Pues sí, yo debía pensar que lo que tenía en la barriga era
un muñeco Nenuco. Mi mente de premamá soñadora e ilusa funcionaba más o menos
de la siguiente forma:
“¡Aaaah! La tierna infancia. Ser bebé debe ser maravilloso.
Todo el día durmiendo y sin tener que hacer nada más que mirar, escuchar y
tocar los juguetillos que te van dando. Sólo llorar un poquito para avisar del
hambre cuando se acerque la hora de comer, a la hora del desayuno, el almuerzo,
la merienda y la cena. Pero no, mi bebé no llorará nunca, ni siquiera cuando
tenga hambre porque siempre estaré atenta e iré a su cunita a darle el biberón
antes de que le de tiempo a tener hambre. Y si tiene sueño tampoco llorará,
porque cerrará los ojitos y se dormirá”.
¿Se puede ser más panoli?
Resulta que sí, querida, que todos TODOS los bebés lloran.
Unos más y otros menos. Protestan, gorjean, lloran a diferentes intensidades,
berrean y/o patalean. Lloran con distinta frecuencia, y lo hacen cuando tienen
hambre, sueño, se aburren, están incómodos por su ropa o por su pañal, tienen
frío, tienen calor, quieren sentir a su madre cerca, tienen gases, están
estreñidos, están malitos, y también lloran sin motivo aparente, y en este caso
se vuelve una completamente loca.
Una vez mi gansi empezó a llorar como si le mataran, estaba
en mis brazos, acababa de comer, había dormido bien y le arrullaba
primorosamente. Así que empecé a revisar su ropa, su pañal, su temperatura,
tocar su cuerpecito, masajear su barriguita, comprobar sus deditos, sus
dientes, y todo lo que se me fue ocurriendo. Y tras media hora de llanto
incesante y de revisar todas las acepciones de llanto en mi diccionario
bebé-mamá, no se me ocurrió otra alternativa que irme a urgencias. Bueno, era eso
o llamar al exorcista.
Llegué al hospital
con la cara desencajada y el corazón desbocado, y tras media hora de espera a
que nos atendiera el pediatra, mágicamente mi bebé dejó de llorar y se durmió
plácidamente como si no hubiera pasado nada. El pediatra le hizo una revisión
completa y no encontró ni fiebre, ni mocos, ni traumatismos, ni nada de nada, mientras
yo miraba con cara de “¡Pero dime algo que yo no sepa!”, y su respuesta fue:
-
“Cólicos”
-
“¿Cólicos del lactante? ¿A los nueve meses?”
-
“Cólicos, señora”.
Y es que parece ser que los cólicos son el comodín que te
sacan los médicos cuando tu bebé empieza a llorar sin parar, y sin causa
aparente.
Cuando te pasan estas cosas no puedes evitar pensar “¡Ayyyy!
¡A ver si empieza a hablar ya para que me diga lo que le duele!”. Y entonces tu
peque empieza a hablar, y ya crees que te has librado del llanto
“inexplicable”. ¡Claro! ¡Si ya sabe decir aquí, allí, pie, mano y hasta culo!....
Pues no, no sólo no te has librado de ese llanto sino que ahora los pensamientos
de tu peque son más complejos que su vocabulario, así que… ¡Hola, llanto de
“frustración porque mis padres no entienden lo que quiero o yo no entiendo por
qué no me lo dan”!
Como resumen de mi experiencia con los llantos, y a modo de
consejo por si pudiera servir a alguien, podría decir que cuanto más
atentamente escuches a tu bebé, más fácil te será diferenciar e interpretar sus
llantos. Debemos hacernos a la idea de que, por más que nos esforcemos,
podremos ahorrarle a nuestro peque algunos sofocones, pero por desgracia no
todos. Y ante los llantos “inexplicables”, aunque cueste, siempre hay que mantener
la calma y revisar todas las posibilidades pacientemente, y lo que suele
funcionar (aunque a veces sólo provisionalmente) es, ante la duda: brazos y
teta.
Bendita ignorancia... hasta que llega ese momento en que la ignorancia te coge por banda y te arrolla despiadadamente.
ResponderEliminarPero bueno, así es la vida. Una aprende a base de palos por lo general.
Pero la verdad es que es maravilloso ir aprendiendo con ellos. Cuando miras atrás y piensas madre mía que verde estaba!! Y miras adelante y piensas, madre mía que verde estoy! Jajaja.
Todo tiene su encanto, aunque a veces aco**ne.
¡Como lo sabes! Y además lo malo se va olvidando, porque todavía mi madre me dice que no recuerda que yo llorara, ya ves..
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