domingo, 11 de agosto de 2013

Y yo que creía que (2)... Los bebés no tenían por qué llorar

   Pues sí, yo debía pensar que lo que tenía en la barriga era un muñeco Nenuco. Mi mente de premamá soñadora e ilusa funcionaba más o menos de la siguiente forma:


   “¡Aaaah! La tierna infancia. Ser bebé debe ser maravilloso. Todo el día durmiendo y sin tener que hacer nada más que mirar, escuchar y tocar los juguetillos que te van dando. Sólo llorar un poquito para avisar del hambre cuando se acerque la hora de comer, a la hora del desayuno, el almuerzo, la merienda y la cena. Pero no, mi bebé no llorará nunca, ni siquiera cuando tenga hambre porque siempre estaré atenta e iré a su cunita a darle el biberón antes de que le de tiempo a tener hambre. Y si tiene sueño tampoco llorará, porque cerrará los ojitos y se dormirá”.




   ¿Se puede ser más panoli?



   Resulta que sí, querida, que todos TODOS los bebés lloran. Unos más y otros menos. Protestan, gorjean, lloran a diferentes intensidades, berrean y/o patalean. Lloran con distinta frecuencia, y lo hacen cuando tienen hambre, sueño, se aburren, están incómodos por su ropa o por su pañal, tienen frío, tienen calor, quieren sentir a su madre cerca, tienen gases, están estreñidos, están malitos, y también lloran sin motivo aparente, y en este caso se vuelve una completamente loca.


   Una vez mi gansi empezó a llorar como si le mataran, estaba en mis brazos, acababa de comer, había dormido bien y le arrullaba primorosamente. Así que empecé a revisar su ropa, su pañal, su temperatura, tocar su cuerpecito, masajear su barriguita, comprobar sus deditos, sus dientes, y todo lo que se me fue ocurriendo. Y tras media hora de llanto incesante y de revisar todas las acepciones de llanto en mi diccionario bebé-mamá, no se me ocurrió otra alternativa que irme a urgencias. Bueno, era eso o llamar al exorcista.


    Llegué al hospital con la cara desencajada y el corazón desbocado, y tras media hora de espera a que nos atendiera el pediatra, mágicamente mi bebé dejó de llorar y se durmió plácidamente como si no hubiera pasado nada. El pediatra le hizo una revisión completa y no encontró ni fiebre, ni mocos, ni traumatismos, ni nada de nada, mientras yo miraba con cara de “¡Pero dime algo que yo no sepa!”, y su respuesta fue:


-         “Cólicos”

-         “¿Cólicos del lactante? ¿A los nueve meses?”

-         “Cólicos, señora”.



   Y es que parece ser que los cólicos son el comodín que te sacan los médicos cuando tu bebé empieza a llorar sin parar, y sin causa aparente.


   Cuando te pasan estas cosas no puedes evitar pensar “¡Ayyyy! ¡A ver si empieza a hablar ya para que me diga lo que le duele!”. Y entonces tu peque empieza a hablar, y ya crees que te has librado del llanto “inexplicable”. ¡Claro! ¡Si ya sabe decir aquí, allí, pie, mano y hasta culo!.... Pues no, no sólo no te has librado de ese llanto sino que ahora los pensamientos de tu peque son más complejos que su vocabulario, así que… ¡Hola, llanto de “frustración porque mis padres no entienden lo que quiero o yo no entiendo por qué no me lo dan”!


   Como resumen de mi experiencia con los llantos, y a modo de consejo por si pudiera servir a alguien, podría decir que cuanto más atentamente escuches a tu bebé, más fácil te será diferenciar e interpretar sus llantos. Debemos hacernos a la idea de que, por más que nos esforcemos, podremos ahorrarle a nuestro peque algunos sofocones, pero por desgracia no todos. Y ante los llantos “inexplicables”, aunque cueste, siempre hay que mantener la calma y revisar todas las posibilidades pacientemente, y lo que suele funcionar (aunque a veces sólo provisionalmente) es, ante la duda: brazos y teta.

2 comentarios:

  1. Bendita ignorancia... hasta que llega ese momento en que la ignorancia te coge por banda y te arrolla despiadadamente.
    Pero bueno, así es la vida. Una aprende a base de palos por lo general.
    Pero la verdad es que es maravilloso ir aprendiendo con ellos. Cuando miras atrás y piensas madre mía que verde estaba!! Y miras adelante y piensas, madre mía que verde estoy! Jajaja.
    Todo tiene su encanto, aunque a veces aco**ne.

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    1. ¡Como lo sabes! Y además lo malo se va olvidando, porque todavía mi madre me dice que no recuerda que yo llorara, ya ves..

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