domingo, 30 de noviembre de 2014

La magia de la infancia

   Y seguimos con las reflexiones, estoy en modo profundo.

   Resulta que hace un tiempo leí un post acerca de una mujer que estaba harta de hacer que la infancia de sus hijos fuera mágica. Por los comentarios que leí vi que muchas de las personas que lo leyeron lo interpretaron como una crítica a todas esas madres que se desviven por hacer manualidades con sus hijos, decorar la casa y las habitaciones de los niños como si se tratase de un catálogo y preparar tartas y galletas.

   Quizá me equivoque, tal vez necesito leerlo unas cuantas veces más, pero yo lo que vi fue a una mujer estresada por tratar de alcanzar una especie de absurdo estándar autoimpuesto, cuyo objetivo final era que cada minuto de la vida de sus retoños fuera feliz y mágico.

   Para que te den el carné de madre no hace falta aprobar asignaturas como: manualidades, repostería, costura, decoración de interiores y organización de fiestas y eventos. Cada persona es diferente y tiene unas habilidades diferentes. Si se te da bien y te gustan todas estas cosas, perfecto (y menuda suerte la tuya, oye, que ya quisiera yo), pero si no, seguro que puedes encontrar otra manera de crear esa magia para tus peques.

   En Internet se pueden encontrar millones de ideas para hacer manualidades y actividades con los niños, pero no significa que haya que hacerlas todas, son sólo eso, ideas, algunas más sencillas, otras más elaboradas, algunas más económicas y otras más costosas, pero lo importante es hacer cosas juntos.

   Si lo tuyo es la costura, tus peques irán preciosos con la ropita que les hayas hecho, y se lo pasarán pipa con los disfraces caseros que les hagas. Pero si no, no te preocupes, quizás a tu peque ni siquiera le gusta disfrazarse, y si le gusta, echándole imaginación te puedes apañar con cualquier cosa: pintar una careta en una cartulina o un plato de plástico, enrollaros cualquier trapo en el cuerpo, maquillaje (no hace falta que quede como en el anuncio), etc. Mi peque se transformó en super héroe toda la tarde usando un trapo a modo de capa.


 Lo importante es intentarlo...

   Si te va la decoración, la habitación de tu peque parecerá un reino de fantasía, y si no, pues habrá que sacar la fantasía de otra parte, y procurar que esté todo lo limpia y recogida que puede estar la habitación de un niño pequeño.

   Y si se te da bien la repostería quizá puedas organizarle a tu peque una fiesta temática de cumpleaños inolvidable, con todos los dulces hechos por ti, todo lleno de farolillos y por supuesto a juego, y todo eso sin apenas despeinarte, porque te encanta y lo haces de arte. Pero si todo esto va a suponer que tu peque recuerde esa fecha como el día en que su madre no le hizo caso ni un minuto porque no salía de la cocina, no paraba de recortar farolillos porque no había manera de que le salieran iguales, y se quedó despierta hasta las tantas maldiciendo sapos y culebras porque los cake pops no le quedaban como en Pinterest, pues mejor no lo hagas, prepara algo más sencillo o si te lo puedes permitir llévalos al parque de bolas que te lo hagan todo, que ellos se lo van a pasar pipa y tu relájate y disfruta y juega con tu peque a tope.




   En cuanto a viajar, pues es una oportunidad maravillosa para que tus peques conozcan lugares nuevos, se empapen de distintas culturas y visiten lugares mágicos. ¿Se acordarán cuando sean mayores? Si vais varias veces seguro, y si no os lo podéis permitir, yo por si acaso esperaría al menos a que tuvieran una edad que les permitiera disfrutar de todo lo que van a conocer. Y si la pasta no llega ni para eso (que la cosa está muy mala), pues seguro que hay muchas otras maneras de acercar a los peques a la cultura, mediante fotos, vídeos, y una visita cultural por tu ciudad o por tu pueblo, que seguro que también están plagados de maravillas.

   Es increíble lo competitivos que podemos llegar a ser, y quizá porque yo creo que nunca lo he sido, pero no hay cosa que me parezca más absurda. Prefiero mirar a los demás para inspirarme, para encontrar ideas nuevas o formas mejores, más prácticas y más sencillas de hacer las cosas, pero no para superarles, más bien para superarme a mí misma.

   Si preparas una fiesta para tu peque, hazlo pensando en lo que más le gustará y cómo se lo va a pasar mejor, no en que sea mejor, más vistosa y más ostentosa que la del vecino.

   En resumen, que no hay que querer compararse con nadie, ni pretender que se nos de bien todo. Es precioso y maravilloso que nos esforcemos, nos impliquemos y explotemos todas nuestras habilidades para hacer que la infancia de nuestros peques sea mágica, pero si todo esto te está suponiendo un estrés, y sobre todo, si no lo estás disfrutando, es que algo no estás haciendo bien. La magia no se puede forzar, debe surgir de forma natural y espontánea, y si te relajas y eres tú misma, verás como aparece sola.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Hermano menor, hermano mayor

   Primero que nada, me disculpo mucho muchísimo por la falta de publicación de la semana pasada, por motivos totalmente ajenos a mi voluntad. Tuvimos problemas técnicos y parece ser que una horda de monos duende rabiosos invadió mi ordenador dejándolo inhabilitado. Por suerte lo solucionamos y… ¡volvemos a la carga!

   Hoy quería hacer una reflexión acerca de los hermanos, que aunque de momento mi Gansi no tiene, aún no lo descarto para un futuro.

   Con la llegada de un hermanito, el hasta ahora hijo único se convierte en el “hermano mayor”, y empezamos a decirle lo importante que es su nuevo papel, y que tendrá que cuidar de su hermanito.

   A partir de ese momento, colocamos de por vida a nuestros hijos una etiqueta, aparentemente inocua: “el mayor” y “el pequeño”, y eso tiene consecuencias para ambos.

   Para empezar les hacemos pensar que el orden de su nacimiento les hace diferentes, al mayor le cargamos con una responsabilidad que no le corresponde, la de tener que cuidar de otra persona (y de hecho, sentirá que es su deber y probablemente lo haga incluso en su vida adulta), responsabilidad que el pequeño no tiene, él es el que debe ser cuidado, y por supuesto obedecer lo que le diga el mayor.

   Recomiendo este interesante artículo sobre la impronta deser el hermano mayor 
 
   El mayor tiene que ser maduro, responsable, porque es mayor, y debe dar ejemplo al pequeño, y muchas veces los padres podemos olvidarnos de que aunque sea el mayor, todavía no es mayor. Inconscientemente hacemos que nuestro peque se sienta mayor, para bien y para mal, durante toda su vida.

   No se si se habrá apreciado, pero hablo desde mi experiencia como hermana mayor. Y por supuesto no digo que todos los padres hagan esto, doy por sentadísimo que cada familia y cada casa es un mundo, pero más de una vez he oído hablar a madres de su niño “el grande”, y resulta que “el grande” puede que tenga 2 o 3 añitos, pero ya tiene encima la etiqueta de “grande”.

   Por no hablar de las veces que se deja a los pequeños a cargo del mayor, siendo muchas de esas veces un acto en el que cargamos de una responsabilidad demasiado grande a un niño que aún no está preparado para ello.

    Y llegará un momento en la vida del “grande” en que se dará cuenta de que, tenga la edad que tenga, siempre será grande, y su hermanito, por muy mayor que se haga, siempre será el pequeño, y eso no tiene por qué hacerlos diferentes.

   La llegada del hermanito es un hito importante en la vida de nuestros peques, y los padres siempre pensamos en la mejor manera de conseguir que para ellos sea un acontecimiento feliz. Queremos evitar que sientan celos, que se sientan desplazados o destronados. Para ello, les involucramos, les decimos la suerte que tienen, lo felices que vamos a ser todos ahora, y queremos que sean partícipes y que se sientan importantes.

   Y todo esto está fenomenal, siempre que no lo convirtamos en una obligación para ellos, que no le digamos que “deben” cuidar al pequeño, o que no deben “portarse mal” porque su hermanito les imitará, que “deben” enseñarle y estar pendiente de él en casa o en el parque. Esto puede hacer que consigamos justo lo contrario de lo que pretendemos, aumentando los celos y la rivalidad entre hermanos.




   Esto realmente marca a los niños, por supuesto a algunos más que a otros, influye enormemente en la manera en que se forjan muchos aspectos de su personalidad. Yo personalmente me sentía incluso estresada, tenia tan asumido mi papel de cuidadora que pensaba que debía ser como una segunda madre, y en ocasiones así me comportaba.

   Así que, si mi Gansi tiene un hermanito, intentaré diferenciarlos por su nombre, en lugar de por su orden de nacimiento. Mi peque cuidará a su hermanito no porque deba hacerlo, sino porque puede hacerlo si lo desea, igual que hará su hermanito, porque los hermanos, y la familia en general, se cuidan mutuamente, y para cuidarles a ambos ya está mamá. Y sabrá que puede enseñarle muchas cosas, sobre todo buenas, pero no será responsable de su aprendizaje, ni habrá de cohibirse a la hora de tener comportamientos que, en realidad, son propios de su edad, sólo por el miedo a que su hermanito haga lo mismo.

   Sé que todo esto es muy fácil de decir, espero algún día tener la oportunidad de contrastar toda esta teoría con la realidad, volver a leer esta entrada, y quizá escribir un nuevo “y yo que creía que”.

sábado, 8 de noviembre de 2014

El cuento del mojón perdido

   Aviso para corazones y estómagos sensibles, y enemigos de lo escatológico: la fábula que voy a narrar a continuación, si bien tiene como protagonista a un mojón, no excede en detalles desagradables, obscenos o de mal gusto, es simplemente la historia, basada en hechos reales, de un pobre mojón que se perdió un buen día...

  Erase una vez una familia:Papá Ganso, Mamá Gansa, y su peque Gansi, que había tenido a bien dejar de usar pañales de forma prematura, pillando a sus pobres padres desprevenidos. Éstos, presa del estupor por la corta edad de su criatura, no se atrevían a retirarle el pañal, así que decidieron llevar a cabo una especie de “baby led undippering” u operación pañal guiada por el bebé, de forma que, al menos durante un tiempo, el pañal estaba puesto en todo momento (por si las moscas) y se quitaba con ocasión de usar el baño.

   Gansi había adquirido, como por arte de magia, la facultad para controlar sus esfínteres, y en el momento en que reconocía que sentía una necesidad, daba el aviso a sus padres que, sin la menor dilación, se dirigían raudos al excusado, retiraban su pañal y cuando finalizaba la deposición lo volvían a colocar, escépticos ante la idea de que se produjera una fuga inesperada.

   Una tarde, encontrándose Papá Ganso en el sofá, víctima de la lumbalgia, vio Mamá Gansa que Gansi había caído bajo el hipnótico hechizo de Dora la exploradora y decidió que era un buen momento para darse una ducha rápida. Sin embargo, nuestro amigo el mojón fue más rápido, y Gansi dio un súbito aviso de “¡caca!”, a lo que Papá Ganso respondió: “Mamá está a punto de salir de la ducha cariño, ¿puedes esperar un poquito?”... “¡No! ¡caca! ¡caca!” apremió Gansi.

   Procedió entonces el valiente Papá Ganso a hacer acopio de todas sus fuerzas y llegó hasta baño con Gansi lo más rápidamente que pudo, dadas sus circunstancias, le retiró el pañal violentamente y depositó a su peque sobre el inodoro justo a tiempo. O eso pensaba, ya que al bajarse Gansi, el agua del fondo de la taza se veía limpia e inmaculada.

   “Ha debido ser todo una falsa alarma”, pensó Papá Ganso. Pero al higienizar de todas formas las nalgas de su peque, halló un pequeño rastro fecal, y su razonamiento hizo el resto. “¡Rayos y centellas! ¡Por aquí ha pasado un mojón! Y si no está en el váter.... ¿Será que con la tardanza en llegar ya se había escapado y estaba en el pañal? ¿Habrá aprovechado el excremento la violencia con la que retiré el pañal, movido por la prisa, para salir volando?”

   Entonces Papá Ganso golpeó el cristal de la ducha, justo cuando Mamá Gansa ya estaba a punto de terminar. “¡Date prisa Mamá Gansa! ¡Se nos ha perdido un mojón! ¡Hemos de encontrarlo!”

   Cuando Mamá Gansa comprendió lo que debía haber sucedido, se dispuso sin más dilación a unirse a Papá Ganso en la búsqueda. Durante horas estuvieron Mamá Gansa y Papá Ganso inspeccionando cada rincón del baño, incluyendo el techo, en busca del mojón perdido. ¿Qué había podido pasar? ¿Dónde se había escondido aquel ñordo? Ahí estaban los dos, olfateando cuan sabuesos el rastro del mojón, al que ya imaginaban escondido en el más inhóspito rincón, burlándose de ellos y esperando a la próxima limpieza del baño para salirles por sorpresa al encuentro. Se veían enloquecidos, pensando que durante días entrarían en el baño y les embargaría un hedor imposible de localizar.

   Mientras tanto, Gansi observaba con tremenda curiosidad a sus padres desde la puerta del baño, mientras su madre se preguntaba si con tan corta edad sería sería capaz de sentir vergüenza ajena. Aquella situación estaba siendo surrealista... ¡el mojón no aparecía por ninguna parte!

   “No puede ser” pensó Papá Ganso, “tiene que haber una explicación”, y estrujándose la sesera un rato, concluyó de repente “¡eureka! ¡ya lo tengo!”. Girose Mamá Gansa hacia él, embargada por la felicidad y el alivio “¿hallaste al fin la boñiga?”, a lo que el sabio Ganso respondió cerrando los ojos y levantando el dedo índice con semblante serio: “Ya sé lo que ha pasado: El mojón nunca llegó a escapar, debió caer al agua del inodoro cuan rápido e insonoro torpedo disparado hacia la tubería”.

  ¡Misterio resuelto!

  Papá y Mamá respiraron aliviados. Siempre recordarían aquél como el día en que, como un buen par de idiotas, perdieron horas buscando en vano un mojón perdido en el baño...

   Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



domingo, 2 de noviembre de 2014

Lo que aprendí sobre los chupetes

   Como buena primeriza, tenía preparado todo un arsenal de chismes para la llegada de mi bebé, muchos de ellos “por si acaso” y otros muchos que pensaba que eran esenciales y luego me dí cuenta de que no.

   Entre todas las cositas que compré no podía faltar una buena colección de chupetes, algunos de los cuales venían en las canastillas de regalo que había ido acumulando, y en un principio sólo me preocupaba que fueran monos, porque aparte de eso, todos los chupetes son iguales... ¿no?

   ¡Pues no! Resulta que hay una variedad de tipos de chupete y tipos de tetina, y lo primero que aprendí es que había diferentes tamaños para las distintas etapas de crecimiento de nuestro bebé, y lo ideal es usar el adecuado en cada momento.

   No sólo los hay de varios tamaños, sino también de distintos materiales y formas. Los principales materiales que se usan para fabricar chupetes son el látex y la silicona.

   Los de látex son los amarillos o color miel (los que yo conocía de toda la vida), que al ser más blandos y elásticos se supone que se asemejan más al pecho materno, y además son más resistentes a los mordiscos de sus primeros dientecitos. Sin embargo, se desgastan con más facilidad, se deforman, se ponen pegajosos y absorben olores y sabores, con lo que se recomienda cambiarlos cada 2 meses. ¡Sí! Los chupetes se cambian con frecuencia, no sólo cuando tienen mala pinta.


 Chupete de látex con tetina anatómica

  Los de silicona son transparentes y más rígidos, pero son más aconsejables para bebés a los que aún no les han salido los dientes, ya que son menos resistentes, aunque más fáciles de limpiar, y algo más higiénicos.

   La forma de la tetina puede ser anatómica (los que más se venden) o redonda (de gota, o fisiológica), y la diferencia es que los primeros se supone que se asemejan más a la forma del pezón durante la lactancia y se adaptan mejor al paladar, pero es necesario que se coloquen siempre en la posición correcta, y a veces los bebés tienden a darles la vuelta, y los de gota no tienen este problema porque son totalmente simétricos.


 Chupete de silicona con tetina de gota

   Es más práctico que tengan anilla, para poder ponerles una cadenita y sujetárselos a la ropita, y así que no estén todo el rato cayéndose al suelo. Los que no tienen anilla son mejores para dormir, porque no se la pueden clavar en la carita. Yo tenía uno sin anilla y (como no sabía nada de esto) le tiré mil maldiciones porque no tenía manera de que se le enganchara la cadenita (“¿a quién se le habrá ocurrido diseñar así este chisme?”)

   Y luego están los chupetes especiales, que los hay de lo más variopinto: con partes luminiscentes para encontrarlos mejor por la noche, termómetros, dentales, dispensadores de medicamentos...

   Pues vista la teoría, pasemos a la práctica, que es lo que me enseñó la experiencia.

   Yo tenía fuertemente asociado: bebé = chupete, así que desde el día 1 de vida de mi Gansi le casqué uno, sin saber que no es aconsejable que los bebés alimentados con lactancia materna usen chupetes hasta que ésta esté bien instaurada (alrededor del primer o segundo mes de vida), y por suerte en mi caso mi metedura de pata no perjudicó la lactancia (pero podría haberlo hecho, ya que entre a otras cosas a los bebés les causa confusión), quizá porque después de todo se lo poníamos poco.

   Así que sí, los chupetes tienen sus desventajas, entre ellas que interfieren con la lactancia materna, ya que muchas veces los bebés quieren succionar no para alimentarse sino para buscar consuelo o sentir la cercanía de su madre o dormirse, y esta succión es necesaria para estimular la producción de leche. Vamos que cuanto más tiempo estén chupando el chupe y no la tetita, más tardamos y más nos cuesta producir la leche que necesitan, así que parece que se quedaran siempre con hambre, tendemos a pensar que no tenemos suficiente leche, empezamos con los suplementos y la lactancia se va a pique poco a poco.

   Me hace gracia la frase “te usa como chupete”. ¿Cómo va a ser la madre un chupete de carne? Más bien será que el chupete es una madre de goma. Ese chupeteo que muchas veces tiene a nuestro peque pegado a nuestros pezones el día entero, que ya nos tienen desesperadas porque parece que no nos dejan hacer nada más, y sentimos que como sigan nos los van a dejar en carne viva, es esencial para la buena marcha de la lactancia.

   Puede que haya ocasiones en que de verdad nos sea imposible estar todo el rato con el bebé al pecho para que chupetee, y en momentos puntuales (una vez ya bien establecida la lactancia) nos venga bien ponerle el chupetito un rato, mejor que dejarle llorando, porque ellos necesitan esa succión. En definitiva, que habiendo tetitas ¿para qué chupete?, pero para momentos puntuales pueden ser una ayuda.

   Otra desventaja de los chupetes es que dicen que su uso puede producir malformaciones en el paladar, problemas de dentición e incluso en el desarrollo del habla. Tampoco es que haya una evidencia enorme al respecto, pero cuando te dicen esas cosas se te pone tan mal cuerpo que prefieres prevenir que curar, no sea que a nuestro peque se le deforme la boca y se le tuerzan los dientes por nuestra culpa. Aunque conozco muchos casos que usaron bastante el chupe y no tuvieron ningún tipo de problema, así que no sé hasta qué punto esto será cierto, pero lo dicho, como madres tendemos a curarnos en salud.

   Y algo llamativo acerca de los chupetes es que los bebés a veces tienden a tener preferidos. Le compras un chupe carísimo de diseño y tetina homologada por todos los organismos médicos posibles (yo miraba que tuviera el sello de la Asociación Española de Pediatría y el visto bueno de la de dentistas) y resulta que lo escupe, y aquel que venía de regalo en la canastilla que te dieron en la clase preparto le encanta y lo tiene ya asqueroso pero no consiente que se lo cambies.

   Otro problema que tienen es que en algún momento lo tienen que dejar, y esto es un verdadero conflicto ya que la edad en la que aún necesitan el consuelo de la succión, sobre todo para dormirse, puede que vaya mucho más allá de la edad recomendable para seguir usando chupete. Mi Gansi lo dejó muy pronto y sin darse cuenta, porque cuando lo necesitaba tenía su tetita, así que no lo echaba de menos, pero muchas veces nos encontramos por la calle niños de hasta 4 años andando con el chupo puesto, y la imagen a muchas personas les causa hasta aversión.

   Pero es que es muy frecuente que a esa edad todavía necesiten ese estímulo, así que empieza la batalla padres-hijo de “vamos a despedirnos del tete”, y para ello hay recursos para todos los gustos. Desde esconderlo o tirarlo cuando estén distraídos, leerles cuentos sobre niños que deja el chupete y son los más campeones del mundo, tratar de buscarles sustitutos, hasta regalarlo a un niño más pequeño o ponerlo bajo la almohada para que el hada de los chupes lo cambie por una monedita u otra cosa.


 Imagen de http://porfin-yomisma.blogspot.com.es/2011_08_01_archive.html

   Así que usar o no chupetes es decisión personal de los padres, ya que tienen sus ventajas y sus inconvenientes, pero siempre teniendo en cuenta que sean homologados, adecuados para su edad, y sopesar muy bien su uso en caso de lactancia materna.



domingo, 26 de octubre de 2014

El cachetito

   Si acerca de pegar a los niños como forma de disciplinarlos hay un gran debate, el tema del “cachetito” ya es hilar más fino. Hay quien está en contra de pegar a los niños, y sin embargo no ve nada malo en darles un cachetito en el culete en momentos puntuales, y la principal fuente de disparidad de opiniones es si esto lo consideramos o no violencia.

   Porque el hecho de pegar, todos estaremos de acuerdo en que es una forma violenta de educar a nuestros hijos. Ahora bien, en lo que no nos ponemos de acuerdo es el punto en que esa violencia se considera maltrato. Algunos piensan que si apenas les hace daño no es maltrato, y otros que cualquier forma de violencia lo es.


 "Y me duele más a mí que a tí..."

   Desde luego la fuerza bruta es una forma eficaz de conseguir que nuestros hijos nos obedezcan en un momento dado, eso es innegable, otra cosa es que sea la forma más correcta de actuar. Somos más fuertes que ellos y podemos doblegarlos si queremos, hasta el día que ya no lo seamos, porque llegará un día en que nuestros hijos verán que nos pueden, y cuando no hagamos su voluntad podrían emplear con nosotros los mismos medios persuasivos que hemos empleado con ellos.

   Pero ¿y un cachetito en el culete? ¿es eso violencia? ¿es maltrato quizá? Pues he aquí mi humilde opinión.

   En mi familia teníamos la costumbre de, a veces, saludarnos dándonos una palmada en el trasero. Cuando nos vemos, nos abrazamos y lo mismo nos damos una palmadita en la espalda que más abajo, y cuando nos despedimos también. Es algo totalmente inocente y cariñoso, y ahora lo hace mi Ganso esposo cuando llego a casa, y yo se lo hago a él y a mi Gansi. Y hay veces que nos pasamos de efusivos, yo la primera. Ha habido ocasiones en que he pillado a mi Gansi, le he dicho “¡ayyyyy como te quieroooo!” y le he dado una sonora palmada que me he preguntado si no le habrá dolido un poco. Pero su respuesta siempre ha sido reírse y devolverme el achuchón (también bien fuerte), porque el contexto era positivo.

   Y para mí eso es lo que importa, el contexto. Un cachete disciplinario, por muy suave que sea, es una imposición, un acto negativo, incluso humillante, y eso para mí es violencia. Porque hay muchos tipos de violencia, y algunos se pueden aplicar sin necesidad siquiera de contacto físico.

   Así que sí, un cachete disciplinario, un grito e incluso una mirada enfurecida, son para mí actos violentos. Debate aparte sería si esa violencia está justificada, si “se lo merecían”, si es “como mejor aprenden”, o si sentimos que no nos han dejado otra alternativa.

   Todos tenemos una parte irracional, una parte que responde con violencia ante la adversidad, la parte que nos impulsa a golpear el teclado del ordenador cuando nos sale el pantallazo azul. Y muchas veces esta parte nuestra es difícil de controlar, e incluso sale antes siquiera de que nos de tiempo a darnos cuenta.



   Cuando mi Gansi se rebela, no se porta como a mí me gustaría, me desobedece o no me hace caso (vamos, lo que hacen todos los niños en algún momento), muchas veces me enfurece tanto que lo que me sale del alma sería darle un tortazo. Es normal tener estos pensamientos, no hay que sentirse culpable por ello porque es parte de nuestro ser, nuestra parte más primitiva, lo importante es cómo actuemos finalmente. Porque también tenemos una parte racional, la que nos dice que ese bichito que tenemos delante y que nos está volviendo locas es la cosita que más queremos en el mundo. Esta parte racional es la que nos dice que los adultos somos nosotros, y que además somos su ejemplo.

   Educar a un niño no es fácil, y no siempre encontramos la forma no violenta de conseguir que nuestros hijos entiendan lo que está bien y lo que no, lo que se espera de su comportamiento, o simplemente que aquello que quieren o como o cuando lo quieren no puede ser. Muchas veces sabemos que existe otra alternativa, pero sencillamente no hay tiempo de probarla, o nos puede la desesperación porque todo lo que hemos probado hasta ahora no ha funcionado.

   Conseguir que tu hijo haga lo que tú quieres por su propia voluntad es, sobre todo en algunas ocasiones, muy complicado, y quien diga lo contrario no ha tratado con niños el suficiente tiempo. Muchas veces siento que estoy harta de estar teniendo que convencer y persuadir a mi Gansi para todo, y me asaltan los pensamientos de “qué pesado tener que estar dando tantas explicaciones, tantas maniobras de evitación y distracción, con lo fácil que sería darle un sopapo”.

   Incluso la persona más paciente y empática se va a encontrar en situaciones en las que se siente desbordada, y va a pensar “¿de verdad tiene sentido tratar de razonar con mi peque, con lo rápido y fácil que es darle un bofetón y tirarle del brazo para que arree?”

   Si nos ponemos a pensar, en la vida nos vamos a encontrar con muchas personas que no hacen las cosas como queremos y que nos sacan de quicio con su actitud, y sabemos que lo correcto no es enzarzarnos y liarnos a mamporros (aunque hay quien lo hace). A mí el Ganso muchas veces también me desespera, y no le tiro la babucha (aunque ganas no me faltan).




   Muchas veces se oye aquello de “antes estaba bien visto que el marido pegara a la mujer, y eso está igual de mal que pegar a los niños”. Es cierto que si el marido pega a la mujer o viceversa se considera maltrato, si alguien ve a un hombre darle un coscorrón a su mujer por la calle se escandalizaría, pero si lo hace con su hija lo vemos como algo normal. Sin embargo, no hay que olvidar que los miembros de la pareja no son responsables de la educación del otro, pero sí lo son de la de sus hijos.

   No pretendo en absoluto justificar a los padres que utilizan métodos violentos para educar a sus hijos, sólo comprenderlos, porque quiero pensar que todos los padres hacen siempre aquello que creen que es mejor para sus hijos, dentro de sus conocimientos y sus convicciones. Aunque muchas veces, pensando que hacemos lo mejor para ellos, nos equivocamos, y nos pasa a todos, no nos libramos ninguno, nadie es perfecto.

   Mi opinión personal, mi decisión con respecto a la educación de mi peque, porque creo que es lo mejor (aunque quizá me equivoque, espero que no), es no utilizar ningún tipo de violencia posible. Buscar siempre métodos alternativos y respetuosos para corregir y encauzar el comportamiento de mi Gansi, aunque a veces me resulte complicado y se me escape un grito, y aunque a veces no sepa qué hacer.

   Si le palmeo el culete, que sea de cariño, y si estrujo alguna parte de su cuerpecito, que sea por un abrazo.

domingo, 19 de octubre de 2014

Momentos que son la guinda de limón

  Quiero dedicar esta entrada a una compañera virtual, una bloguera que me regaló mi primer premio y que me hizo darme cuenta de que había alguien por ahí que leía mi blog, y a veces hasta le gustaba.

   ¡Y ahora está de celebración! La Guinda de Limón ha cumplido un año hace poco y está haciendo un sorteo bien chulo al que todavía estáis a tiempo de apuntaros. http://laguindadelimon.blogspot.com.es/2014/10/sorteo-1er-aniversario-lgdl.html


   A ella le dedico esta recopilación de pequeños momentos que nos regalan nuestros hijos (intuiréis que la mayoría son autobiográficos), porque sólo ellos saben sacar el lado más dulce de lo amargo, momentos que son una guinda de limón...

  • Estar pasando por una época muy triste de tu vida y que esas dos rayitas del test de embarazo hagan que parezca que ha salido el sol en medio de una tormenta.

  • Padecer molestias en el embarazo, incluso pérdidas de sangre que te hagan presagiar lo peor, y escuchar por primera vez ese latido fuerte y lleno de vida.

  • Acudir a un examen muy difícil a las 8 de la mañana (o a tu trabajo), en un pueblo alejado de tu hogar, y sentir unas pataditas que te hacen saber que no estás sola.

  • Llevarte horas sufriendo el dolor de las contracciones y ver de repente esa carita sonrosada y esos ojos que te atraviesan el alma con su mirada.

  • Tener mil dudas y miedos, estar extenuada y sentir que te estás equivocando como madre, y que una sonrisa desdentada borre todo tu cansancio y preocupaciones.

  • Después de un día de perros en el que has discutido con todo el mundo, escuchar la primera carcajada de tu bebé.

  • Cuestionarte si merece la pena tanto sacrificio, si has elegido bien tu camino y que tu recompensa sea oír un “mamá”.

  • Despertar en la noche con la peor de las pesadillas y que unas manitas que te buscan disipen todos tus miedos.

  • Sentirte que no eres nadie en este mundo, y darte cuenta de que hay alguien para quien lo eres todo.

  • Volver del trabajo cansada y malhumorada y que te reciban con los brazos abiertos, contándote con la mayor de las alegrías todas las cosas que le han pasado.

  • Sentirte enferma, hecha polvo, sin fuerzas para levantarte de la cama, y que te den un besito “pa que te cures”.

  • En ese día de bajón, que has intentado disimular, recibir un abrazo inesperado.

  • Sentir que ya todo está hecho, que no le harás falta nunca más y recibir esa llamada: “mamá, te necesito”.


   Seguro que se te ocurren muchísimos más momentos como éstos, yo estoy deseando vivir todos los que vengan...




domingo, 12 de octubre de 2014

Cuando tu peque te da mal rollo...

   Antes que nada, quisiera decir que en más de un año que tiene mi blog no he fallado una sola semana en publicar, pero esta vez la gripe ha podido conmigo y con todos los habitantes de mi casa... y presentadas mis disculpas quisiera abordar un tema que quizá no todo el mundo comparta, e incluso a algunas personas pueda parecerles una chorrada, pero también puede que más de uno se sienta identificado, y me viene que ni pintado para ir calentando motores de cara al próximo Halloween.



   Mucha gente piensa que los niños tienen como un sexto sentido, una pureza especial que les hace ver cosas que los demás no ven. Dependiendo de lo que uno/a crea en lo sobrenatural (y de las películas de terror que se haya visto), le concederá más o menos importancia al asunto, pero incluso los más escépticos encontrarán algún momento en su vida en que su peque hará o dirá algo que les producirá escalofríos, porque los niños pueden llegar a dar muy mal rollo.

   “Pfffff... ¿en serio? Yo soy una persona tremendamente racional, no me voy a asustar por cualquier cosa, seguro que todo tiene una explicación”. Bueno Gansa Premamá, es verdad que a ti no te va a pasar mucho, pero alguna vez sí que no vas a poder evitar sentir que se te pone la piel de gallina.

   Como muchas otras mujeres, viví mi cuarentena pasando muchísimas horas en casa a solas con mi peque, y del encierro a veces surge la paranoia, así que no era raro que se me erizara el vello cada vez que mi bebé se quedaba mirando con mucho interés al techo y de vez en cuando sonreía, vete a saber a qué, quiero pensar que a una sombra.

   Un bebé que mira con atención hacia un sitio en el que no hay nadie ni nada en movimiento, da mal rollo, y si encima señala y se echa de repente a reír, ni te cuento.

   Pues cuando se hacen mayores y empiezan a hablar, la cosa no mejora precisamente. Con su imaginación desbordante nos sueltan perlas a las que es mejor no buscarles interpretación alguna.

   Por ejemplo, mi Gansi despertó un día con un eccema muy raro en una piernecita, y cuando le pregunté “Cariño, ¿cómo te has hecho esto?” Su respuesta fue “me lo ha hecho un cocodrilo malo, era negro, más grande que mamá y con muchos dientes...” Casi lloro...




   Ya lo sé, puede ser que haya visto demasiadas películas tipo El Resplandor o El Sexto Sentido, pero es propio de nuestra naturaleza el sentir esa especie de atracción por aquello que no sabemos explicar, y por ahí circulan historias, la mayoría falsas, no lo dudo, sobre cosas que hacen o dicen los niños, que mejor no tratar de encontrarles explicación alguna:



   Para los que creen en la reencarnación, hay quien dice que algunos niños conservan recuerdos de su vida anterior y los revelan en frases escalofriantes:


   Y espera a que tu peque tenga un amigo imaginario, si has visto la saga de Paranormal Activity te darán ganas de salir pitando...



    ¿Y vosotros? ¿Qué importancia le dáis a esas veces en que vuestros peques se quedan mirando al vacío como si estuvieran viendo el espectáculo más interesante del mundo? ¿Y cuando les sorprendéis hablando “solos”? ¿Y cuando os cuentan historias para no dormir? ¡Qué yuyu!