamá de un survivor por su nominación, y por acercarme a este universo de blogs que no conocían y que molan tanto como el suyo. ¡Gracias! Habéis hecho feliz a esta gansa...

  
 

domingo, 5 de enero de 2014

Mi casa es un desastre...

   Siempre me ha gustado el orden y la limpieza, pero no me ha obsesionado, ni siquiera ha sido para mí algo a lo que le diera prioridad. Aunque el hecho de que me gusten las cosas ordenadas no quiere decir que sea una persona ordenada, ya que suelo ser más bien caótica. Mi problema es que me gusta que todo tenga un sitio, y si hay algo para lo que en ese momento no encuentro sitio, lo que hago es dejarlo por ahí encima, a la vista (vamos, en todo el medio) para buscarle sitio “luego” (es decir, cuando la superficie en cuestión se llena de “paluegos”), y entonces me paso un día entero de maratón de limpieza y orden.

   Este problemilla mío no impedía que mi casa estuviera por lo general bastante ordenada, y sobre todo, limpita, pero desde que soy mamá, mi casa es un desastre.

   Mi gansi es extremadamente demandante. De bebé tenía que estar siempre en mis brazos, entre otras cosas por sus problemas de cólicos, incluso cuando dormía sus microsiestas repartidas entre las 24 horas del día, y si alguna vez echaba un sueño más largo y podía levantarme de su lado sin que se diera cuenta, lo que menos me apetecía era ponerme a limpiar. Estaba loca por darme una ducha o descansar un rato, y sobre todo dormir (especialmente en mi época anterior a que descubriera las bendiciones del colecho).

   Cuando fue creciendo empezó a ser algo más independiente, pero también a contribuir al desorden y la suciedad. Tiene la habilidad de entrar en una habitación impoluta y ponerla patas arriba en un minuto (juguetes, marcas de deditos en muebles y cristales, manchas de comida, vaciado indiscriminado de cajones, etc), como si hubiera pasado un huracán.
 


 Algo así...


   Aunque prefiero que vivamos en un entorno limpio y ordenado, soy incapaz de restarle un segundo del tiempo que me demanda. Aparte de que, por supuesto, me es más agradable pasar el rato con mi peque que limpiando, me resulta muy complicado que se entretenga con otra cosa que no sea conmigo.

   Puedo acostumbrarme a convivir con los juguetes por medio, e incluso con el desorden y la suciedad, pero no puedo conseguir que todo el que venga a visitarme a mi casa lo entienda de la misma manera. Así que confieso que en más de una ocasión me he avergonzado del estado de mi hogar, y me he cansado de justificar que nadie me ayuda y que mi peque me ocupa casi todo mi tiempo, en especial cuando enferma, y no, no puedo “aprovechar cuando duerme”.

   Así que desde hace un tiempo, y por supuesto, como propósito de año nuevo, he estado intentando buscar solución a ésto, y compatibilizar el atender las necesidades de mi peque y el tener un hogar que no me avergüence mostrar, o por lo menos, que no venga una inspección de sanidad y me lo precinten.

   Espero que algunos de mis descubrimientos puedan ser de utilidad a otras mamás desbordadas como yo, que no tengan fácil la posibilidad de pedir ayuda o delegar tareas (no dudéis en usar esta carta si la tenéis), y que en más de una ocasión se han encontrado haciendo varias cosas a la vez y a toda prisa, mientras oía un incesante “¡mami, mami!” y su cerebro respondía con un “la madre que usted solicita no se encuentra disponible en estos momentos”.

   Las cosas que me han ayudado y me están ayudando:

Portabebés. Ya hablaré más adelante de ellos en detenimiento, pero arrullar, dormir, y amamantar a tu bebé, y además tener las manos libres, es un puntazo.

Colecho. Si me tengo que levantar cada vez que mi bebé se despierta, no descanso igual. Durmiendo con mi peque, incluso las noches de toses, insomnio y mil vueltas se sobrellevan mejor. Y si estoy descansada tengo más fuerzas y energía, y mejor humor, para ocuparme de los míos, de mi entorno, y sobre todo de mí misma.

Organización del entorno (descubrí que no es lo mismo: recogido, ordenado, y organizado).

Minimizar la procrastinación. Aunque un buen ratito al día de desconexión viene muy bien, intento tener cuidado con las dependencias que nos pueden generar hoy en día las nuevas tecnologías, como mirar el email, el facebook (tengo la suerte de ser una de las pocas personas que aún no ha probado en candy crush saga), el “guasap”, el blog... ups.... Sobre todo, declararle la guerra a la tele, simplemente apagarla, no tenerla ni como ruido de fondo.

Y por último, y en lo que más estoy trabajando, organizar el tiempo. Por internet se pueden encontrar cientos de ideas, agendas de organización, blogs, etc. Recomiendo especialmente este blog. También me está ayudando el libro “Organiza tu hogar en 30 días” de Azucena Caballero. Y en cuanto a organización y trucos de limpieza recomendaría estos vlogs: How to organizeClean my space.